"El negro de Vox" es como la inmensa mayoría de la población catalana y española se refiere a Ignacio Garriga Vaz de Concicao (Sant Cugat del Vallès, 4/2/1987), un joven odontólogo que está destinado a hacer historia como el primer político que lleva la extrema derecha al Parlament catalán. De la misma forma que pasó con Pim Fortuyn, que fue el estándar de la ultraderecha holandesa a pesar de ser abiertamente homosexual, lo que primero sorprende de Garriga es que un hombre nacido en 1987, con sangre flamenca y africana en las venas, pueda defender un programa muy restrictivo con los derechos de los recién llegados y una agenda ultraconservadora. Pero en este sentido la política catalana no hace sino normalizarse, pues, si pensamos en los Estados Unidos, nos será fácil comprobar que aquello que los cursis denominan personas racializadas no está en absoluto reñido con la visión esencialista de la política.

El clon ennegrecido de Santi Abascal en Catalunya también se formó en las juventudes del PP, partido que abandonó a raíz de su supuesta tibiez en asuntos como el matrimonio homosexual, el aborto y la unidad de España (es decir, se desmarcó de los populares en el momento en que, como dicen en las tertulias madrileñas-aznaristas, "el PP dejó de ser un partido nacional"). Como cualquier nacionalista radical, Garriga basa la españolidad en lo que se opone; ser español es no ser secesionista o federalista, no ser un recién llegado ilegal, no estar a favor de familias donde la mujer no haga más que dar la teta y etcétera, pero cuando le preguntan qué es eso de ser español... pues mire, ni puta idea y Puigdemont a prisión. A su vez, Garriga es padre de cuatro hijos y se define como humanista cristiano, aunque gran parte de su credo político sea más pecaminoso que tocar el culo de un monaguillo.

La "reconquista española" de Vox primero hacía gracia, después provocaba tics de superioridad moral... y ahora da miedo

El auge de Vox en el Congreso y en el Parlament es muy normal, puesto que el partido ultraderechista ha tenido publicidad gratis durante un lustro. Primero, por el lado del irresponsabilísimo Pedro Sánchez, quien antes de ganar las elecciones había pedido que el partido formara parte del debate televisivo de TVE con la sola intención de perjudicar a Casado y Rivera. Lejos de presentar alternativas políticas a las fake policies de los voxistas, la izquierda española los ha utilizado de espantajo al grito de "que viene el lobo". Pues bien, al final, a base de tanta cobardía y de no dar alternativas a la gente a la que las soluciones fáciles a problemas complejos como la inmigración puede llegar a seducir, pues el lobo acaba viniendo. Por si les faltaba poca publi, unos necios vicenses regalaron a la ultraderecha un par más de escaños apedreando a Abascal y a su séquito sólo para hacerse el antifa con los colegas.

Hace pocos días, la periodista más incisiva de la televisión catalana, Lídia Heredia, preguntaba a Garriga cuál era el presupuesto de la Generalitat. Sin despeinarse, el experto en caries dijo que era "algo así como 27 millones de euros". "Treinta mil millones de euros", aclaraba Heredia. "Exacto, treinta mil; fíjese, cuánto dinero despilfarrado, ¿verdad?", remachaba el voxista, poniendo de manifiesto que en los colegios del Opus donde ha estudiado la matemática no se tocaba mucho o que, simplemente, al votante de la ultraderecha tanto le da si la Generalitat es una barquita de pesca o un transatlántico, porque cualquier cosa que apeste a catalanidad es una gasto superfluo que hay que eliminar. Así será como este político que ha descrito el Raval como un "vertedero multicultural" acabará siendo una de las voces más singulares del próximo Parlament, muy probablemente superior en número de diputados al PP.

Vox ha crecido porque, en un momento de política líquida y líderes temerosos, ha urdido una campaña desacomplejadamente ideológica (en este 14-F sólo lo ha hecho el PDeCAT) mientras la mayoría de aspirantes al trono de la Gene se dedicaban a intentar salvar la silla. Que Garriga esté en el Parlament también es responsabilidad de unos políticos que han tocado la flauta mientras los voxistas disparaban sus medias verdades para atraer la parroquia y ellos hacían metafísica barata sobre si pactarían con tal o cual. En política, cuando dejas un espacio vacío y acusas a sus hipotéticos votantes de tullidos mentales, como se demostró con el Brexit, va y los burros resulta que votan. La "reconquista española" de Vox primero hacía gracia, después provocaba tics de superioridad moral... y ahora da miedo. Espero que todos los publicistas que han alimentado al animalillo durante años se miren en el espejo el domingo.

Quien estará la mar de tranquilo, eso sí, es el negro de Vox, que tendrá cuatro años en el Parlament para engordar todavía más los escaños de Abascal en el Congreso. Para quien crea que exagero, que consulte cómo se burlaba la gente de Marine Le Pen en Francia, y verá con un poco más de claridad el futuro.