Retratos de Campaña: Inés Arrimadas.

En el Auditorio de Cornellà de Llobregat, desde el escenario anaranjado desde el que se promete Una nueva Cataluña para todos, el concejal de la ciudad Jorge García Mulet alaba con voz tranquila las virtudes políticas de Albert Rivera. Recuerda, visiblemente nostálgico, el tiempo en que los actos de Ciutadans se veían apenas concurridos por unas decenas de almas. Hoy, la platea de este equipamiento, envidia de muchas ciudades del mundo, está casi llena de entusiastas del líder de Ciudadanos. Está todo el mundo... menos Rivera, que llega veinte minutos tarde –cuando los elogios de su concejal ya se han desvanecido– y mientras su candidata a la Generalitat discursea tranquila y serena.

Cuando Rivera aparece entre los fieles, atlético y encantado de haberse conocido, los móviles se encienden, la oscuridad se desmenuza en pequeños rectángulos luminosos y la gente se levanta para tocar al candidato del partido... a las generales españolas. "A ver si me puedo hacer una foto con él", dice Carmen Reina, concejala de Vilanova i la Geltrú, una de las dos representantes ciudadanas en un ayuntamiento que es "independentismo puro y duro". Carmen se desespera: "ya llevo todos los mítines de campaña electoral, cinco o seis, y nunca puedo sacarle una foto, siempre se va corriendo". En efecto, sólo los reyes del sprint podrán, una vez acabado el acto, acercarse al chico que ven casi en diario en La Sexta para retratarse con él. Mientras Rivera huye, Arrimadas, con mucha más parsimonia, desfila tranquila hacia la salida. Sabe exactamente que no es la estrella del partido y eso parece no turbarla mucho.

Aquí, aspirará a derribar leyes como la de inmersión lingüística, que le habría garantizado hablar el catalán gratis, sin necesidad de pedirle a su jefe que le pagara clases en una academia.

Tenemos una candidata joven, preparada, trabajadora... y por qué no decirlo, guapa, ha dicho García Mulet al presentarla. Guapa, guapa, guapa. Esta es la palabra que persigue a Inés Arrimadas y la que debe temer con más vehemencia desde que se dedica a la política. Este es el adjetivo –guapa, guapa, guapa– que la más que previsible jefe de la oposición al independentismo a partir del 27S  debeo diar como la tiña. Porque debajo este guapa no sólo se esconde una realidad irrebatible, un rostro de una belleza nobiliaria por el cual osarías hacer muchas barbaridades: guapa es el eufemismo con el cual la mayoría de electores ven a Arrimadas como una simple y bella lugarteniente de Albert Rivera en Catalunya, donde no la conocen siete de cada diez electores.

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La sombra de Rivera es grande y nada casual. La historia política de esta andaluza, nacida en 1981 Jerez de La Frontera de padres salmantinos, se vincula esencialmente con la del líder. Fue la poderosa retórica del político barcelonés, a quien escuchó en un acto previo a las autonómicas de 2010 en el Romea, la causante de que Arrimadas se acercara a Ciutadans, primero como simpatizante y después militante.

Como muchos españolistas cansados del bipartidismo socialista y popular, Arrimadas fue seducida por el discurso liberal de Rivera (aquello de hacer más por las personas y menos por las patrias, ya me entiende) y este se fijó  en ella con especial atención cuando, poco tiempo después, Arrimadas ya era portavoz de las juventudes del partido. Fue Rivera, de nuevo, quien llamó a su futura candidata a formar parte de la Comissió de Joventut del Parlament y quien un año más tarde la colocó al Comité Ejecutivo del partido.

El ascensor imparable de Arrimadas llega casi al cielo en el 2012 con su irrupción en el Parlament, ya como diputada de pleno derecho. Con Rivera ocupando su escaño vitalicio en las televisiones estatales y aprovechando la grisura del sector unionista (Sánchez-Camacho, Navarro y después Iceta), Arrimadas empieza a marcar perfil propio en el hemiciclo.

