El debate electoral o la entrega de los premios Princesa de Girona son —y quizás sea lamentable— una burbuja restringida y sin más valor que el brillo del espectáculo, cuya repercusión es tan limitada como el perímetro del público de patricios en el que impactan. Operaciones de relaciones públicas y de propaganda.

El prestigio e influencia de los premios son tan pobres que las portadas destacan el hecho de que se han celebrado (qué gran fracaso) o que la princesa Leonor haya dicho en un catalán impecable una frase tan larga y amable como difícil de creer (una anécdota azucarada). La manifestación en la calle, sin embargo, está desaparecida de las portadas. Por suerte, la han emitido en directo al menos tres canales de televisión, uno de ellos español. Entre los diarios solo están a la altura Ara y El Punt Avui, los dos más pequeños de Barcelona. La Vanguardia apenas si se queja de que los manifestantes cerraban el paso a algunos invitados —es lo que le pasó al propietario del diario y, claro, ya se sabe. El Periódico ni eso. Los Pravda de la monarquía.

Es igual. El hecho es que de los ganadores del premio y de sus méritos no habla ningún diario —ni nadie. Es todo lo contrario que los premios de influencia y prestigio. Cuando se hacen públicos los premios Nobel, la sustancia de la información y la conversación son los galardonados y su obra. Pasa también con los Oscars, el Pritzker de arquitectura, el Booker de literatura o la Medalla Fields de matemáticas. Incluso con los Princesa de Asturias o el Premio Internacional Catalunya, si quieres. ¿El jefe del Estado y su familia presiden & protagonizan un acontecimiento y pasan dos días encerrados en un hotel sin poder ni salir a hacer un mal paseo —y no se debe al mal tiempo— y la noticia es que la princesa ha dicho que lleva a Catalunya en el corazón o la segunda bronca de Felipe VI al soberanismo? ¿No es ridículo? Cualquier observador frío sacaría esta conclusión u otra parecida.

El debate electoral, ídem. La gran pregunta (con quién gobernará usted si gana) no se ha resuelto: han sido cinco líderes en cinco trincheras. La Razón lo dice bien claro. La otra gran pregunta (Catalunya) se ha resuelto en una especie de competición a ver quién castiga con más dureza al independentismo, que es la fuerza política mayoritaria de este país —y que no tenía ningún representante en el debate. Es decir, se aplica a la cosa la frase de Unamuno a los cabecillas de la revuelta franquista en Salamanca, en 1936: "Venceréis, pero no convenceréis... Para vencer hay que persuadir". Hoy es el día, otro más, en que muchos diarios fabrican una realidad del tamaño de sus prejuicios —o de sus fantasías.

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