Un año después del referéndum, el independentismo ha interpelado este lunes directamente al gobierno de Quim Torra reclamando saber cuál será su propuesta para hacer efectivo el resultado del 1-O. Los toques de atención han sido constantes a lo largo de todo el día. Pero se han desbordado con la manifestación que se ha celebrado por la noche por el centro de Barcelona hasta la Ciutadella, a las puertas del Parlament, donde se ha emplazado al ejecutivo a hacer efectivo el mandato del referéndum o dimitir.

Torra y el presidente del Parlament, Roger Torrent, han tenido que escuchar estoicamente los gritos de protesta de los manifestantes en la puerta de la Cámara, el punto donde concluía la marcha. Los políticos no tenían que intervenir en el acto, pero sí seguirlo a pie de micrófono. Un poco más atrás, seguían el acto la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, y el vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri.

Desde las siete de la tarde se habían ido situando en este punto representantes de los CDR con pancartas en las que reclamaban la dimisión del conseller de Interior, Miquel Buch, y emplazaban al Govern a desobedecer. Cuando el acto final se ha puesto en marcha, han desbordado el cordón de seguridad y se han situado en la zona reservada para las autoridades.

Tan pronto han comenzado los parlamentos, la exigencia al Govern para que haga efectivo el mandato del 1-O se ha subido al escenario. "Nuestros votos no son un cheque en blanco", ha advertido uno de los parlamentos en que se ha reclamado al Govern acabar con el autonomismo y la sumisión al Estado. O bien: "dimitid", se ha instado.

La previsión era que las intervenciones quedaban en manos de once ciudadanos que se han encargado de leer algunas de las peticiones que durante las últimas semanas se han ido recogiendo en urnas por el territorio.

Sin embargo, la representante de un CDR que ha intervenido incluso se ha salido del guion acordado para reclamar la dimisión del conseller de Interior, Miquel Buch. "No podemos seguir esperando como si no hubiera pasado", ha argumentado antes de reclamar la dimisión del conseller por las cargas de los Mossos el sábado en Barcelona.

Cuando el acto ha acabado, la tensión ha continuado y ha ido subiendo de temperatura, hasta que los jóvenes radicales han superado las vallas instaladas por los Mossos y han llegado hasta las puertas del edifico del Parlament. Allí se han quedado hasta que la policía ha cargado y los ha desalojado.

Jornada de críticas

Las críticas al Govern ya habían empezado de buena mañana con los lemas de "el pueblo decide el gobierno obedece" y "basta de autonomismo" con que ha sido recibido el ejecutivo en Sant Julià de Ramis o las advertencias de la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, reclamando un gobierno independentista con "iniciativa y autoridad".

En Sant Julià, el Govern en pleno y el presidente del Parlament han tenido que escuchar un contundente manifiesto del CDR. "Nuestro horizonte es la República Catalana y no nos conformaremos con menos", han advertido además de reclamar desobediencia civil y una estrategia colectiva "porque el pueblo no retrocede".

Las reivindicaciones de los comités no han obtenido respuesta, ni en los parlamentos posteriores ni en la declaración institucional que se ha leído al mediodía al acabar la reunión del Govern convocada en al Ayuntamiento de Sant Julià. De poco ha servido el guiño que el president ha dedicado a los CDR cuando ha admitido que apretaban pero que era lo que les tocaba hacer.

Al mediodía se ha sumado a las diferentes protestas la manifestación de los estudiantes que han desfilado por las calles de Barcelona tras los lemas ni olvido ni perdón y construimos la república y de nuevo con el grito que se hizo popular los días previos al referéndum: "las calles serán siempre nuestras".

Tampoco los estudiantes han recibido respuesta del Govern. Ni siquiera cuando se han encontrado en la plaza Sant Jaume al president que volvía de Girona. Torra se ha detenido a conversar unos instantes con los manifestantes, que lo han despedido con gritos de president. Eso no ha impedido, sin embargo, algún grito de dimisión.