Delicado, en una situación crítica y con un estado de salud deteriorado. Desde Galicia llegan gritos de alerta sobre la realidad del gallego, la lengua que sigue siendo mayoritaria, pero que, con un retroceso entre la gente joven, presenta unas perspectivas de futuro inquietantes. A grandes rasgos, las voces consultadas por ElNacional.cat coinciden en dos direcciones: el problema fundamental es la falta de transmisión, pero el complicado contexto actual del gallego todavía es reversible. A dos semanas para las elecciones, los expertos claman que la llegada del BNG y el PSdeG a la Xunta abriría una ventana de oportunidad: podría significar “un compromiso mayor de los poderes públicos con la lengua gallega”, anticipa Henrique Monteagudo, vicesecretario de la Real Academia Galega e investigador del Instituto da Lingua Galega. El mismo llamamiento hace Marcos Maceira, presidente de A Mesa Pola Normalización Lingüística: “Es urgente que haya un gobierno en Galicia que garantice la presencia del gallego en todos los ámbitos de la vida social y que acompañe al movimiento social que en los últimos años se ha mostrado vivo y dinámico”.

“El gallego sobrevive porque hay gran parte de la sociedad que lo está sosteniendo. Continuar cuatro años con un gobierno que trata a patadas la lengua sería difícil para nosotros porque constantemente tenemos que estar haciendo de escudo para amortiguar todos los golpes”, exclama Maceira. El dato más alarmante es que casi uno de cada cuatro niños de entre cinco y catorce años sabe hablar poco o nada de gallego, una cifra que no se había producido nunca. La cuestión, sin embargo, no es que la juventud abandone el gallego, sino que “no lo recibe”, explica Henrique Monteagudo: hay un abandono de la transmisión intergeneracional y, además, el sistema educativo “refuerza poderosamente la tendencia al abandono”. Así, por ejemplo, según los datos de l'Instituto Gallego de Estatística, el 19% de los menores de catorce años han aprendido a hablar en gallego, mientras que, en su momento, esta cifra era del 66% entre los actuales mayores de 65 años.

Algunas explicaciones. Para Henrique Monteagudo, las familias “tienen la percepción de que el gallego es menos útil que el castellano para integrarse en el sistema educativo y en la vida social”. Para Marcos Maceira, se está restringiendo el uso del gallego al ámbito privado y “se lo está excluyendo sistemáticamente” del ámbito público, que es donde tendría que estar. Para Xoán Antón Pérez-Lema, abogado, escritor y periodista gallego, “para los chavales es muy complicado ir contra el criterio de la lengua de su grupo”; el gallego “se acaba identificando como lengua de los profesores” y el castellano, “como la lengua de tus colegas”.

Otros datos sobre la presencia del gallego: el 0,8% de la programación infantil, el 0,9% del total de las plataformas audiovisuales, menos del 1% de los trámites judiciales y el 0,6% de los juguetes. Lo revelan el Informe Xabarín 2023 y el Informe sobre a situación da lingua galega, los dos elaborados por A Mesa pola Normalización Lingüística. Además, En Liña do Galego, un servicio gratuito ofrecido por A Mesa, recibió 488 quejas en 2021 relacionadas con los derechos lingüísticos. El Valedor don Pobo (lo equivalente al Defensor del Pueblo) también recogió casos de discriminación lingüística en su informe de 2021. Una última cifra: los hablantes de gallego en Galicia han pasado del 68% en 2003 al 58% en 2018.

Prohibido dar clases de matemáticas, física, química y tecnología en gallego

¿Y cuál es la situación actual en el sistema educativo de Galicia? Está en vigor un decreto de 2010 que impulsó Alberto Núñez Feijóo al cabo de pocos meses de llegar a la Xunta. Establece un máximo del 50% de clases en gallego si la escuela no tiene el inglés como a vehicular y de un 33% en centros trilingües. Ahora bien, el elemento más corrosivo es la distribución de las materias por lengua: matemáticas, física, química y tecnología se tienen que impartir, a toda costa, en castellano. Esta norma, “sumamente rígida”, es “especialmente nociva y perjudicial” para el gallego, dice Henrique Monteagudo. “Es una aberración que esté prohibido impartir más de la mitad de las materias en gallego, hay que levantar este veto”, exclama Marcos Maceira. “Los alumnos tienen un conocimiento parcial y limitado y se expresan mal oralmente en gallego porque lo aprenden como una lengua extranjera, y por eso es tan fundamental la inmersión”, concluye Xoán Antón Pérez-Lema.

La normativa más ambiciosa y de mayor defensa y promoción del gallego llegó en 2007 con el bipartito del PSdeG y el BNG. Fue un decreto que estuvo en vigor solo dos cursos escolares. El elemento más relevante que introdujo fue que el mínimo del 50% de las clases en gallego, que se había fijado en 2004 con el Plan xeral de normalización da lingua galega (aprobado por unanimidad con Manuel Fraga Iribarne en la Xunta), se tenía que aplicar a las materias centrales del currículum, y dejaba el castellano para la educación física, el dibujo o la música. Era un modelo próximo a la inmersión lingüística, cosa que llevó al PP a desmarcarse de él.

