Sobre el papel, Josep Borrell es el encargado de promover la imagen de España fuera de sus fronteras. La realidad es muy distinta: el ministro de Exteriores abandonando una entrevista con la televisión alemana porque el periodista le pone sobre la mesa encuestas que dicen que la mayoría de españoles quieren reformar la Constitución. "Podrías hacer mejor tus preguntas", le dice el dirigente socialista. "Yo no estoy aquí para hacerle las preguntas que usted quiere, ministro," le responde el presentador.

Lejos de ser una anécdota, este episodio ha sido una constante de los casi diez meses del político catalán al frente del Ministerio de Exteriores. Tampoco es la primera vez que abre un conflicto, ya sea con un medio de comunicación internacional o con autoridades o colectivos de otros países. En el corto mandato, que ya se le acaba (es el único ministro que probablemente no seguirá si Sánchez revalida la mayoría), diplomático lo ha sido poco; ha saltado de conflicto en conflicto y de incendio en incendio. Diez meses han dado para mucho.

La entrevista con la televisión pública alemana, según ha podido saber este diario, fue grabada el pasado jueves 21 de marzo. Tres días antes que se abriera una nueva ola de conflictos. En primer lugar, con la declaración de 41 senadores franceses de diferentes partidos --también del de Emmanuel Macron-- pidiendo la libertad de los presos políticos, a pesar de los movimientos de la embajada española en París.

Aunque tan sólo eran 41 senadores, su respuesta fue convocar al embajador francés y forzar al Elíseo a posicionarse a su lado a través de un comunicado el lunes por la noche. Calificó el texto de "inadmisible" y a los parlamentarios franceses los trató de desinformados. Incluso el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, envió una carta al presidente del Senado francés para dejar claro que en el Estado español no hay presos políticos.

Borrell ha saltado de conflicto en conflicto. Diez meses han dado para mucho.

Borrell no tenía suficiente con el dossier francés que se le abrió otro en México. El recientemente escogido presidente Andrés Manuel López Obrador decidía hacer pública la carta al rey Felipe VI y al papa Francisco donde les instaba a pedir perdón por los abusos durante la conquista del país norteamericano, en clave de reparación histórica. Si el mandatario mexicano decidió exponerla a la opinión pública es porque, 24 días después de enviarla a través del Ministerio de Exteriores, no había recibido ningún tipo de respuesta. No pedía ningún tipo de compensación económica; simplemente el reconocimiento del daño causado, como el Papa sí que ha reconocido en anteriores ocasiones.

¿La respuesta del ministro Borrell? Esto no toca. "Parece un poco extraño que en este momento se planteen peticiones de disculpas sobre acontecimientos ocurridos hace 500 años", decía el ministro desde Argentina, donde se encontraba de viaje acompañando justamente al monarca español. Ironizaba con el hecho de que España no exija tampoco disculpas de Francia por lo que hicieron los soldados de Napoleón cuando invadieron España ni los franceses las solicitan a Italia por la conquista de las Galia por Julio César.

Estos, y dejando de lado escupitajos inventados de diputados de ERC, son sólo los últimos episodios del ministro más polémico de todo el gabinete de Pedro Sánchez. El único que ha embarcado de viaje a Bruselas y que probablemente no repetirá si los socialistas se mantienen en la Moncloa después del 28-A.

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El otoño caliente de Borrell

No hay que ir tan lejos para encontrar otro conflicto diplomático abierto por Borrell, que vivió un auténtico otoño caliente. El 16 de octubre del año pasado, el ministro, de manera inédita, decidió retirar el status diplomático al delegado del gobierno de Flandes en el Estado español. También informaba de que no acreditaría a sus sucesores. El motivo de esta ofensiva eran las declaraciones que había hecho el presidente del Parlamento de Flandes, Jan Peumans, quien había asegurado que los presos políticos hacían de España "incapaz de cumplir las condiciones para formar parte de una Europa democrática". Antes Borrell ya había llamado a consultas al embajador belga.

Al día siguiente, el 17 de octubre las presiones del ministro conseguían el cese de Fernando Turró, cónsul honorario de Grecia en Barcelona, por "agravios a la bandera del Estado español". El motivo alegado por Borrell era su participación en un acto con Carles Puigdemont en diciembre de 2017 y su supuesta asistencia a la última manifestación de la Diada con una camiseta de la ANC.

El cese de cónsules no es una práctica nueva: el gobierno de Rajoy ya consiguió apartar a los cónsules en Barcelona de Letonia, Filipinas y Finlandia. Borrell lo dejaba claro el pasado diciembre: presionará para cesar a todos aquellos que "actúen en apoyo al separatismo".

"Matar a cuatro indios"

Probablemente uno de los episodios más recordados --y más chalados-- del ministro de Exteriores tuvo lugar el pasado noviembre en un debate en la Universidad Complutense de Madrid. El mismo día que se supo que tenía que pagar 30.000 euros por hacer uso de información privilegiada en el asunto de la venta de acciones de Abengoa salió con una ocurrencia. Literalmente, Josep Borrell dijo que en los Estados Unidos no había problemas de integración porque "lo único que hicieron fue matar a cuatro indios".

La ocurrencia fue fuertemente contestada por los nativos norteamericanos. "Para disculparse tendría que repatriarnos nuestro patrimonio cultural y ancestral", le replicó la Asociación de Indios Americanos. En declaraciones a la ACN, su directora ejecutiva, Shannon Keller O'Loughlin, le retó a aprender un poco de historia: "Quizás necesita una educación completa sobre los millones de indios americanos que fueron asesinados, devastados por enfermedades, desposeídos de sus tierras, robados de sus tumbas o que vieron cómo les secuestraban a los hijos".

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Cruzada contra el independentismo

Pero si por algo se ha caracterizado el corto mandato de Josep Borrell como ministro de Exteriores es por su cruzada declarada contra el independentismo en el plano internacional. Especialmente después de que Alemania y Bélgica tumbaran las euroórdenes contra el Govern en el exilio, un hecho que dejaba la imagen del Estado español muy tocada. Y ha utilizado todas las armas a su alcance, desde vetos hasta ruptura de relaciones, pasando por presiones en gobiernos extranjeros. En definitiva, el ministro catalán ha redoblado la ofensiva del PP de Mariano Rajoy, con las mismas armas, pero con más munición.