El acuerdo al que han llegado el Partido Popular y Ciudadanos pretende, entre otras medidas, cargarse el modelo de inmersión lingüística vigente en Catalunya. La propuesta de que, de hecho, ya hace años que persigue el partido de Albert Rivera, es implantar un modelo trilingüe en las escuelas catalanas y hacer que las lenguas vehiculares sean el catalán, el castellano y el inglés. Es decir, que no sólo se den clases específicas de estas lenguas, sino que se hagan asignaturas curriculares, como las ciencias o las matemáticas, en estos tres idiomas por igual.

El argumento al que se aferra Ciudadanos es que en Catalunya hay un bajo nivel de inglés, y que sólo las familias que "pueden pagar mil euros al mes para llevar los niños a escuelas extranjeras" saben este idioma.

Esta tesis, sin embargo, queda desmentida cuando se comprueban los datos del nivel de conocimiento de inglés por comunidades autónomas en España. Catalunya, lejos de verse perjudicada por el modelo educativo basado en la inmersión lingüística, se sitúa en la tercera posición del ranking, según el estudio EF English Proficiency Index del año 2015. Por lo que representa a las ciudades, Barcelona es el segundo núcleo con más dominio del inglés, casi con la misma puntuación que Madrid.

En general, el nivel de inglés de los catalanes es considerado alto y sólo lo superan el País Vasco y Navarra. Por detrás, también con un nivel alto, se encuentra Madrid, las Islas Canarias, Cantabria, las Baleares, Galicia y Asturias. Por otra parte, el nivel de conocimiento de la lengua que hay en el resto de comunidades es considerado moderado. Murcia, la Comunidad Valenciana y Castilla la Mancha cierran la cola del ranking.

Sin embargo, el pacto de investidura, que muy probablemente no llegará a buen puerto por falta de apoyos, también prevé implantar un modelo bilingüe en aquellas comunidades donde la lengua oficial es sólo el castellano. Es decir, el acuerdo prevé aplicar el modelo trilingüe en todas las comunidades donde hay dos lenguas oficiales (el catalán, el gallego y el euskera), y un modelo lingüístico bilingüe, con el inglés como segunda lengua, en aquellas zonas donde sólo se habla castellano. A nadie se le escapa, sin embargo, que el caso catalán es el foco y el origen de esta medida.