Un síntoma de la apatía generalizada a que nos ha arrojado el devenir político de los últimos tiempos es que se ha perdido la emoción por casi todo. Prueba de esto son las bajas expectativas que los mismos políticos tienen respecto de la reunión de este jueves entre la vicepresidenta del Gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría, y el vicepresidente del Govern, Oriol Junqueras. Tan acostumbrados como están nuestros dirigentes a insuflar ánimos a marchas forzadas, esto del jueves se presenta con el suflé más que rebajado.

En política los gestos son importantes y hay que poner en valor que los representantes de dos instituciones como el gobierno de España y el de Catalunya, Mariano Rajoy y Carles Puigdemont, escenifiquen un acercamiento después de una etapa de silencios. También hay que remarcar la reincidencia: esta segunda fotografía en forma de reunión de trabajo entre los vicepresidentes; es decir, entre Soraya Sáenz de Santamaría y Oriol Junqueras. Pero oyendo las declaraciones de los portavoces de todos los partidos políticos, sin excepción, parecería que todo quedará en la escenificación.

Un baño de realidad

El portavoz parlamentario de Junts pel Sí, Roger Torrent, señalaba este martes que su grupo parlamentario aborda la reunión “con una perspectiva poco optimista”. “Los antecedentes hacen pensar que no habrá diálogo y, si se da, no será sincero o tendrá pocos resultados”, lamentaba Torrent desde el faristol, para después añadir que “incluso, en caso de que se cerrara algún acuerdo, tampoco esperaríamos que se cumpla porque el Estado español no ha cumplido ningún acuerdo de los que ha adquirido con Catalunya”.

En este sentido, Torrent ha afirmado que el vicepresidente, Oriol Junqueras, dejará claro en esta reunión que el Govern ha recibido un mandato democrático de las urnas y que cumplirá con la hoja de ruta. Un planteamiento que choca con el de los partidos unionistas.

Desde el PP, Xavier Garcia Albiol ha pedido al Govern “un gesto” que evidencie la buena voluntad con la que encara la reanudación del diálogo y, en este sentido, pide a Junqueras que suprima el departamento de Exteriores encabezado por Raül Romeva. “Este sería un buen gesto. Los gestos del gobierno español tienen que ir acompañados de una acción por parte de la Generalitat. Si esperamos que se desbloqueen algunas situaciones, el Govern también tiene que desbloquear otros que nos parecen inadmisibles. Por ejemplo, que en Catalunya se vulneren los derechos de los que no somos independentistas. Vemos cómo se pisan, una vez sí y otra también, nuestros derechos,” argumenta Albiol.

Desde Ciutadans, insisten en pedir a Junqueras que “deje la hoja de ruta de lado” y que se concentre en pedir mejoras en la financiación y las infraestructuras, por ejemplo. Es decir, recomienda al Govern que haga suyo el argumento del partido naranja de “hablar de lo que realmente importa a la gente” y que renuncie a hablar de la independencia “que ya sabemos que es un callejón sin salida”.    

Entre pasillos, tanto Ciutadans como el PP restan importancia al encuentro y creen que no servirá de nada. En eso coinciden con el resto de partidos aunque los argumentos esgrimidos tienen otro talante.  

La sombra alargada del TC    

Desde Junts pel Sí, Roger Torrent ha recordado que, desde el 2012, el Tribunal Constitucional ha suspendido 20 leyes aprobadas por el Parlament: esta actitud demuestra que no hay posibilidad de legislar y decidir. Una evidencia de que el Estado propio es la alternativa”.

La CUP también ha recordado que al día siguiente del encuentro “con buen tono” de Rajoy y Puigdemont, el Gobierno español confirmó que presentaba un recurso de inconstitucionalidad contra tres leyes aprobadas con un “amplio consenso” en el Parlament y que regulan ámbitos relacionados con la igualdad o el fracking. Por gestos como estos, los cupaires insisten en la desobediencia y en la opresión de los derechos fundamentales de los catalanes del Gobierno español y el aparato del Estado. “El Constitucional, ya cansa”, ha apuntado a la portavoz de la CUP, Mireia Boya