"La buena información y la ciencia tienen que distinguir las fuentes legítimas de información de cualquier rumor, medias verdades, promociones movidas por intereses económicos, de los remedios de aceite de serpiente y de la propaganda motivada políticamente", dicen Bill Hanage y Marc Lipsitch, profesores de epidemiología de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, en un artículo en Scientific American en el que explican cómo hacer una buena cobertura informativa del Covid-19.

Si vas pasando este filtro por las portadas de hoy es posible que la que más te desanime sea la de El Mundo, que sigue en la línea de ayer —y de casi siempre—, asomándose al amarillismo de lanzar la caballería contra el gobierno español con cualquier argumento, haciendo pagar a sus lectores el precio de las manías del diario.

Toda esta pirotecnia acusatoria no sirve para explicar qué pasa ni ayuda a orientar a la ciudadanía, en una coyuntura donde su comportamiento es crucial, decisivo. ¿De qué sirve inquietar y fastidiar a la gente con especulaciones y conjeturas políticas, si lo que conviene es involucrarla en la tarea de contener la pandemia? Quizás los gobiernos llegan tarde, pero freír el ánimo de la gente a alta temperatura informa de muy poca cosa, la predispone al miedo y a ignorar los consejos y recomendaciones de autoridades y expertos. Exactamente lo que nos conviene.

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