Una portada sirve para muchas cosas, incluidas algunas muy profanas. Hoy casi todas las portadas ejercen de portadas, alguna con un cierto aire de inquisición y todo: pican, muerden, hieren con los hechos por delante. Era el día que el gobierno español tenía que recibir —y recibe de lo lindo.

Excepto El País, que te quiere impresionar con un dato global y vaporoso (cuánta gente es "un tercio de la humanidad"?) mientras lo que a ti te hace daño es el pariente, el amigo o el vecino muertos en el hospital; el confinamiento en casa con los chicos inquietos; el ERTE que la ha tocado a tu pareja; el teletrabajo de las narices —ya empiezas a pensar que está muy sobrevalorado—, o que la "única autoridad competente" no te diga cómo quieren acabar con todo esto mientras te muestran soldados de la UME rociando de lejía el vestíbulo del aeropuerto.

Una portada que llama la atención es la de La Vanguardia. Quizá tú también has estado a punto de caerte de la silla al ver que,en el titular principal, el president Torra queda bien y lo lucen, aunque insista en agravar el confinamiento —como hace días—, gracias a los datos de que dispone, aunque no vaya en la línea de la "única autoridad competente". Si se lee acto seguido el título vecino, da la impresión de que el diario —los hechos, más bien— atiza un segundo martillazo a la gestión centralizada de la crisis del coronavirus. Eso: una portada que es una portada.

Otras tampoco van cojas. La de El Mundo, por ejemplo, aporta un dato formidable: las comunidades autónomas han debido comprar 52 millones de mascarillas porque el ministerio de Sanidad no ha sido capaz de hacerlo hasta ayer. El Mundo bautiza la cosa de "descontrol". Ara, que también hace llorar la portada por aquí, lo llama "caos".

Sorprende que no se haya dicho antes. Hace muchos años que el Ministerio de Sanidad es un "ministerio-florero", porque sus competencias fueron traspasadas a las comunidades autónomas cuando se quería hacer de España un estado que situaba cerca de los ciudadanos la administración de los servicios públicos. De repente, hace once días, el ministerio pasa a ser parte de la "única autoridad competente" y lo ponen en medio del estadio donde juega la pandemia. Es como si Argentina vuelve a convocar a Maradona para jugar contra el Brasil de Neymar. El resultado sería, exacto, descontrol y caos.

La confusión de Sanidad no se acabará, sin embargo, por muy colosal que sea el talonario del ministro, que ayer se gastó 430 millones en material sanitario —pim-pum. Eso sí lo explica El País en portada: los tests comprados en China tienen una sensibilidad del 30% y los médicos los necesitan del 80%. Mucho talonario y poca maña acaban así.

En este punto, cuesta entender que si El Mundo puede abrir con 52 millones de mascarillas compradas aprisa y corriendo, El País no quiera hacerlo con esos 640.000 test imprecisos. Lo tenían a huevo.

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