El papel de la monarquía española durante la pandemia figurará en las páginas negras del esfuerzo colectivo para afrontar esta grave situación. Ni los insistentes esfuerzos por lavar su imagen desde los medios más “estatales” (sí, porque cuestionar la monarquía es cuestionar una forma de estado) conseguirá borrar sus tropelías.

Y me refiero a la monarquía española, no a Felipe VI ni a Juan Carlos I, porque quien es rey porque su padre lo era, es precisamente quien no puede hacer un cortafuegos paternofilial. Así que el Borbón que vive ahora en la Zarzuela no puede quitarse del medio dando a entender que su padre era un golfo y él no tiene nada que ver con aquellos negocios. Si lo intenta hacer, comunicado mediante, aprovechando el estado de shock en el que se encontraba el Estado del que es jefe aquella noche del 15 de marzo con el estado de alarma y el confinamiento recién inaugurado, es además un trilero.

Quienes abogan, abogamos, por una abolición monárquica, debemos acelerar un debate sobre qué tipo de república queremos

Lo que ha venido después, un discurso de la nada cuatro días después, la decisión de la Fiscalía del TS de investigar al anterior monarca (no me creo nada, salvo que sea para jugar al despiste), la recogida de leche y aceite “para los pobres”, las poses de quien necesita aparentar una inexistente agenda... todo eso es lo que me lleva a pensar que Leonor no será nunca reina.

Pero el demérito de la monarquía española no es suficiente. Estar de acuerdo en que esa familia es como un grupo de gorriones, que comen mucho y cantan mal, no basta para cambiar un modelo de estado. El consenso en contra es cada vez más amplio, y puede que incluso mayoritario a tenor de las últimas encuestas, pero faltan proposiciones concretas.

Quienes abogan, abogamos, por una abolición monárquica, debemos acelerar un debate sobre qué tipo de república queremos, qué valores estarán en el frontispicio de la siguiente etapa: no es lo mismo una república francesa, jacobina, que una federal como la alemana, o un modelo que conjugue y respete derechos nacionales que se han visto coartados por la unidad patria que representa la corona. Esa tarea, aún, está verde y definir el futuro contribuye a acabar con un presente que está caduco, en las formas y en el fondo.