Desde 2004, el Plan xeral regulaba que, a partir de este 50% mínimo, los centros podían aumentar la presencia del gallego, que, en muchos casos, se sobrepasaba de manera sustancial y llegaba al 80% o el 90% gracias a un profesorado motivado y voluntarioso y a familias que lo veían con buenos ojos. Eso es lo que rompió Feijóo, que, por presiones del sector de la enseñanza privada, estableció unos máximos por primera vez. Había comarcas, especialmente las rurales, donde el gallego había adquirido mucha presencia en la educación y que tuvieron que hacer un paso atrás. Previamente, el primer avance importante había sido un decreto de Fraga de 1995 que establecía un mínimo de un tercio de las clases en gallego. El punto de partida de todo había sido A Lei de normalización lingüística de 1983, aprobada por unanimidad.

“La manifestación de la infamia”

Alfonso Rueda, actual presidente de Galicia y candidato del PP a la reelección, es la única persona que ha llegado a la presidencia de la Xunta después de “manifestarse abiertamente contra la lengua gallega”, denuncia Marcos Maceira. Se refiere a una manifestación que se celebró en febrero de 2009, los últimos meses del gobierno del PSdeG y el BNG y poco antes de las elecciones que condujeron a Feijóo a la Praza do Obradoiro. Entre 2005 y 2009, Henrique Monteagudo recuerda que, por primera vez, el PP “amparó y dio cobertura política a los discursos contrarios al gallego”.

Este contexto acabó derivando en una manifestación en 2009 organizada por Galicia Bilingüe, una entidad que ahora está integrada dentro de Hablamos Español (una plataforma muy beligerante también contra el catalán en Catalunya, en las Baleares y en el País Valencià). La protesta, con la presencia, entre otros, de Rosa Díez (exlíder de UPyD), argumentaba que el gallego se estaba imponiendo y fue “la manifestación de la infamia”, apunta a Henrique MonteagudoAlfonso Rueda, que en aquel momento era secretario general del PP de Galicia, estuvo presente: “Es una foto que lo persigue”, añade Xoán Antón Pérez-Lema.

Y es que la primera vez que se rompió el consenso lingüístico fue con la llegada de Feijóo a la Xunta, que marcó un punto de inflexión. “Desde Madrid, le explicaron que había una ventana de oportunidad para recuperar unos millares de votos para el PP con una política agresiva”, indica Xoán Antón Pérez-Lema. Durante aquellos primeros años con él en la Xunta, se aprobó el fatídico decreto de plurilingüismo y se reprodujeron expresiones, conceptos y prejuicios que parecía que estaban enterrados. Para Henrique Monteagudo, fue un momento muy negro: “El profesorado que estaba más comprometido con el gallego se asustó porque se sintió desamparado ante un clima social en el que había una rabia desencadenada contra el gallego”. Ahora bien, posteriormente, Feijóo vio que este tema no le había ayudado en absoluto a ganar las elecciones, rectificó completamente este discurso y reculó un poco. Tanto Feijóo como Rueda han acabado hablando de un “bilingüismo cordial”.

Una lengua que no es un factor divisivo y no será tema de campaña

Más allá de la salud del gallego y de la necesaria intervención para revitalizarlo, todos los expertos también coinciden que el idioma no es un elemento de debate. “La lengua hoy día no es un factor divisivo a nivel político”, sostiene Fernando Martínez, profesor de Ciencias Políticas de la Universidade de Vigo. Se suma a él Antón Losada, profesor titular de Ciencia Política de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), que apunta que “el gallego está completamente fuera del debate y no será un tema de campaña”. I Bran Barral, profesor de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la USC, deja claro que “se sigue apostando sistemáticamente por el gallego en cualquier declaración pública”.

Un claro ejemplo de eso lo apunta Antón Losada: el último diputado que habló en castellano en el Parlamento de Galicia fue Mariano Rajoy cuando era vicepresidente de la Xunta, un cargo que ocupó de 1986 a 1987. “No hay ninguna norma que te obligue a hablar en gallego, pero PP, BNG y PSdeG saben que para competir en la política gallega hay que hablar gallego”, indica. Fuentes del Parlamento de Galicia explican a ElNacional.cat que, efectivamente, “los diputados disponen de plena libertad para escoger el idioma, y eligen habitualmente el gallego para expresarse”. El Reglamento de la cámara gallega recoge que tanto el gallego como el castellano son oficiales y fija que las publicaciones serán bilingües. No hace falta utilizar un sistema de interpretación y traducción simultánea y las comunicaciones (las notas de prensa y las publicaciones en las redes sociales, por ejemplo) “se hacen habitualmente en gallego”.

El estado de salud actual del gallego, crítico y con necesidad de intervención urgente, no impide que haya briznas de esperanza. Xoán Antón Pérez-Lema subraya la importancia de los neofalantes (neohablantes) para el futuro del idioma y pone de relieve que la ciudadanía gallega ve la lengua como algo propio, como una riqueza” y deja en la periferia a la gente que está en contra de ella. Henrique Monteagudo hace un llamamiento a un plan integral, a hacer mucho más desde los ayuntamientos, a un acompañamiento social y político amplio y a discursos públicos que pongan el idioma en valor. “Hay que concienciar a la sociedad gallega de que, jugándonos la lengua, nos jugamos muchísimas cosas en términos de identidad y de país”, remacha.