¿Cuál es la altura de España? La portada de ABC lo deja en suspenso o tal vez quiere decirte que la altura de España es la de Felipe VI, de quien resumen su trayectoria en tonos épicos sin documentar. Un romance, vaya. Dice, entre otras cosas, que ha superado el relevo de su padre, "el envite golpista" —hace tiempo que órdago no se usa— y tres elecciones generales con "seis rondas de consultas". Buf. Sólo leerlo ya te produce un agotamiento casi infinito. Pero el Rey es de acero inoxidable, de fibra de carbono o de titanio y, gracias a su coraje, prudencia y sabiduría, ha podido vencer todos los obstáculos y trabas, etcétera, etcétera. ¿Quién escribe estos aleluyas?

La Razón, moderada, dice apenas que el Rey "reconcilia a los presidentes" aunque, según explica, la presencia sobrenatural de Felipe VI no evitó la frialdad entre Rajoy y Aznar. La real imagen también la llevan El País y La Vanguardia, en ambos casos acompañada de unos pies de foto incoloros, inodoros e insípidos.

El Mundo, en cambio, presenta al monarca en una ilustración de aire cubista. Muy bonita. Una interpretación posible es que la foto institucional —una imagen vulgar vista mil veces— de sus competidores no casa mucho con el titular "Un rey renovador". Quizás han pensado que hablar de renovación no encaja bien con una imagen de Felipe VI y los expresidentes del gobierno, los jarrones chinos. A la efeméride dedica un suplemento de doce páginas doce. El Mundo no se pone por poca cosa.

Sin embargo, esta es la portada más interesante. Es como una versión moderna de El traje nuevo del emperador, aquel cuento de Andersen en que un niño, libre de los prejuicios de sus mayores, dice lo que es obvio y exclama "¡El rey va desnudo!" delante de todos.

Aquí exclaman los diversos titulares que rodean la real ilustración. En ellos se ve cómo sigue abierta la herida territorial (el PSOE se alía con los soberanistas navarros para hacer al gobierno foral y los presos políticos catalanes asoman la cabeza en una columna); la corrupción en el seno de los aparatos del Estado (el comisario Villarejo, que tantas intimidades nos ha explicado de la familia real); el poco respecto a las libertades (la policía espiaba a periodistas para proteger al BBVA); la desigualdad social (el aumento del salario mínimo cuesta caro a las empresas, qué cosas) y la degradación de uno de los ejes de la innovación del país (el exceso de investigación de baja calidad en la universidad).

En fin, la realidad, que en una sola página viene a desmentir con toda su crudeza las dulces fantasías cortesanas de las portadas. Como el niño del cuento. Gracias por tanto, El Mundo.

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