Hoy la portada fácil de hacer es la de El País. No se rompe mucho la cabeza y ensarta uno tras otro el listado de resultados en el titular principal. Es una portada un poco cobarde —burocrática, poco comprometida, llámale B—, de las que se esconden tras los hechos crudos, sin cocinar, y que explican lo que todo el mundo ya sabía antes de marcharse a dormir. Encima te cobran. Como si pidieras un bistec en el restaurante y el camarero te dejara la vaca entera sobre la mesa con un trinchante y un cuchillo para que tú mismo te sirvas. No es que no sepan hacer portadas de contexto, interpretativas —les salían perfectas durante la campaña electoral y siempre—, sino que ayer no les dio la gana de hacerlo. Quizás tenían algún disgusto grave.

Ara hace una portada parecida, un poco más interpretada, pero tan estricta que se les escapa entre los titulares lo que El Periódico y El Punt Avui resuelven en dos golpes de genio: hablar de las consecuencias de los resultados y no solo de los resultados.

"Más difícil" es una descripción —¡dos palabras!— casi perfecta del cadáver que dejan las elecciones de ayer, especialmente en el caso de un diario tan próximo a los avatares de la campaña de Pedro Sánchez que ha acabado trompeteando en los titulares los mismos argumentos del PSOE. En este sentido, el titular de hoy es un cierre casi perfecto. Hace justicia.

"Marca España" —también dos palabras— es más emocional, pero cumple con los lectores de El Punt Avui, como queriendo decirles: nos han metido en un lodazal peor del que salíamos. Es como un guiño para arrancar la tertulia y ponerse a hablar del ascenso de Vox, la recuperación del PP, la derrota de Ciudadanos, la caída de los comunes y el estancamiento del PSOE. Y acto seguido, añadir: nosotros, aquí, somos muy otra cosa.

El resto de diarios se esfuerzan algo para dar conversación a los lectores más allá de los resultados. Va flojito El Mundo, que califica las elecciones de "plebiscito", interpretación de los hechos que quizás haga daño a Pedro Sánchez pero que tiene mala relación con la realidad. Es cierto que el presidente del gobierno en funciones se ha puesto él solo en un jardín, pero para decirlo no es necesario deformar los hechos. La Vanguardia es un poco lo mismo, pero no interpreta la realidad por encima de sus posibilidades. Es la diferencia entre los que quieren explicarte alguna cosa y los que te quieren convencer de ella.

Sea como sea, algo brilla por su ausencia. Ni un diario dice que el independentismo crece y es decisivo, pese a que ha estado en el punto de mira de la campaña, la sentencia, las amenazas, los policías, los disturbios, la división y las dificultades internas, un Govern que le juega más en contra que a favor, etcétera. Este es el hecho que hace "más difícil" "configurar una mayoría" o que "dificulta la gobernabilidad".

Eso si no eres El País, que no tiene ni un mal subtítulo para señalar, cuando menos, que los indepes han ganado 125.000 votos y se han quedado a un diputado obtener la mitad de los que Catalunya manda a Madrid. Muy tristes debían estar ayer para esconder estos, digamos, detalles. Da rabia. Toda una campaña intentando no ofrecer ningún espacio al independentismo más que para mancharlo de violencia y de irracionalidad, y acabar en sus manos, las manos de los que has descrito como unos monstruos. La realidad es dura de pelar y afilada. También presente, por mucho que no quieras darle ningún titular o te niegues a verla, como los niños pequeños que se tapan las orejas para no oír aquello que no les gusta o cierran los ojos creyendo que así desaparece la sopa que no se quieren tomar.

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