Secuestrada, estrellada, dividida, poco multitudinaria... Estos son sólo algunos de los calificativos que la prensa española utiliza para describir la manifestación de la Diada que ayer vivió Barcelona, y estos son sólo algunos de los adjetivos que demuestran, una vez más, que los medios estatales tienen una visión y una versión muy diferente de lo que se está viviendo en Catalunya.

Una manifestación que, según muchos medios, sirvió para convencer los "no convencidos" de que la desobediencia es el camino; y una movilización que, a pesar de perder año tras año apoyos —todo eso siempre según la interpretación de los medios de Madrid- sigue haciéndose ver por los gritos y el ruido que hace la ciudadanía.

El secuestro de la calle

Este es el título del editorial de La Razón, una editorial que empieza asegurando que "no hay nada más nocivo para las democracias que dejarse impresionar por los movimientos de masas", movimientos que "pretenden sustituir la voluntad soberana, expresada en las urnas y representada a las instituciones".

Dejando claro que con el escrito no pretenden "disimular el éxito público de la Diada", subrayan que "la vistosa coreografía de las multitudes puede influenciar en el ánimo de la opinión pública, sobre la cual se busca causar una impresión muy visual que afecte a la reflexión y a la correcta percepción de la realidad". Ahora bien. Una vez escrito eso, se (re)posicionen y manifiestan que "no creemos que este sea el caso".

De hecho, consideran —como los otros años— que "la desobediencia pierde fieles" y si se comparan las diferentes portadas del medio citado de estos últimos años se puede ver que cada Once de Septiembre titulan igual: "La Diada se desinfla".

Lo que realmente les preocupa es "la operación golpista de la Generalitat y su Parlament contra la Constitución". Según su opinión, si el proceso continúa vivo no es por las movilizaciones en la calle, "sino por la utilización delictiva de las propias instituciones del Principado". Por todo ello avisan sus lectores de que si participan del referéndum serán cómplices del delito.

Objetivo fallido

Para el director de La Razón, Francisco Marhuenda, celebrar el Onze de Setembre es un "disparate" porque "fuimos derrotados". Precisamente por eso sustenta que "somos originales" porque "celebramos una traición", aunque, según su opinión, lo que ha acabado pasando es que "el nacionalismo no ha conseguido su objetivo".

Marhuenda, que subraya que él es de Barcelona y que justamente por eso sabe la gente que se puede reunir, suelta que "ya pueden decir mil millones o dos-mil millones o los que les dé la gana porque, claro, la mentira tiene las patitas muy cortas". El máximo de personas que acudieron a la manifestación es, como mucho, 400.000 personas y si en todo caso pareció que fueran más es porque "gritan mucho y hace mucho de ruido".

Por todo ello pide a sus lectores no hacer "ni caso" de todas estas "cifras millonarias" y asegura que "los partidos políticos serios lo saben muy bien". El "despropósito" mayor de la jornada, siempre según la visión del director de La Razón, fue ver al líder de Podemos llamando "Catalunya libre y soberana".

La coartada perfecta

El ABC tiene claro que la Diada "se ha convertido en la coartada embrionaria de un movimiento transversal y totalitario de acoso y derribo de la democracia" porque, desde hace unos años, "ya no es la fiesta de los catalanes, sino de una minoría radicalizada e intransigente, capaz de manejar las emociones de millones de personas hasta obligarlas a ver en el «odio en España» la panacea de todos sus males".

La de ayer fue una muestra más de uno "coartada de un independentismo chantajista y sin complejos para convulsionar las calles", así como "una basta manipulación de la historia para señalar con el dedo, amenazar y excluir a esta mitad de catalanes que, como mínimo, se declara abiertamente contraría a la secesión".

Todo servirá para perpetrar un "doble golpe": el de la ruptura territorial y el "golpe ideológico [...] y una transición hacia el más oscuro de un comunismo rancio y autoritario". Precisamente por eso, la Diada ya no es lo que era y se ha convertido ahora "en la coartada embrionaria de un movimiento transversal y totalitario de acoso y derribo de la democracia". De hecho, por el ABC, la manifestación de ayer dejó claro que "Catalunya ha perdido su bandera" y que la ha cambiado por la estelada.

