Un año más, Catalunya se ha despertado con las tradicionales ofrendas florales de instituciones, partidos políticos y entidades de la sociedad civil frente al monumento de Rafael Casanova, desde donde ondea una estelada, para dar el pistoletazo de salida a la Diada. Mossos d'Esquadra y Guardia Urbana han sido los primeros y, poco después, en torno a las 9 de la mañana, ha llegado el president Carles Puigdemont acompañado de los consellers.

Sin embargo, este no es un 11 de septiembre cualquiera. Con el referéndum del 1 de octubre prácticamente a la esquina, la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, ha augurado desde buen comienzo que "el año que viene volveremos a salir a la calle y seguramente no será como este año. Quizás sí que saldremos a celebrar alguna cosa".

"Estamos en el sprint final. Este 11 de septiembre es el preámbulo del éxito", ha remarcado el expresident Artur Mas.

La fiesta de la democracia

El ambiente de la calle era festivo. Así lo ha recordado el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, "son las fiestas de la democracia y nadie las puede patrimonializar". Con un melódico coro interpretando Els Segadors, los gritos de independencia se alternaban con los de "votaremos".

"No estamos viviendo un 11 de septiembre usual. Esta Diada y el 1 de octubre tenemos que tener muy claro que es la gente que tiene que cambiar la democracia", ha asegurado el líder de Podem, Albano-Dante Fachin, después de que esta semana se haya puesto de manifiesto la "pluralidad" dentro de su partido.

"Botiflers y patriotas"

La primera gran bronca del día ha sido para la comitiva socialista encabezada por Miquel Iceta y que también ha contado con la presencia del expresident José Montilla y el teniente de alcalde Jaume Collboni. "Botiflers", les han repetido desde la calle. Iceta primero ha sonreído y después ha contestado: "El país es de todos y lo tiene que seguir siendo. No se tiene que dividir entre botiflers y patriotas. Cuando los catalanes vamos unidos, somos invencibles".

Los gritos de independencia y los aplausos han acompañado las ofrendas de ERC y el PDeCAT. Sin embargo, los silbidos han vuelto. Esta vez, llenos de grandes insultos ("fascistas y nazis") contra Plataforma per Catalunya (PxC).

Después de prácticamente tres horas, los castellers, las vueltas de los gegants y el redoble de los tambores han puesto punto y seguido a la ofrenda. El cruce de las calles Ali Bei y ronda de Sant Pere —justo en el punto donde el entonces conseller en cap de Barcelona cayó herido el 11 de septiembre de 1714— se ha inundado de flores entre el recuerdo del pasado y la esperanza del futuro.