Señoras y señores, España, para bien o para mal, tendrá a partir de la semana que viene el Gobierno más inverosímil de su historia. Todo el mundo se ve a venir el caos, pero el caos no debe ser necesariamente malo -bendito sea el caos, solía decir Tierno Galván- y en todo caso no será peor que los que gobernaban hasta ahora. De todos modos, la teoría según la cual lo que no puede ser no puede ser y además es imposible ya no se podrá aplicar a la política española. Gobernará el PSOE en minoría de 84 diputados que necesitará el apoyo del partido que más votos le disputa por la izquierda y los partidos que tienen como prioridad resolver la situación de sus presos y exiliados que están en manos de jueces y fiscales muy beligerantes. Comparado con lo que había hasta ahora será la España al revés.

Y esto será así tras un insólito debate parlamentario en el que el peor orador es el que ganará previsiblemente la partida, mientras que el más brillante desde el punto de vista de sus intereses y su ideología no tuvo más remedio que apresurarse a hacer las maletas. Mariano Rajoy reprochó tantas contradicciones a Pedro Sánchez que al mediodía nadie daba crédito a las informaciones que llegaban del PNV en el sentido que apoyaría la moción de censura. Pero primero fue el PDeCAT y luego los nacionalistas vascos los que confirmaron lo que parecía mentira. Según informaciones solventes, ha sido el PDeCAT quien ha arrastrado al PNV. Paradójicamente el lehendakari Urkullu y el president Puigdemont eran partidarios de la abstención que suponía la derrota de Sánchez. El líder socialista no les inspira confianza, y no es para menos teniendo en cuenta las actitudes cambiantes pero cada vez más agresivas de Sánchez respecto del pleito catalán.

Marta Pascal sondeó las bases del PDeCAT, y su posición favorable a derribar a Rajoy fue determinante para que el PNV se apuntara

 Pero las cosas se ven de una manera en Berlín, de otra en Vitoria y de otra en Madrid. Marta Pascal hizo un recorrido por el territorio y lo que percibió de la militancia exconvergente fue un deseo muy rotundo de aprovechar la ocasión para hacer caer a Rajoy. A pesar de algunos malentendidos con los homólogos del PNV, Pascal restableció contactos fluidos con el líder de PNV, Andoni Ortuzar, y con el portavoz parlamentario, Aitor Esteban. La militancia vasca también prefería votar contra Rajoy, pero además los dirigentes del PNV lo que no querían de ninguna forma era ir a elecciones, que era lo que habría sucedido si fracasaba la primera moción y Podemos y Cs forzaban una segunda. Así que Ortuzar utilizó el PDeCAT y Pascal el PNV para argumentar a sus respectivos presidentes que si se abstenían se quedaban solos salvando Rajoy y que esto provocaría un cataclismo en el partido. El uno por el otro, Rajoy en la calle.

Cuando quedó claro que la moción de censura contaba con los votos necesarios para prosperar, todo el mundo esperaba que Rajoy dimitiera, por lo que continuaría en funciones hasta que otro candidato superara la investidura. Sin embargo, Rajoy no ha estado nunca dispuesto a dimitir porque implicaría la aceptación de culpabilidad y aún quedan muchas piezas separadas sobre la corrupción del PP. Además, alargar la interinidad provocaría muy probablemente una convocatoria de elecciones con el peor momento del PP y Rajoy cree que con un Gobierno tan débil como el que será el de Pedro Sánchez podrá liderar la oposición y frenar el ascenso de Ciudadanos.

Catalunya ha sido determinante para expulsar a Rajoy del poder y determinará el nuevo Gobierno español

Ahora pues todo está por hacer y todo es posible, pero de lo que no hay duda es que el conflicto catalán determinará la vida del nuevo Gobierno. Todavía hablaba Joan Tardà en el atril y Soraya Sáenz de Santamaría ya protagonizaba la primera intervención como representante de la oposición al futuro Gobierno de Pedro Sánchez. "Estamos preocupados ante la posibilidad de que Pedro Sánchez no mantenga los acuerdos con que se comprometió con nosotros respecto a la situación en Catalunya, es importante mantener el control financiero de la Generalitat y nos genera mucha inquietud los apoyos que necesitará para gobernar". Queda claro, pues, que Catalunya será más que nunca el campo de batalla de la política española y por partida doble. Albert Rivera dijo que su no a la moción de censura era "un sí a España", pero ya no escuchaba nadie. El de Cs ha sido el orador que ha quedado más descolocado ante la nueva circunstancia. Lo que no sabemos es qué Pedro Sánchez asumirá la presidencia del Gobierno, si el que quería reprobar la represión policial del 1 de octubre, se negaba a aplicar el artículo 155 y se planteaba indultar a los presos, o el que, tras el discurso del rey Felipe el 3 de octubre, se tragó todas las iniciativas y se puso a competir con Rivera en insultos y ataques a los representantes democráticos del soberanismo catalán.

Sería muy fácil tomar una determinación si recordara que para ganar elecciones en España el PSOE necesita sacar en Catalunya el triple de escaños que el PP y que con su deriva españolista sólo ha conseguido crearse un rival que la amenaza en sus feudos principales. Ahora bien, también es verdad que los socialistas no son lo que eran. La intervención más aplaudida ayer de Rajoy fue la enumeración de citas y frases de dirigentes socialistas a cuál más agresiva contra los soberanistas y contra los presidentes catalanes. Todas de hace cuatro días. Juraban y perjuraban que nunca aceptarían llegar al poder con los votos independentistas. A medida que avanzaba el debate la bancada socialista aplaudía con menos gana. En la tribuna de prensa nadie preveía que el viernes haya un tamayazo, pero tampoco nadie se atrevía a descartarlo.