Fraude a los catalanes

Así titula El País su editorial, que lo subtitula subrayando que respetan los manifestantes, pero no el Govern "que amenaza, manipula y miente". Pretendiendo dejar claro que "el derecho a manifestarse es libre", el diario citado admite que "España es una democracia adelantada y sigue comportándose según sus reglas", pero carga contra los de Carles Puigdemont por su "obsesión para convertir las manifestaciones en demostraciones de fuerza".

Demostraciones de fuerza que ejemplarizan bajo el argumento que los participantes "no "aumentan" y que, además, "se contabiliza como militantes de la causa incluido a los niños". Pero todo eso, subrayan, "no es barómetro democrático" porque consideran que "un cierto grado de calor popular no constituye ninguna coartada por actuaciones ilegales de las instituciones" ni tampoco ningún escudo "para leyes autoritarias".

La manifestación de ayer es, por el medio mencionado, "el acta de certificación del fin de las sonrisas; de la pretensión de unanimidad; el registro de la fragmentación de la sociedad catalana; la ceremonia que retrata una Catalunya dividida" porque, destacan, los organizadores "han olvidado el derecho a decidir, para abonar directamente la ruptura abrupta."

La alternativa al referéndum

El País tiene claro que existe una "alternativa al referéndum", como lo podría ser reforzar el Estatuto o la Constitución y subraya que la votación del 1-O "es ilegal". A partir de aquí, la editorial empieza a enumerar sin ambages todas las "falsedades" que dice el Govern, como que España robe a los catalanes o que se los prohíba votar.

Ahora bien. Todo eso ha servido para que el ejecutivo catalán acabe distinguiendo los que son partidarios de su referéndum ilegal de los demás a quien denigra como "súbditos"; incitando a la agresión verbal y el escarnio contra los alcaldes que no le son fieles".

Todo eso, según el diario citado, acabará convirtiendo los de Puigdemont en "un problema de orden público, después de encarnar un problema de moral pública". Un problema, tal como se puede ver en su portada, que ya se hacía visible ayer cuando "los independentistas impusieron una celebración exclusiva para los partidarios del referéndum", aunque "la participación frustró las expectativas y a duras penas llegó al medio millón".

Desobediencia a las calles

El Mundo, de su lado, dibuja la manifestación como la "vía de la calle contra el Estado" y subraya que aunque haga años que ya se celebran concentraciones multitudinarias, este año "las circunstancias han cambiado y la gravedad es otra" porque se ha celebrado sólo cuatro días más tarde que el Parlament aprobara las leyes del Referéndum y de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República, una actuación que, como el resto, tildan de "golpista".

De hecho, ya lo ilustran así en su portada, donde se puede ver una imagen del coronel Antonio Tejero haciendo el golpe de estado del 23-F y donde se puede leer "¡Todo el mundo al suelo! ¡Voy a votar!". Una imagen que han utilizado como les ha parecido y que refuerza las afirmaciones que dicen a su editorial como, por ejemplo, que "el separatismo, después de pervertir las instituciones de Catalunya secuestrando el todo a manos de una parte, extendió este lunes su propósito de apropiación en el espacio público con la esperanza de provocar el desbordamiento del Estado amparándose en un movimiento de masas".

Este diario, justifica el título de "La Diada de la desobediencia" bajo el argumento que ni el expresident Artur Mas se plantó a las manifestaciones y que, incluso, Puigdemont el año pasado se quedó en Girona; pero este año ha estado muy diferente porque "se ha dado apoyo a la impunidad de sus gobernantes investigados por desobediencia, prevaricación y malversación".

