En esta semana que cerramos el rey de España ha dicho dos cosas: que su padre era un golfo y que nos lavemos las manos. Mensajes que van entre la ofensa a nuestra inteligencia y lo vacuo de un cúmulo de tópicos encadenados. No debería extrañar, por lo tanto, que sus mensajes sean saludados a golpe de cacerola. La novedad en esta ocasión es que la broca se extendió más allá de Catalunya y Euskadi; sonó también en España. Si el 3-10-2017, Felipe VI pisó una mina catalana, esta vez se ha caído con todo el equipo en su propio campo. En euskera empleamos la expresión “etxekalte”, algo así como el que no mira por la casa, el que mete gol en propia puerta.

Todos tratando de frenar la pandemia, unos en casa y otros jugándose la vida, y viene el monarca a aprovechar el momento para tratar de colárnosla. No, no somos como él y su corte de aduladores. Afortunadamente, somos más responsables y tenemos derecho a ser todo lo críticos que queramos porque vive de nuestros impuestos (y de la corrupción ancestral que anida en los Borbones). No sé si Felipe VI acabará su reinado, pero estoy convencido que Leonor no reinará. Los cambios tan profundos no son obra de un solo momento, sino que caen como fruta madura y esta empieza a tener ya mal color aunque se sujete a la rama. Caerá.

Esto no lo salvan mil ruedas de prensa llena de generalotes cargados de ardor guerrero, ni el lenguaje castrense que confunde un país con un cuartel, una emergencia sanitaria con un estado de excepción y una mascarilla con un fusil. Si ese es el camino para tratar de prestigiar lo que tiene mala prensa, se equivocan de plano.

Esta situación excepcional también sirve para hacer un cribado. Del rey para abajo. Me sorprende que personas públicas de las que tenía buena opinión, estén demostrando que sólo saben jugar a pequeña. Y al contrario, también. También en el ámbito de las relaciones más cercanas sucede el mismo fenómeno. Cuando salgamos del túnel, los ineptos con mala fe (especie peligrosa donde las haya), los temerarios, los mentirosos, los insolidarios, los terraplanistas de todo pelo, todos esos serán esféricos fosforescentes: los veremos venir de lejos y los miremos por donde los miremos, seguirán dando el cante. Mi propuesta es que cuando ganemos el partido, salgamos a celebrarlo y que sean ellos los que entren en confinamiento. Por bobos.