El 12 de marzo, la presidencia del Parlament tendrá nueva comandancia. Los partidos independentistas tienen dos semanas para entenderse y acordar un candidato de consenso para evitar que se les escape de las manos. En caso contrario, se arriesgarían a perder el control de la segunda institución del país, en favor del PSC, que como fuerza más votada reivindica el cargo. Por primera vez, la CUP se plantea aspirar a presidir la cámara catalana, mientras Junts mantiene que, siguiendo el patrón de los últimos años, ha llegado su turno. El independentismo sitúa este cargo como determinante de cara a los próximos pasos que habrá que dar para avanzar hacia la independencia, bajo la lupa permanente del Tribunal Constitucional.

Las negociaciones a tres bandas por la investidura y el nuevo gobierno que encabeza Esquerra Republicana se están centrando en construir una estrategia de legislatura compartida y parece que avanzan provechosamente más allá de la luz de los focos. El melón de la presidencia del Parlament se abrió tras una reunión de ERC con la CUP. A raíz del éxito electoral y habiendo doblado resultados pasando de 4 a 9, los anticapitalistas se preparan para asumir un nuevo rol y arremangarse para hacerse cargo de responsabilidades institucionales.

Durante la pasada legislatura, los cupaires ya se habían ofrecido a entrar en la Mesa, cosa que nunca acabó pasando. ERC y Junts daban por hecho que esta vez sería la definitiva y los anticapitalistas contarían con una silla en la Mesa. La sorpresa llegó cuando la CUP hizo público un documento de debate interno en el cual se abría a pedir la presidencia de la cámara. Desde el miércoles, las bases debaten sobre esta posibilidad y este sábado, en el consejo político del partido, se acabará de discutir.

La aspiración de los anticapitalistas -pendiente del aval de la militancia- ha encontrado la puerta abierta de ERC, que se ha mostrado dispuesta a hablar. Esta actitud ha incomodado a Junts per Catalunya, que entiende que el cargo les corresponde. En base al acuerdo que se ha mantenido durante las dos últimas legislaturas, ERC ha ejercido la presidencia del Parlament en tanto que segunda fuerza independentista. Funcionaba de manera similar en los años de gobierno de CDC, que cedía a Unió la silla de presidente de la cámara. Desde Junts afirman que tanto ellos como la CUP priorizan la estrategia y no el reparto de sillas.

¿Oferta o línea roja?

Los votos de la CUP son clave para poder decantar la investidura, ya que, solos, ERC y Junts no suman lo suficiente. Conscientes de este poder, algunas voces dentro de la CUP presionan para que la presidencia del Parlament sea condición sine quan on para dar su apoyo a Aragonès. De hechó se acabó filtrando una información en ese sentido. Horas después, la dirección del partido afirmó que en ningún caso se trata de una línea roja. "No lo hemos puesto como condición, pero creemos que es imprescindible que no haya una mesa marcada por los tribunales españoles, una presidencia claramente antifascista", advierten. Y refuerzan la oferta con el argumento que si llega la represión, ellos no se echarán atrás.

Sea como sea, si se llegara al escenario de que Junts y la CUP presentan sus respectivas candidaturas -entre los posibles nombres está Laura Borràs y Dolors Sabater-, correrían el riesgo de que la presidencia del Parlament acabara siendo para Eva Granados, del PSC. Con todo, lo que seguro que no estaría en peligro sería la mayoría independentista en la Mesa, ya que entre ERC y Junts tendrían 4 de las 7 plazas.

Según el reglamento del Parlament, la votación para escoger al presidente se hace a través de papeleta. Cada diputado escribe un nombre o deja el papel en blanco. Sale escogido quien obtiene la mayoría absoluta. Si no, se repite la votación entre los dos aspirantes que más se han acercado a la mayoría y sale elegido quien tiene más votos. En caso de empate, gana el candidato de la lista más votada a las elecciones, en este caso, el PSC.

Es decir, si ERC, Junts y la CUP acuerdan un candidato, no habría ninguna traba para que llegara a la presidencia. Pero si cada uno se vota el suyo, los socialsitas podrían hacer carambola gracias al apoyo del resto de formaciones.

En la imagen principal, el hemiciclo del Parlament, vacío, espera a sus nuevos inquilinos.