Cuando el visitante entra en el Departamento de Economia se encuentra en un vestíbulo señorial, vigilado por un arco de seguridad y una Diana cazadora de mármol blanco y frío en actitud relajada. Unas amplias escalinatas blancas sobre las cuales se desliza una alfombra roja conservan intactas el recuerdo de la Barcelona burguesa y modernista de comienzos del siglo XX que impulsó el edificio encargado por el empresario y político manresano Heribert Pons.

Con el cambio de Andreu Mas-Colell por Oriol Junqueras la conselleria ha subido de rango para acoger a un vicepresident. Junqueras ha sumado al departament las competencias de la Vicepresidència, desde el Consell Tècnic hasta las responsabilidades de Comunicación y el despliegue del Autogobierno. Estas dos últimas compartidas con la conselleria de Presidència de Neus Munté. Y no obstante, en el equipo de Junqueras corrió el rumor sagaz de “¡hemos perdido Coneixement!”. No es precisamente un desaire a los registros enciclopédicos que almacena el líder de ERC, sino un juego de palabras por el hecho de que la carpeta de Coneixement ha pasado a la Conselleria de Empresa.

El departament funciona con precisión. El tiempo de la entrevista, y de toda la agenda, está perfectamente pautado. Previamente ha habido un acto con ingenieros. A continuación habrá un encuentro con un ejército de alcaldes que esperan en la sala contigua. El día es soleado y la luz entra generosa por la ventana. Después de la primera impresión que transmite la Diana de mármol, sorprende la moderna funcionalidad del edificio.

Junqueras ocupa un despacho grande. La mesa de trabajo está extremadamente arreglada. La prensa extranjera ofrece las cabeceras cuidadosamente alineadas. No hay papeles fuera de lugar y las carpetas se apilan con diligencia.

El vicepresident habla con la velocidad de aquel que conoce el percal hasta el último detalle. Ha tenido una semana agitada. Una primera reunión con el ministro Luis de Guindos, organizada en el aeropuerto de El Prat el martes a primera hora de la tarde, aprovechando la vuelta del político español de Bruselas. Previamente, una conversación telefónica con el responsable de Hacienda, Cristóbal Montoro.

Un tercer ministro, el de Exteriores, José Manuel García Margallo, ha salido a explicar que la reunión Junqueras-De Guindos fue para impedir que Standard and Poor's declarara Catalunya en quiebra. Muchos ministros para un sólo vicepresident.

La entrevista se pone en marcha y el primero que pregunta es Junqueras. Parece una estrategia de profesor universitario. Examinar el contertulio para decidir el calibre de las defensas que hay que adoptar. “Se ha entendido lo que hemos explicado estos días...?".

Junqueras no declara, declama. No expone, recita. Se sabe las cifras, los argumentos, las respuestas... Las preguntas. Standard and Poor's, la deuda a corto, el FLA, los presupuestos... Se muestra seguro. Muy seguro. Busca un tono tan didáctico, como un manual para dummies. Repite los argumentos una vez y una otra. Tiene paciencia. Quiere que quede claro. Otra vez aparece el profesor universitario. Se plantea él mismo las cuestiones. Expone él mismo las dudas.

El tono cambia cuando en vez de hablar de economía, se habla de política. Toca cambiar de proyectil. se levantan las defensas. Se afila la ironía. La retranca del vicepresident es difícil de controlar. Según como, parece que incluso para él mismo. De vez en cuando, un sarcasmo travieso emprende el vuelo y resulta difícil prever donde irá a parar.

Quedan cinco minutos de entrevista. La seguridad intelectual que exhibe Junqueras da la impresión de proteger en algún rincón escondido un punto de duda. Como un flash que aparece de vez en cuando. Cuando el fotógrafo le pide que proyecte la mirada hacia el techo, se niega. “Confia en mí”, le pide. “No, no me fío”. Toda una declaración de principios. Y no posa. El vicepresidente se ha paseado por pasillos desconocidos de la política vaticana. Por los archivos secretos. Toda una experiencia.

Al salir, la Diana está tan impasible como a la entrada. El Govern de Artur Mas se desprendió de este edificio, de 8.000 metros cuadrados y diez plantas y ahora el departament vive de alquiler –95.693,88 euros mensuales–. Compró el inmueble por 23,2 millones de euros el grupo italiano Angelini, el de las pastillas Juanola y las de Valeriana. De momento, sin embargo, en los pasillos del departament no se huelen aromas balsámicos ni hierbas relajantes. Hay tensión. La tensión de tesorería que pone a prueba los resortes del Ejecutivo. De vez en cuando incluso se puede sentir como restallan.

Fotos: Sergi Alcàzar