Convergència Democràtica nunca tendría que haber cambiado de nombre. Fue un error. No lo digo yo. Lo dijo el otro día, claramente, Xavier Trias, después de confirmar que intentará volver a ser alcalde de Barcelona. Como escribí en otra parte, Rocky Trias vuelve al ring. El exconseller recordó que el PP y el PSOE también han tenido problemas de corrupción y que a ninguno de ellos se le pasó por la cabeza renombrarse. De Convèrgència Democràtica de Catalunya, lo que ha quedado es Junts per Catalunya, donde conviven distintas familias y, básicamente, dos almas: la más convergente y pragmática y la más extremada e impaciente. Es evidente que la entrada en la pugna de Trias multiplica el interés de la contienda barcelonesa. El que fue alcalde de la capital de Catalunya entre el 2011 y en el 2015 no lo tiene nada fácil. Junts per Catalunya es un artilugio difícil de describir. Además, decidió entregar el gobierno de la Generalitat a ERC —otro error monumental—, cosa que le debilita de forma evidente. En las últimas elecciones municipales, este grupo político ha ido sacando resultados cada vez peores: 14, 10 y, en las últimas elecciones, en 2019, solo 5 concejales. Estos cuatro datos hacen fácil de entender por qué ha habido tantas personas, de a pie y también algunas con poder, que no han dejado de animar a Trias para que se presente. Sin la potencia de la "marca" Trias, Junts per Catalunya no tiene nada que hacer. Es uno de esos casos que se dan bastante a menudo en política, donde el candidato tiene más fuerza y llega más allá que el partido con el que se presenta. Es justamente por eso que Trias ha podido imponer sus condiciones a la hora de definir el proyecto y construir su candidatura.

Si Trias y su equipo obtienen un buen resultado en la capital, eso sin duda ayudará a aclarar qué es Junts, qué propone y cómo quiere conseguirlo

Dos elementos importantes que determinarán el mayor o menor éxito de la candidatura de Trias son, por un lado, la capacidad que tenga para polarizar la campaña, presentando las elecciones como una elección entre dos modelos: el suyo y el de Colau. Y por el otro lado, qué perfiles acompañarán al candidato juntaire en los comicios del próximo mayo. En cuanto al primer punto, Trias tiene que aparecer como la alternativa al modelo —si lo podemos llamar así— de ciudad de los comunes y de Colau. Que el PSC gobierne con Colau y que ERC colabore con ella asiduamente causará problemas a estas dos opciones a la hora de desmarcarse de Colau y presentarse como alternativa. Trias, se supone, recordará constantemente a Jaume Collboni y a Ernest Maragall que han dado apoyo a la alcaldesa. Por lo que sabemos, las personas que acompañarán a Trias en la candidatura tienen un perfil bastante joven, con preparación y experiencia e ideológicamente muy parecidos a lo que sería Convergència hoy si, después de la confesión de Jordi Pujol en el 2014 sobre la deixa de su padre, Artur Mas no hubiera decidido enterrarla y hacer nacer el PDeCAT. Con la naturalidad que tanto le caracteriza, Xavier Trias se autodefine como "un convergente", y ni le ha pasado por la cabeza que tenga que pedir perdón por el hecho de serlo.

Desde aquella decisión de Mas han pasado muchas, muchísimas cosas en este país. Tantas, que es absolutamente quimérico imaginar el retorno de la Convergència de los tiempos de Pujol y Mas. Esta cuestión no está sobre la mesa. En cambio, lo que sí que se está dirimiendo —lo que sí que hace falta que se dirima en Junts per Catalunya— es qué tipo de principios y valores son primordiales. Y cuál es el proyecto político que se ofrece a los ciudadanos. En este contexto, es muy relevante que Trias —un liberal más socialdemócrata que conservador— encabece la candidatura de JxCat en Barcelona y lo que esta operación implica para Junts. No sé si Trias tiene posibilidades reales o no de volver a ganar la alcaldía. Sin embargo, si Trias y su equipo obtienen un buen resultado en la capital, eso sin duda ayudará a aclarar qué es Junts, qué propone y cómo quiere conseguirlo. Entonces, quizás, la marca Junts per Catalunya empezará a revalorizarse y, en vez de ser un lastre, se convertirá en un aval que ayude nítidamente a ganar la confianza y los votos de los ciudadanos.