La semana pasada se especuló en Madrid sobre si Pedro Sánchez asistiría o no a la moción de censura que ha presentado Vox en su contra. Tenía algunos compromisos internacionales con los que podía llenar la agenda y saltarse el show que montará la extrema derecha. Finalmente, sin embargo, el presidente del Gobierno estará, como también su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. En La Moncloa creen que ya le va bien; ni caída del cielo. De hecho, su asesor de cabecera Iván Redondo ya llegó a la conclusión ahora hace un año que la división de la derecha jugaba en favor de los intereses de su cliente. Aunque sea a base de dar aire a los postfranquistas, que amenazan con echar al "peor gobierno en 80 años", incluyendo la dictadura en esta secuencia histórica. Un circo de polarización que puede beneficiar a todo el mundo menos al PP.

Numéricamente no la ganarán; será la que menos votos tenga de las cinco que se han registrado en 40 años. Pero los ultras obtendrán varias victorias parciales con esta maniobra. En primer lugar, hará daño a Pablo Casado materializando lo que ya era casi un hecho: que Santiago Abascal le ha arrebatado las riendas de la oposición. En segundo lugar, porque Vox vuelve a situar en el escaparate público y mediático sus grandes temas y su agenda ultraconservadora. De paso, la formación de extrema derecha podrá situar y promocionar a su candidato a las elecciones catalanas, Ignacio Garriga, que será el encargado de defender la moción de censura ante el pleno este miércoles. Los argumentos son lo de menos; simple relleno.

Como se ha dicho en las últimas semanas en Madrid, será, sobre todo una moción de censura a Pablo Casado. Será el único gran perdedor del debate de este miércoles y jueves. Por eso ha vacilado tanto el líder de la oposición a la hora de posicionarse sobre la iniciativa. Sólo se sabe que no votarán a favor. Las dos otras alternativas no son mucho mejores para Génova. Si se abstienen, regalan el liderazgo de la oposición a Santiago Abascal. Si votan en contra, para muchos votantes de la derecha podría quedar como la derechita cobarde que no mueve un dedo para echar al gobierno de Sánchez e Iglesias, que él mismo ha calificado de "ilegítimo" por falta de discurso propio.

Casado tiene motivos para preocuparse, más allá del hemiciclo. Basta mirando las encuestas, como el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Para empezar, los votantes de Vox valoran mejor a Abascal, con un 6,7 sobre 10, que la nota que dan los votantes del PP a Pablo Casado, un 5,4. No sólo valoran mejor, sino que los ultras tienen más fidelidad. El 73,8% de los españoles que votaron Vox en el 2019 lo volverían a hacer si se volvieran a celebrar elecciones en el Congreso. Por el contrario, en el caso del PP esta fidelidad baja diez punto, hasta el 63,9%.

En cambio, para Pedro Sánchez y Pablo Iglesias será todo un paseo frente a la escabechina de la derecha. Al más puro estilo redondista, el ministro José Luis Ábalos veía ayer una gran oportunidad para "confrontar alternativas" y quedarse con el espacio del centro abandonado por Casado. El mismo "ellos o nosotros" que en las dos elecciones generales del año pasado, la misma polarización. La foto de Colón sin Ciudadanos o el gobierno de coalición. Paradójicamente la moción cuestiona la mayoría de la investidura y puede servir para reforzarla, con unos números que no alcanzó ni en el debate de investidura. Por delante hay importantes empresas como los presupuestos del Estado. La única incógnita es si el presidente español interviene, situándose al mismo nivel que los ultras, u opta por mantenerse en silencio.

Un circo ultra que no se detiene

Después de todo lo que han llegado a decir en sede parlamentaria, pocas dudas hay de que Vox convertirá el Congreso en un circo ultra con afirmaciones de padre y muy señor mío. El mismo Ignacio Garriga ha ido a preparar su intervención en un espacio muy peculiar. Es el recinto religioso del llamado Cerro de los Ángeles, en Getafe (Madrid), que tuvo durante la Guerra Civil el episodio simbólico del fusilamiento de una gran figura de Cristo crucificado.

Ante el nuevo show gerracivilista que vendrá en las próximas 48 horas, contra el "gobierno socialcomunista", las izquierdas no han sabido o querido construir un cordón sanitario. El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, mantuvo contactos para intentar que las formaciones progresistas se abstuvieran de intervenir, al estilo del Parlamento vasco. Un intento en vano por la negativa del PSOE y Unidas Podemos, que parece que ya les va bien.