Al candidato Pedro Sánchez el debate de investidura se le ha ido de las manos. Se le ha escapó desde el mismo momento en que el lunes se subió en la tribuna y decidió poner en el mismo plato de la balanza el apoyo de Podemos y la abstención de PP y Cs; desde el instante en que decidió no decir ni una palabra sobre Catalunya en las dos primeras horas de intervención inicial ni aportar ninguna respuesta al pulso independentista en el resto del debate. Pero el candidato no ha rectificado en la segunda jornada de debate y ha mantenido exactamente el mismo tono mientras la investidura se le escapa entre los dedos y le aboca a una negociación agónica y a contrarreloj. De momento, este martes ha perdido la primera votación en el Congreso.

Solo ha conseguido el voto a favor del PSOE y del único diputado que ha podido sumar, el del Partido Regionalista de Cantabria (PRC). Podemos ha decidido en el último momento abstenerse, como gesto para facilitar la negociación, e Irene Montero, que ha votado telemáticamente a las nueve de la mañana, lo ha hecho en contra. También el PNB se ha abstenido, igual que Bildu y Compromís. ERC y JxCat han votado en contra. También el resto de fuerzas, encabezados por PP y Cs.

Todo apunta que, a no ser que haya un giro radical en el planteamiento del PSOE difícilmente conseguirá dar un vuelco a la situación en 48 horas, cuando se tendrá que substanciar la segunda vuelta. La imagen que el PSOE apuesta por un gobierno en solitario y está dispuesto a ir a nuevas elecciones si la oposición no abre camino ha quedado instalada en el escenario político español.

Las alarmas se han disparado con tanta intensidad en los despachos del PSOE que la número dos del gobierno, Carmen Calvo, ha convocado a media mañana a la prensa para dar su versión de las negociaciones. Rompiendo todas las normas de cortesía parlamentaria, mientras desde la tribuna hablaba el líder del PNV, Aitor Esteban, Calvo ha salido del hemiciclo para contrarrestar desde el patio del Congreso los reproches que el día antes les había dedicado Pablo Iglesias sin que Sánchez demostrara capacitado para reaccionar. El PSOE ha convocado para mañana de urgencia su ejecutiva para abordar las negociaciones.

A primera hora de la mañana, Sánchez había escuchado los toques de atención que hacía resonar dentro del hemiciclo el republicano Gabriel Rufián. "Todavía se puede salvar la situación", le advertía el portavoz de ERC mientras alertaba que será "una irresponsabilidad histórica que sólo pagará la izquierda" verter a España a unas nuevas elecciones. "Este pato lo pagaremos todos. Si con estas mimbres no somos capaces de dar respuesta, merecemos que todos los hijos de Aznar y don Pelayo nos pasen por encima", alertaba.

Sánchez iba apuntando en una gran libreta de tapas rojas los reproches de los grupos, que a pesar de partir de argumentos radicalmente opuestos todos concluían en el mismo punto. También consultaba a menudo su móvil. Con todo, sus respuestas no se han movido ni un milímetro a lo largo de las horas de debate. Ningún gesto para facilitar el acuerdo, ninguna respuesta para Catalunya.

Justo delante de Sánchez, en el lado opuesta del hemiciclo, Pablo Casado ha seguido el debate relajado y sin abandonar la sonrisa irónica, con Cayetana Álvarez de Toledo, su apuesta fallida en Catalunya, cinco filas más atrás, y con un Albert Rivera, descentrado y desenfocado, en el otro extremo de la hilera de escaños, junto a Inés Arrimadas. Rivera incluso ha tenido que escuchar cómo el peneuvista Aitor Esteban lo situaba como miembro por una banda de Mariachis y la socialista Ariadna Lastra le reprochaba que lo más valiente que ha hecho es jugársela a pillar un resfriado apareciendo "despelotado" en un cartel electoral.

Catalunya: convivencia

Tanto Rufián como la portavoz de Junts, Laura Borràs, han reclamado a Sánchez una respuesta para Catalunya. Al primero Sánchez le ha advertido que se tiene que poner fin a la vía unilateral y sentarse a hablar de un problema que, según el candidato, es de "convivencia y no de independencia". A la segunda le ha lanzado que están enemistados con la realidad, que se han instalado en la antipolítica y que son "inútiles" desde el punto de vista parlamentario para defender los intereses y la prosperidad del pueblo catalán.

"Usted es el aspirante a gobierno, no fomente las fake news. En Catalunya no hay una crisis de convivencia. Quien tiene un problema convivencia es el Estado español", ha replicado Borràs, además de exigirle respeto al president Quim Torra y advertirle que no ha sido capaz de leer los resultados y que no ha hecho nada para conseguir los votos que necesita para ser investido.

Este último reproche le ha llovido al candidato socialista de todos lados. Todos los grupos le han advertido que la gobernabilidad requiere diálogo, que no puede esperar gobernar gracias a la abstención de la derecha.

"Estoy desconcertado, ¿qué no quiere ser investido?", le ha llegado a interrogar Aitor Esteban, que ha mostrado la disposición de su grupo a la abstención a pesar de reprochar que hace dos semanas que no les telefonea el PSOE.

La membrana de incertidumbre que se ha acabado instalando en el pleno del Congreso ha atrapado el interés por el debate hasta el último de los diputados que tenían que intervenir. El hemiciclo no ha asistido hoy a la desbandada al bar que se produce cada vez que intervienen los partidos con menor representación.

Pero no ha habido novedad. Los reproches a Sánchez se han ido repitiendo con excepciones muy singulares. "Usted es un candidato que llega a este debate como el rey desnudo", le ha reprochado desde Coalición Canaria Ana Oramas: "Su soberbia señor Sánchez le está matando".

Con todo, cuando ha intervenido la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, el posicionamiento tampoco ha variado en lo más mínimo. También el tono altivo, cuando ha exigido respeto a Podemos hacia un PSOE centenario - "ustedes no son la prueba del algodón de este partido", ha reprochado- y cuando ha repasado uno a uno al resto de grupos, incluido aquellos a quien piden apoyo.

Con el final de la sesión ha empezado la carrera de 48 horas del PSOE para intentar salvar la segunda votación de la investidura. En caso contrario se habrá activado la cuenta atrás para nuevas elecciones.