La desobediencia civil es una de las armas más potentes y efectivas de protesta democrática. Lo es porque la única forma de legitimación de un Estado democrático es el consentimiento y la obediencia voluntaria de sus ciudadanos. "La voluntad del pueblo es el fundamento de la autoridad del Estado", dice la Declaración Universal de Derechos Humanos. Por eso, poner en contradicción la voluntad del pueblo y la autoridad estatal de forma sostenida y masiva tiene efectos devastadores en la legitimidad del sistema.

El objetivo de la desobediencia civil es forzar al aparato represivo del Estado a tomar decisiones que lo deslegitiman. Su éxito es conseguirlo, porque pone de manifiesto que las leyes son injustas y deben cambiar o que las autoridades las aplican arbitrariamente. El acto de la desobediencia pone al Estado en un dilema en el que siempre pierde: si aplica la represión se deslegitima, si no la aplica pierde autoridad. Basta con que una persona o una minoría estén dispuestos a ir a prisión por defender un ideal de justicia para poner todo el sistema en jaque.

La desobediencia se distingue de otras formas de disidencia organizada en que no se cuestiona la fidelidad a la ley o al sistema político en general

John Rawls, el padre de la filosofía política contemporánea, definió la desobediencia civil como un acto ilegal, no violento, de naturaleza pública y política, cometido con el objetivo de conseguir un cambio en la ley. De esta manera se puede denunciar una situación injusta apelando al sentido de la justicia de la mayoría de la comunidad. Según este autor, la desobediencia se distingue de otras formas de disidencia organizada en que no cuestiona la fidelidad a la ley o al sistema político en general, lo cual se demuestra aceptando el posible castigo que pueda comportar.

Es muy importante distinguir la desobediencia civil de otras formas de revuelta colectiva potencialmente revolucionarias. Sobre todo es muy importante tener claro si se trata de un acto de expresión y concienciación o forma parte de lo que podríamos denominar un levantamiento popular. Si el objetivo de un acto es que todos se sumen a él de forma coordinada, en realidad no es desobediencia civil en sentido propio sino que ya es una revuelta completa. Es muy importante tener claros los conceptos, porque la comunicación pública es esencial en el éxito de cualquier iniciativa, y la confusión sobre los objetivos de un movimiento sólo lo pueden llevar al fracaso.

Veamos cuáles son las diferencias principales entre desobediencia civil (DC) y revuelta popular (RP):

  • La DC es un acto estrictamente individual; la RP es acto colectivo y coordinado.
  • La DC es más un acto de denuncia; la RP es más un acto de resistencia.
  • La DC tendrá éxito si participa una minoría, la RP fracasará si no colabora una mayoría.
  • De hecho, la DC sólo aspira a la simpatía de la mayoría, la RP requiere adhesión expresa.
  • Por el anterior, la DC no necesita señalar ni culpar al quien no se une. La RP tiene que hacerlo como mecanismo para obligar a todos a definirse.
  • La pasividad de la mayoría no impide el éxito de la DC. En la RP, la pasividad es complicidad con el statu quo.
  • La DC se extiende por imitación espontánea de personas a título particular. La RP avanza con la coordinación y organización de todos los implicados.
  • Quien practica la DC acepta el castigo correspondiente. Quien participa en un RP se enfrenta abiertamente a la represión.
  • En la DC si te detienen ganas, en un RP si te detienen pierdes.
  • A la DC le basta con denunciar las leyes injustas o arbitrarias. La RP necesita también impedir efectivamente su aplicación.
  • La DC es siempre 100% pacífica. La RP puede incluir el uso de fuerza o la violencia organizada.
  • LA DC en definitiva, quiere deslegitimar el poder, mientras que la RP aspira a tomar el poder.
  • Por el anterior, la DC no necesita ninguna disciplina ni líder; en cambio, la RP necesita una dirección clara y coordinada.

En definitiva, las diferencias entre movimiento de desobediencia civil y un levantamiento popular no pueden ser más marcadas. Ambas son formas legítimas y potencialmente eficaces de revuelta democrática. Pero confundirlas puede hacer que no alcances los objetivos de una ni de otra, porque no siempre son compatibles. ¿Quiere eso decir que son estrategias radicalmente excluyentes? En absoluto. Sólo quiere decir que es esencial explicar con precisión qué estás haciendo, porque la comunicación efectiva es parte del acto en sí.

Finalmente, hay que advertir que si bien la diferencia es clara y nítida cuando hablamos de desobediencia individual, todo es mucho más complicado cuando se habla de trasladarla a las instituciones. En principio, sólo tiene sentido que la ejerzan los representantes políticos a nivel personal. En el momento en que esté una cosa colectiva y oficial, entonces tiene muchos elementos en común con una revuelta popular. Tantos que pueden llegar a ser indiferenciables.

En principio, sólo tiene sentido que ejerzan la desobediencia civil los representantes políticos a nivel personal

Las instituciones se basan en una cadena de obediencias y relaciones jerárquicas. La desobediencia institucional propiamente dicha supone la renuncia al poder o dificulta mucho su ejercicio. Es decir, desobedeciendo deslegitimas el Estado, pero también en cierta manera renuncias a hacerte obedecer. Por eso, probablemente la desobediencia de los cargos electos (cuando menos de los nacionales) no es el instrumento idóneo para constituir un nuevo Estado.

La desobediencia institucional puede ser muy efectiva, por el hecho de que tiene el potencial de hacer colapsar muy rápidamente el funcionamiento global de las instituciones, además del aparato represivo del Estado. Pero no es una vía unilateral para alcanzar la independencia. Para entendernos, una Declaración Unilateral de Independencia y la desobediencia institucional son estrategias mutuamente excluyentes. En cambio, la desobediencia civil individual, es perfectamente compatible con la vía unilateral.

Una Declaración Unilateral de Independencia y la desobediencia institucional son estrategias mutuamente excluyentes

Lo mejor que puede hacer el independentismo si quiere fracasar es confundir las desobediencias personales, las institucionales y la vía unilateral de construcción del nuevo Estado. Todas ellas son útiles para objetivos concretos y pueden potencialmente combinarse con éxito, porque en un proceso de independencia la deslegitimación del Estado existente va paralela a la construcción del nuevo.

Poner en práctica todas las estrategias a troche y moche es KO seguro, porque dividirá a las fuerzas implicadas e impedirá comunicar eficazmente lo que se está haciendo. Pero el reto de articularlas no es más complicado que otros que ya ha superado el independentismo. Aplicada con inteligencia, la desobediencia puede ser eficaz y decisiva.

Josep Costa es Letrado y profesor asociado de Teoría Política a la UPF.