El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha querido ofrecer este domingo un homenaje al exilio republicano con palabras muy sentidas pero que, en el actual contexto político, contienen un pósito de extemporaneidad. Ya habló del exilio venezolano a finales del mes de enero y ahora lo ha vuelto a hacer, esta vez para referirse al español. Del exilio catalán actual, ni una palabra.

En una jornada en que a Sánchez solo le han hecho caso los independentistas que lo han esperado en Cotlliure y en Argelers y con el vacío oficial del gobierno francés, el presidente del Gobierno se ha paseado por los lugares que conforman el relato del exilio republicano: la tumba de Antonio Machado y la playa de Argelers de la Marenda, donde se situó uno de los campos de concentración —"de refugiados", según la nomenclatura oficial— que acogieron a miles de republicanos que huían del fascismo de España.

En su declaración institucional, que ha sido interrumpida por gritos a favor de los presos políticos, Sánchez ha rememorado a figuras como Manuel Azaña y Antonio Machado, pero también al catalán Francesc Boix, de quien ha dicho que forma parte de "la memoria democrática de Europa".

Sánchez se ha fijado sobre todo en el exilio, al afirmar que la guerra de España "duró cuatro décadas", porque "las guerras no acaban hasta que todos los ciudadanos pueden volver a sus hogares y reanudar la vida que abandonaron". Por eso el presidente ha pedido perdón a los exiliados en nombre de España y ha insistido en que este perdón tendría que haber llegado mucho antes, pero que lo hace "hoy, a deshora, pero con el orgullo de recuperarlos para siempre". "Ochenta años después, humanamente han ganado la guerra", ha afirmado.

El presidente del Gobierno, en el que probablemente será su último viaje oficial, aparte de cumbres y reuniones, antes de las elecciones del 28 de abril, ha querido así cerrar una herida que ha pasado muchos años sin cerrarse, pero lo ha hecho en un momento en que otras heridas continúan abiertas, como es el caso de la situación política en Catalunya, donde ochenta años después vuelve a haber exiliados. A todos ellos, ni una palabra, solo las de los manifestantes que han sido capaces de dejar claro que Cotlliure y Argelers también son Catalunya.