Se las prometían felices en el sur peninsular con el efecto Olona el 19 de junio del 2022. Un efecto que, al final, se quedó en un efectillo con escaso impacto. El exceso de marketing y el abuso de las expectativas creadas jugaron una mala pasada a Macarena Olona (Alicante, 1979) cuando concurrió como candidata de VOX a las elecciones autonómicas de Andalucía. Es verdad que la formación de ultra derecha ganó dos escaños respecto de los comicios de 2018 – los primeros en los que la extrema derecha puso un pie en el parlamento andaluz -, es verdad que recogieron 97.954 votos más y es verdad que escalaron y se situaron como la tercera fuerza más votada, por detrás de la apisonadora Juanma Moreno Bonilla (PP) y del derrotado Juan Espadas (PSOE). Pero es que ni el revuelo generado a partir del empadronamiento exprés en Salobreña (Granada) permitió a la cabeza de lista dar el salto titánico al cual aspiraba. Desde entonces, Olona se ha zambullido en una metamorfosis vital que la ha llevado a partir peras con Santiago Abascal y Javier Ortega Smith, a romper el carné del partido lanzando acusaciones de corrupción por televisión y convirtiéndose, de facto, en una amenaza temible para los que relanzaron como primera espada.

Hacer el camino de Santiago, dicen, que cambia la vida a aquellos que lo recorren. Un ritual casi litúrgico que sirve para purificarse y encontrar la mejor versión de uno mismo. Después de los resultados decepcionantes en Andalucía, Olona dimitió en verano alegando, lisa y llanamente, motivos de salud aunque muchos creían que la procesión iba por dentro. Creía que andar la ayudaría a pensar y, con una mochila cargada en la espalda, empezó un peregrinaje de reflexión personal. La nueva Olona vivió una mutación personal que la ha hecho retractarse de algunos de sus discursos más afilados que pronunció desde el atril del Congreso de los Diputados en su etapa como parlamentaria.

De hecho, desde hace un tiempo, la abogada del Estado se ha erigido, sobre todo a través de Twitter, como un azote contra los que desacreditan la violencia de machista cuando, desde la tribuna, había seguido punto por punto la línea ideológica que defiende Vox – que habla de violencia intrafamiliar -. Hasta el punto de salir en defensa de la vicepresidenta Yolanda Díaz, de Unidas Podemos. En las puertas del Congreso de los Diputados, este enero lamentó "profundamente" que sus discursos "hubieran dado alas a los que viven en la caverna y niegan la violencia machista". "La violencia machista por supuesto que existe. A los negacionistas los hace educación", lanzó. Ella asegura que la violencia de género no existe, pero sí la machista. "Un hombre que maltrata no lo hace por el hecho de ser hombre, sino que mejor porque considera que es su mujer en términos de pertenencia machista", resumió. Quiere volver a poner un pie en el Congreso gracias a una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la cual necesita medio millón de votos.

La marcha de Olona siempre ha ido acompañada de una amenaza latente que dice que ella se podría buscar la vida en otro partido o montar su organización política. Por ahora se ha quedado haciendo equilibrios y se ha inclinado por arrancar la fundación Igualdad Iberoamericana, con sede en Panamá, desde donde promete "combatir la ideología de género" con conferencias y encuentros en países de habla hispánica. Sin embargo, juega a la confusión escondiendo una posible candidatura propia para las elecciones generales previstas para finales de año. La alicantina, con raíces en Granada, prefiere calibrar y observar el papel de VOX a las municipales y autonómicas de mayo antes de dar el paso definitivo. Y a juzgar por las encuestas, Vox está travesando un desierto desde las elecciones andaluzas y la posterior fuga de Olona. Según los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los mejores presagios para la ultra derecha se registraron en mayo del 2022 cuando se le otorgaban el 16,6% de los apoyos en estimación de voto. A partir de junio pasado (16,5%) la formación se empezó a hundir hasta perder la tercera posición en beneficio de Unidas Podemos. En julio se quedaron en el 12% y en septiembre, una vez se había confirmado la marcha de Olona, Vox bajó al 10,3% hasta que en octubre tocó fondo consiguiendo el 8,8%. Desde entonces, la formación de Abascal se ha estacando en el 10% de los votos que se ha confirmado este febrero. En todo este tiempo, el soñado 'sorpasso' al Partido Popular ha quedado como una utopía inasumible.

Su personaje mutante ha despertado un interés creciente porque, más allá de los golpes de volante discursivos, desde que se marchó se está cobrando muchas facturas. En otoño denunció una campaña de acoso (amenazas de muerte) que ella atribuye a cuentas vinculadas a Vox. La guinda la puso durante la entrevista que concedió el domingo pasado a Jordi Évole en La Sexta. En un tono bastante teatralizado, hizo referencias cinematográficas asegurando que vive un "Vox History X" y admitió que a pesar de no considerarlo una organización nazi, sí que hay "personas que hacen loas a Hitler" en su entorno. La bomba de relojería la tiró con una retahíla de insinuaciones. Por ejemplo, sugirió – sin pruebas – que el partido desvió en 2021 dos millones de euros en su think thank, la Fundación Disenso, sin dejar constancia a la asamblea de afiliados. La respuesta de la dirección ha sido la de hacerse el sueco con el papel de Olona. De hecho, el portavoz Jorge Buixadé evitó bajar al barro con la abogada y centró la réplica contra el periodista catalán. "Es él quien monta el espectáculo", dijo el lunes Buixadé, que denunció una campaña contra el partido y la Fundación Disenso por "destruir" la alternativa política. En este sentido, la conversación televisiva de Olona ha enrarecido tanto el clima que la sede del partido, en Madrid, se despertó el lunes con pintadas ofensivas en las paredes. "Traidores, maricones," decían los grafitis, que borraron inmediatamente.

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La sede de Vox en Madrid apareció pintada después de la entrevista de Olona en La Sexta / Europa Press

En las puertas de un ciclo electoral primordial, la metamorfosis de Olona amenaza con convertirse en un elemento desestabilizador a la derecha y extrema derecha. Nadie se atreve a calibrar las consecuencias. Por ahora prefiere mantenerse como hacia libre.