Si yo fuera Pedro Sánchez pondría la abstención en la investidura de Rajoy a votación entre la militancia socialista. El PP haría ver que se rasga las vestiduras, pero en el fondo ya le iría bien. El Estado quiere volver al bipartidismo y una jugada como ésta permitiría a Sánchez marcar territorio con el PP y al mismo tiempo poner de manifiesto que, en realidad, entre Podemos y el PSOE sólo hay una pequeña diferencia: que el PSOE está mejor conectado con el Poder.

Mientras el Parlament catalán no convoque un referéndum, es imposible que Podemos tenga posibilidades de gobernar el Estado español. El partido de Pablo Iglesias representa a una España por hacer, que casi no existe más allá de la retórica y de los miedos del independentismo catalán. Podemos es el partido de los castellanos perdedores, igual que CDC es el partido de los catalanes que hace siglos que quieren la independencia pero tarde o temprano se adaptan al statu quo español porque no saben como hacerla.

El Estado ha activado los mismos mecanismos que pone en marcha siempre que Catalunya protesta, y que le permite ir degradando el panorama para asustar a la gente. Ahora mismo, descartada la inquisición y las locuras del ejército, no hay mejor manera de asustar a los españoles que ir a unas terceras elecciones.

Con un discurso que vinculara de nuevo la independencia con la democracia y el talento, Catalunya podría alcanzar sus objetivos. Mientras los partidos catalanes se autoboicoteen y hagan discursos cursis, el resentimiento hacia Catalunya por haber desencadenado el caos en España y haber destruído los mitos de la Transición, irá creciendo.

Igual que a Xavier Domènech le resulta más fácil odiar a Convergència que enfrentarse al Estado español, a los españoles les resultará más fácil odiar a Catalunya que reconocer que somos una nación. Hasta que los catalanes no generemos una situación irreversible, los castellanos siempre preferirán vivir en un país pobre y mediocre que poner a prueba su talento.

Hace cuatro años escribí que el proceso recuerda aquel famoso combate entre Foreman y Muhammad Ali. "Nunca había estado tan cerca de la muerte", declaró Ali, después de recuperar el título de campeón mundial. El imperio es no darse nunca por vencido.