Un tema tiene presencia en todas las portadas este viernes: el barómetro del CIS. Los datos muestran el "defecto Casado": el nuevo presidente del PP hace perder votos a su partido. En este último barómetro es el cuarto en intención de voto, superado por Podemos y, peor todavía, por Ciudadanos, que le compite en su espacio ideológico. La prensa de la derecha, irritada con los resultados, se dedica a matar al mensajero en lugera de explicarlos, acusando al CIS y a su director, José Félix Tezanos —catedrático de sociología y veterano guerrista— de alterar el método del instituto sociológico público para favorecer al PSOE.
Ni uno solo de esos diarios extrae de los datos otra conclusión más que CIS caca y Tezanos dimisión. Es una rabieta adolescente, que no acepta la realidad e intenta crear otra paralela, como se hace con algunas drogas. Las tres últimas encuestas del CIS han confirmado el progresivo hundimiento del PP, es decir, que es posible que a estas alturas sea una tendencia real —como pasó en las elecciones andaluzas, donde Cs y Vox se repartieron los despojos del PP. ¿Por qué no tendría que ocurrir otro tanto en el resto de España?
El Mundo todavía va más allá en su papel de policía de la ortodoxia patriotera y acusa al CIS de preguntar sobre la situación catalana "para justificar el diálogo Sánchez-Torra". Hace falta tener ganas de torcer la cosa y de juzgar las intenciones. ¿Qué debería hacer el CIS? ¿Preguntar sobre Venezuela?
Es justamente en este punto donde La Vanguardia hace un buen trabajo, aunque no sea este el asunto que titula su portada impresa —sí su web. La situación de Catalunya, explica, influye en el voto del 43% de los españoles, de los que sólo el 21,7% ve necesaria una política de mano dura, aunque a la pregunta concreta de voto, suben al 36,4% los que votarían opciones duras, mientras el 43,2% lo haría por partidos que ofrecen diálogo y negociación. Estas dos palabras, sin embargo, parecen prohibidas en El Mundo y, como dice el refrán, de lo que a mí no me gusta, que nadie coma.
