La presencia del rey Felipe VI en Barcelona para participar en los actos institucionales en homenaje a las víctimas del 17-A ha estado rodeada de una fuerte tensión. En la Casa Real había una gran preocupación por no repetir las escenas que se vivieron hace un año con una intensa bronca contra el monarca en la plaça Catalunya que incluso provocó la indisposición de la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que tuvo que abandonar el acto. Esto ha dado pie a que Felipe VI no participara en el momento más emotivo de la jornada, la ofrenda floral a las víctimas en la Rambla, pero además, ha impedido que acudiera el presidente español, Pedro Sánchez, según fuentes del Govern.

La presencia del monarca se ha blindado y se ha limitado al acto de la plaza Catalunya, que, después de que las entidades soberanistas han emplazado a no politizar la cita, sí ha sido copada en buena parte por simpatizantes unionistas que han vitoreado a Felipe VI.

El monarca no ha participado en ningún otro de los actos de homenaje a las víctimas. No ha asistido a la recepción institucional que el Ayuntamiento ha hecho a los familiares. Ni en el recorrido entre el consistorio y la Rambla, ni tampoco en la ofrenda floral en el mosaico del Pla de l'Os, donde se paró el vehículo con que se perpetró el atentado, y que el año pasado se convirtió en el epicentro de las muestras de duelo.

A pesar de que, tanto la Rambla como la plaça Catalunya estaban blindadas, el Rey no se ha querido exponer a la posibilidad de recibir las protestas que lo acompañan cada vez que pisa Catalunya y que no han hecho más que crecer en virulencia después de su intervención del 3 de octubre.

Pero el monarca tampoco estaba dispuesto a que su ausencia fuera la única, según fuentes presentes en la organización de los actos que aseguran que han sido las presiones de la Casa Real las que han impedido que el presidente, Pedro Sánchez, acudiera a la ofrenda floral.

Según estas fuentes, la Casa Real se negó a ir al ayuntamiento y a la ofrenda y presionó al presidente del ejecutivo español para que tampoco acudiera.

Otras fuentes apuntan que la negativa de la Casa Real a acudir al ayuntamiento habría sido debida al hecho de que el consistorio no aceptó que en la visita a la sede municipal Felipe VI y Pedro Sánchez impusieran unas medallas a las víctimas y familiares.

Con todo, tanto la Moncloa como el Ayuntamiento de Barcelona han hecho lo imposible por impedir que Felipe VI se volviera a marchar de Barcelona con un nuevo chubasco. Después de la inédita bronca que tuvo que encajar el año pasado en el acto organizado en protesta por el atentado, la ciudad de Barcelona se tuvo que blindar el pasado mes de febrero con motivo de la inauguración del Mobile World Congress para que el monarca pudiera presidir la cena inaugural, en la cual sufrió la frialdad de las instituciones catalanas, y este mes de junio tuvo que celebrar el acto de entrega de los premios Princesa de Girona en un local privado. Sólo la inauguración de los Juegos Mediterráneos dieron un respiro al Rey, aunque el precio fue celebrar el acto en un estadio prácticamente vacío.