El Congreso de los Diputados se ha sumergido este martes por la mañana en dos realidades paralelas. Por un lado, el poder máximo del Estado ha apuntalado a la dinastía borbónica con la jura de la Constitución por parte de la princesa Leonor, en el día que cumplía 18 ños, en un acto protocolario contemplado en la Constitución y cargado de solemnidad y simbolismo que ha servido para dar una pincelada de modernidad y renovación a una institución desgastada últimamente por los escándalos del rey emérito. El reverso de la jornada se ha vivido entre bastidores, en los pasillos, donde los dirigentes socialistas se han encargado de comunicar que la investidura de Pedro Sánchez se ha acelerado hasta el punto que tienen asumido que se celebrará la semana que viene, habiendo registrado antes la proposición de ley de amnistía en el Congreso de los Diputados.

Al margen de la liturgia, este es el aspecto nuclear que ocupa y preocupa en la arena de la política española. Más de tres meses después de las elecciones del 23-J, el PSOE está más que convencido de que ha conseguido descoyuntar el nudo de la investidura, poniéndose de acuerdo con el independentismo y nacionalismo catalán y vasco gracias a un entendimiento a múltiples bandas. Que Pedro Sánchez hiciera una defensa encarnizada de la amnistía en el comité federal del PSOE fue la primera prueba fehaciente que era prácticamente imposible hacer marcha atrás, y la fotografía deseada por Junts entre el president en el exilio, Carles Puigdemont, y el secretario de organización de los socialistas, Santos Cerdán, fue la confirmación de que la negociación está muy encauzada.

De la icónica estampa en Bruselas, que es la continuación de la hecha con Yolanda Díaz, el PSOE ve la constatación de cómo se está desenredando la negociación. Fue un encuentro de una hora y en ella, según fuentes de Ferraz, se abordó la acción legislativa para toda la legislatura, y no tan solo para la investidura. Este es el deseo de Sánchez: garantizarse estabilidad para cuatro años y no convertir cada votación en un infierno. Ahora bien, los socialistas no irán más allá y descartan que Sánchez se haga la misma foto con Puigdemont o se llamen por teléfono, tal y como pasó con el presidente de ERC, Oriol Junqueras. Mientras se hablaba entre bambalinas, la derecha y la extrema derecha han saltado al cuello de Sánchez por la foto en Bélgica, presidida por un recuerdo del referéndum del 1 de octubre de 2017, cosa que tampoco ha gustado al expresidente español Felipe González.

Investidura aún no atada

Por todo eso, a lo largo de la jornada real de este martes, la sensación en el equipo de Pedro Sánchez es que la investidura está casi atada, a falta de cerrar "detalles", según ha explicado el entorno del presidente en funciones. La idea es, primero de todo, presentar la ley del olvido judicial en la cámara baja y, a posteriori, convocar el pleno de la investidura para la semana que viene. Según fuentes socialistas, a partir de este domingo 5 de noviembre "cualquier día es bueno" para solicitar la confianza a los 350 diputados. ¿Y por qué el 5? Es la fecha en que el PSOE dará a conocer los resultados de la consulta abierta con la militancia, a la que piden el aval para hacer gobierno con Sumar y conseguir el apoyo de los partidos independentistas.

En este punto empieza el baile de fechas. El marco lo está poniendo el PSOE, poniendo prisa a sus interlocutores y reclamando a los negociadores que rematen las conversaciones con Junts y ERC, pero también con EH Bildu y PNV. El conglomerado de aliados recuerda que todavía hay otras carpetas para cerrar, como el final del déficit fiscal, el traspaso de Rodalies o avances en la resolución del conflicto político. Entre panellets, castañas y calabazas se decidirá el partido. La quiniela con que trabaja Ferraz sitúa el debate y primera votación —por mayoría absoluta— el martes 7 y el miércoles 8 de noviembre, aunque, dado que los Reyes están en el extranjero estos dos días, tampoco descartan situarla entre el 8 y el jueves 9. La posibilidad de ir a segunda vuelta dos días más tarde ni está contemplada. En todo caso, según fuentes de la presidencia del Congreso, se anunciará la fecha "en cuestión de días".

La exaltación durante el juramento: "¡Viva la Constitución, viva España y Viva el Rey!"

En la Carrera de San Jerónimo ha habido un universo paralelo, aquel que las cámaras se han encargado de captar punto por punto. El Congreso de los Diputados ha sido el decorado para constatar la continuidad de la monarquía española, ahogada en los últimos años por los problemas del emérito, y que necesita lanzar mensajes en pro de la modernización como el aire que respira. Apuntalada decididamente por el PSOE, Leonor de Borbón ha solicitado la confianza a los españoles: "Les pido que confíen en mí".

 

A diferencia del ritual protagonizado por su padre, en que todo el poder legislativo, ejecutivo y autonómico cerraron filas con los Borbones en 1986, a la princesa de Asturias se le ha acabado el consenso mayoritario: representantes de seis grupos políticos le han dado la espalda (ERC, Junts, PNV, EH Bildu, BNG y Sumar), junto con tres ministros y dos presidentes autonómicos (Pere Aragonès e Iñigo Urkullu). Los equilibrios de Sánchez es que los mismos a quienes tiene que seducir para hacer gobierno dejan plantada a la Corona. El apunte para la "pluralidad" del Estado lo ha puesto Francina Armengol, que ha citado en su discurso al poeta valenciano Vicent Andrés Estellés, el escritor vasco Felipe Juaristi y la gallega Xohana Torres.

Aunque con pocas ganas, la vicepresidenta segunda y líder de Sumar, Yolanda Díaz, el ministro de Universidades, Joan Subirats, de los comunes, y la portavoz parlamentaria de Sumar, Marta Lois, sí que se han sumado a los aplausos del juramento de la princesa Leonor. Una ovación que ha durado casi cuatro minutos de reloj. De hecho, el griterío en el que se ha sumergido el salón de plenos ha sido atronador. "¡Viva la Constitución, viva España y Viva el Rey!", ha acabado la jura Armengol, apoyada por el griterío de la mayoría de diputados y senadores, en claro signo de adhesión a la Casa Real, que ha acabado con la interpretación del himno de España.