A diferencia de la mayoría de los candidatos del 27S, Arrimadas sabe de qué habla cuando se trata sobre empresas y economía.

Representa lo que muchos llaman la generación mejor formada de la historia. Arrimadas ha estudiado Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y un posgrado de gestión empresarial y negocios internacionales en el IPAG de Niza. Contrariamente a tantos de sus colegas diputados del Parlament, la joven política se ha dedicado a trabajar y aprender lenguas, primero como consultora en la empresa Daleph y antes como asesora en calidad y administración en el holding de transporte de residuos y combustibles MAT.

A diferencia de la mayoría de los candidatos del 27S, Arrimadas sabe qué quiere decir tener que currar en el sector privado y no habla de oído sobre gestión. Al contrario de sus compañeros de carrera electoral –como indica su declaración de bienes al Parlament- Arrimadas tiene un patrimonio de 83.000 euros en su cuenta corriente, paradigma de épocas con sueldos bajos y ahorro moderado. Al elegirla candidata, Rivera puede esculpir perfectamente la imagen de revolución tranquila que pretende para toda España: hay que maquillar el Estado para regenerarlo desde la indignación juiciosa. Con Carina Mejías en el Ayuntamiento de Barcelona y Jordi Cañas en la reserva, Arrimadas es la única voz de Ciudadanos en Cataluña: la lugarteniente guapa, guapa, guapa.

Rivera en Madrid, Arrimadas en Catalunya: esta es la bicefalia que triunfó en unas primarias donde la candidata se impuso sin pestañear (en los partidos de la nueva política, ya lo ven, los aspirantes siempre vencen a la búlgara).

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De esta forma, seis años después de llegar a Catalunya, Arrimadas optará a presidir lo que para ella debe ser una comunidad autónoma más del régimen común español. Sería ilustrativo preguntarse si un catalán podría optar a la presidencia de Andalucía o de Extremadura con el mismo pedigrí autóctono, pero ya saben que este tipo de cuestiones son tan rematadamente esencialistas... Aquí, ella aspirará a derribar leyes como la de inmersión lingüística, un procedimiento que le habría garantizado hablar el catalán gratuitamente (lo hace de una manera excelente) sin haber tenido que pedirle a su jefe en Daleph que le pagara unas clases en una academia privada.

La política no es una novedad en la vida de Arrimadas. Su padre, Rufino Arrimadas, había estudiado derecho, como ella, y ejerció de policía en Barcelona. Más tarde, por esas cosas de la vida, llegaría a ser concejal por UCD en Jerez tras las primeras elecciones municipales democráticas de la historia, en 1979. El primo de este, Moisés Arrimadas Esteban, fue delegado provincial del Ministerio de la Vivienda en Cádiz allá por los años sesenta y ascendido posteriormente a Gobernador Civil de las provincias de Cuenca y de Albacete y Jefe del Movimiento (no del movimiento ciudadano, se entiende). Sería interesantísimo saber cómo eran las charlas sobre política de Arrimadas con sus familiares, así como las conversaciones que mantiene con su actual pareja, el diputado de CiU por Ripoll, Xavier Cima. Pero en este país, ya se sabe, hay ciertas cosas que siempre se despachan como propias de la esfera personal.

Y ya saben que, en las cosas de la cama y del salón, los catalanes nunca entramos. Nos pierde la estética, ya lo ven, una batalla que Arrimadas ya tiene ganada. Poco importa que sea una lugarteniente desconocida, que sea la apuesta de Rivera en Catalunya. No es esencial que todavía no la reconozca ni el conserje del Auditorio de Cornellà y que sus mítines no arranquen más de tres o cuatro aplausos. La política es una carrera particular y ella, en muy tiempo, ya va primera. Después dirán que los catalanes no somos generosos...

Bernat Dedéu es filósofo y músico.