De hecho, cuestiona la legitimidad del proceso por hechos como personalidades como el fundador de Wikileaks, Julian Assange o el líder de Bildu, Arnaldo Otegi, los den apoyo porque eso escenifica que "la degradación del paissatge retórico que acompaña siempre los procesos revolucionarios".

La Diada más estrellada

El Español va un paso más allá y hace un juego de palabras entre la estelada y la manifestación, según su opinión, "más estrellada" en un Onze de Setembre, en la Diada "pre-referéndum". Según apuntan, fue la celebración "más estrellada" porque "hubo más banderas estrelladas que nunca y también menor asistencia".

Este diario asegura que la ANC "ha intentado maquillar los números", pero remarca que "las imágenes hablan por sí solas" y que, precisamente por eso, "la caída de la participación es muy significativa" para que, según su opinión, "una Diada de récord hubiera complicado más las cosas en el Estado".

De hecho, en su portada ya subrayan que fue una Diada "sin récord", así como que el president Puigdemont "ha perdido su gran ocasión de asustar al Estado". Eso es una muestra más que "la amenaza continúa, pero no va además".

Lo peor de todo, sin embargo, es que están convencidos de que se generará un "problema de orden público" cuando los catalanes que tienen claro que el 1-O votarán vean que no pueden hacerlo y se incremente "su grado de agitación y de frustración".

Y acaba soltando que "la verdad es que cuando ha llegado la hora y los independentistas han medido sus fuerzas en la calle han quedado en evidencia".

Independentismo de calle

Carlos Herrera ha empezado su editorial en Herrera en Cope tildando la manifestación de "independentismo de calle" —como lo ha hecho El Mundo-, un independentismo "hecho movilización que pretende ser presión y que ha perdido un poco de fuerza" porque "fue menos gente".

A juicio suyo, la manifestación "es un acto voluntarista que quiere ver debilidad en el adversario", sin embargo, eso sí, acaba reconociendo que "había mucha gente que estaba mucho convencida". Herrera, que ha comparado la movilización de la Diada con "muchos de los espectáculos como los que montan en la manifestación contra el terrorismo o el del Parlament", pone encima de la mesa que "el desafio es evidente porque los que estaban a la manifestación, que quizás eran menos, estaban mucho más convencidos, dispuestos a muchas más cosas" y, lo que es más para él, "se creen en pies puntas que Catalunya será independiente".

Lo peor de todo, siempre según la visión del presentador de la Cope, fue el comportamiento de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, porque "quiere ser presidenta de la Generalitat y quitarle el mérito a Pablo Iglesias, por eso permite eso", ha sentenciado.

Señora manifestación

Mientras tanto, Carlos Alsina ha discrepado del resto de medios a Más de Uno de Onda Cero y ha reconocido que "escuche, sí, hubo mucha gente" admitiendo que "fue una señora manifestación"; eso sí, de medio millón de personas y no de más de un millón como anunciaba ayer a la Guardia Urbana. Una sutil discrepancia que, al final, ha acabado confluyendo en las mismas reflexiones que el resto de medios estatales poniendo de relieve que ayer "sólo había una cuarta parte de los votantes de JxSí y la CUP".

Alsina envía un mensaje claro al Govern recordándolos que, a pesar de la gente que les da apoyo, no legitima el hecho de sacar adelante el referéndum y los recuerda que la Constitución "existe para proteger a los ciudadanos". En este punto, el conductor del programa empieza a recular|retroceder asegurando que este año, la Diada ha flojeado, pero no por la cantidad de manifestantes, sino por el "relato, la narrativa y las palabras".

Y es que Alsina considera que los parlamentos de las diferentes personalidades "fue sobreactuado, exagerado y de postureo" y, además, aprovecha para cargar contra Julian Assange, a quien tilda de "wiki independentista" para hacer campaña por|para el referéndum como también lo hace Nicolás Maduro o Podemos cuando "en realidad, no tiene ni idea" de qué va esta vaina.

Una editorial que acaba mezclando el proceso con el huracán Irma por el tiempo que tardará Florida al restablecerse y recuperarse.