Cada loco con su tema. En Barcelona se disputan la alcaldía los comunes y ERC. En Madrid, Ciudadanos y el PP. En Europa la brega es entre Sánchez y Macron. En España, el mismo Sánchez busca apoyos o abstenciones para su investidura entre una variedad de partidos. Es lo que se ve en las portadas de hoy. La política se ha enredado después de que los ciudadanos hayan dejado ayuntamientos y parlamentos muy colgados —así los llaman en Gran Bretaña cuándo no hay una mayoría clara. Es un test de estrés que los partidos— los viejos, los nuevos y los que están a medio hacer— nunca habían sufrido en tal escala.

Además, las carambolas necesarias para cerrar estos pactos no son de jugador amateur, sino de especialista profesional. Piden poca luz y menos ruido. En estas condiciones, es como mínimo complicado reducir toda la combinatoria en un titular y unos subtítulos de portada, especialmente en el momento que se cocinan, como es el caso. Por eso da la impresión que las primeras páginas brillan por sju ausencia y que los diarios no acaban de explicarlo todo —ni mucho menos.

Los diarios de Barcelona, cuando menos, han driblado la tentación de fabricar un relato propio para cubrir esas extrañas transacciones. Se limitan a explicar los hechos secos, comprando a medias el relato de los partidos que las manejan. La versión de los Comunes, por ejemplo, es que no cuentan con los votos de Valls, sino que que presentan a Colau para construir un "pacto de izquierdas" con PSC y ERC, cosa que saben bien que no pasará. Pero la narrativa del "acuerdo de izquierdas", "pacto de progreso", etcétera, es un trapicheo retórico que les permite ir tirando hasta el día de la constitución del consistorio, que se llevarán con los votos que dicen que no quieren. ERC puso en circulación un artefacto similar: acudir a JxCat con la pretensión de que los Comunes comprarían este otro Tripartito Friqui. Todo quedó en una cortesía entre indepes.

Parece que hay serias deliberaciones, asambleas donde "las bases" deciden, largas reuniones, portazos, llamamientos a la coherencia, negociaciones intensas, etcétera. En realidad, todo el mundo lo hace ver y los diarios entran al juego. Hay intereses en seguir la comedia, un poco de miedo a perder protagonismo, un cierto afán de vestir la mona, temor al horror vacui —no tener gran cosa para contar. Podrían recuperar lo que unos y otros se han dicho desde hace meses y poner al descubierto cómo el tacticismo del momento derrota a cualquier programa político. Sería tan fácil explicar que el hilo conductor de este tripartito peculiar es impedir de cualquier manera que el alcalde de Barcelona salga de un partido independentista, un objetivo tan legítimo como su contrario.

Ada Colau podrá ser alcaldesa gracias a los votos del PSC y de Manuel Valls+Cs, aunque las coincidencias entre los programas de Barcelona en Comú y del PSC se limitan a 13 de las 41 medidas analizadas por el digital Crític y a sólo seis en el caso de Valls, mientras que con ERC coinciden en 34. Un análisis valioso. Entre cien otras consecuencias de este Tripartito Friqui barcelonés, una curiosa: el mundo cupero ya hace circular que "los Comunes pactan con la derecha", la misma acusación que estos hacían a aquellos cuando permitieron a Carles Puigdemont la presidencia de la Generalitat. Es una minucia que muestra que la política —los ciudadanos— te devuelve lo que le das, como el fútbol.

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