Cuando se prevé un debate de poca trascendencia o de escaso interés, el Congreso de los Diputados aprovecha para dar entrada en la tribuna de público a grupos de estudiantes que lo hayan solicitado. Este miércoles eran diversos y numerosos los escolares que seguían la sesión. La delegada del gobierno español en Catalunya, Teresa Cunillera, era prácticamente la única autoridad invitada. En la carrera de San Jerónimo siempre hay ruido de protestas, pero hoy, los que más se han hecho oír han sido unos marineros gallegos damnificados por compañías noruegas. Gritaban: "España, sé decente y defiende a tu gente". En este ambiente frío y abúlico, el presidente español, Pedro Sánchez, ha intentado superar el debate monotemático sobre Catalunya como si se tratara de un trámite engorroso, y, significativamente, lo más interesante ha estado en los turnos de réplica, cuando las referencias principales han sido... sobre Andalucía.

Sánchez, que de entrada no podía disimular la pereza con que ha subido a la tribuna, se ha encontrado más cómodo cuando ha adoptado una posición atacante contra PP y Ciudadanos por su previsto pacto con Vox para gobernar la Junta. "Están negociando con la ultraderecha para gobernar Andalucía con los nostálgicos de un tiempo del que este país ha pasado página, pero tengan claro que el camino de la igualdad entre hombres y mujeres es irreversible". Esta es la prueba que el interés de sus señorías por el debate de hoy, no era exactamente Catalunya, sino otros asuntos. Básicamente se trataba de medir la capacidad de resistencia de Sánchez, averiguar cuánto tiempo podrá aguantar sin convocar elecciones, que es lo que le piden una y otra vez los adversarios de la derecha, y escrutar los vaivenes de la intención de voto de unos y otros. No ha quedado claro si Sánchez ha elevado el tono con los independentistas pensando en comicios próximos o bien ha puesto el automático para alargar su mandato tanto como pueda y esperar un milagro.

Más policías hacia Catalunya

Para zafarse del asunto catalán que tanto le incomoda, Sánchez ha aguado la cuestión catalana mezclándola con el Brexit para afirmar que soberanistas y partidarios del Brexit son un grupo de mentirosos que engañan a la gente y hacen perder tiempo y energías, pero no ha sido capaz de plantear ninguna propuesta concreta para que España y Catalunya salgan del callejón sin salida. Para apaciguar los ímpetus de los adversarios, ha prometido más "firmeza y contundencia" con los soberanistas, reiterando el anuncio de enviar si hace falta más policías a Catalunya para reprimir las movilizaciones soberanistas, una manera de decir que no será menos que Rajoy con los piolines del "a por ellos". También ha amagado con un nuevo 155 cuando lo crea necesario. Ha estado una amenaza en toda regla, pero dicha sin mucha convicción, como aquel que dice que quien avisa no es traidor, y claro está, no ha satisfecho a nadie y ha molestado a todo el mundo. Incluso, en los pasillos de la Cámara, la vicepresidenta Carmen Calvo se ha apresurado a rebajar expectativas asegurando que no llegará la sangre al río. Y entonces Casado, crecido con el engañoso resultado de Andalucía ―gobernará el PP a pesar de haber obtenido su peor marca―, ha optado por pujar en la subasta de la crueldad. Sigue tratando Sánchez como un agente antiespañol y le ha exigido aplicar el 155 para intervenir las finanzas de la Generalitat, sus medios públicos y recuperar las competencias en Seguridad (control de los Mossos), Justicia (prisiones) y Educación. Más o menos lo que hizo Franco en 1939 derogando el Estatut de la República. Rivera ha tenido un día flojo, ha añadido urgencia en la subasta del 155 pero ha dejado claro que ahora lo que de verdad le interesa es que haya elecciones en España cuanto antes mejor.

¿Y los catalanes? Comparados con la competición entre Sánchez, Casado y Rivera a ver quién será más cruel con los independentistas catalanes, Joan Tardà y Carles Campuzano parecían corderos a punto de ser degollados, que pedían diálogo y comprensión. Sólo les ha faltado pedir piedad. "Todavía estamos a tiempo", ha asegurado el republicano, se entiende que para evitar que venga algo peor, no se sabe para quién. "No nos demonice", ha suplicado Campuzano. Sorprendentemente, la dramática situación de los presos políticos en huelga de hambre no ha merecido ningún comentario del portavoz de ERC y apenas una frase de paso del portavoz del PDeCAT que nadie se ha molestado en escuchar ni replicar. Catalunya todavía no es independiente, pero emocionalmente España y Catalunya parecen dos planetas que orbitan en galaxias diferentes cada vez más alejadas.