Las personas con bulimia perfeccionan tanto su técnica para vomitar debido a la enfermedad, que son capaces de provocarse la náusea y hasta el vómito sólo pensando en comida. Lo digo yo que fui anoréxica y algo de desórdenes alimentarios entiendo. El caso es que por culpa de un vídeo –y sólo pensando en él– creo me he vuelto medio bulímica. Simplemente recordando el ¿¿tutorial?? de amor de Risto Mejide protagonizado por Laura Escanes (aka su Musa) me entran náuseas, vómitos, diarreas y ganas de morirme contigo si me matas o de matarme contigo si me muero. 

Que un señor de 42 años le dedique a su novia de 20 –que ya sabemos que 22 años no son nada y mucho menos cuando a una aún le están acabando de salir los pelos del coño– frases como “Mía sólo mía, más mía no puedes ser”, “Miísima y ya está”, “necesitas que te vuelva a atrapar”, “Jamás te dejas poseer del todo”, “yo que jamás creí que sería celoso” es simplemente obsceno. Una ristra de frases típicas de maltratador que intenta justificar su mierda de discurso machista volviéndolo progre con coletillas sacadas de algún hilo de consejos de Forocoches “y no porque yo te lo diga, sino porque así lo has decidido tú” ”Es un mía que nada tiene que ver con la posesión”, “Contigo he aprendido que con la puerta abierta nadie se va”. Señor: llévame si algún día escribo algo así. Más todavía, te imploro que me lleves si algún día me gusta alguien capaz de escribirme algo así. Porque si el texto ya es, por si solo, lo suficientemente odioso, insultante y violento, cuando se acompaña de esa voz de pervertido a la salida del colegio puede provocar no sólo bulimia, sino también ébola, zika y el sida juntos. 

(No digáis que no os lo advertí)

El señor éste, que ha pasado de humillar a decenas de chicas en directo para dar consejos sobre cómo salir de la crisis, no se corta un pelo en exponer no sólo su relación, sino la vida de una adolescente sobreexpuesta y perseguida hasta por sus propios compañeros de facultad. Él, que sabe muy bien cómo funcionan los medios, se deja comer por su puta vanidad para chulear a su lolita siempre que tiene ocasión. Hemos visto a Laura soplando las velas de su 20 cumpleaños en directo, despertándose, durmiéndose, comiendo, la hemos visto mil veces en bragas y agitando sus mechas californianas al viento. Pero él, como yo, también sabe que Laura está enferma de una cosa que –casi– siempre se cura con los años: la adolescencia. Cada dos por tres al pobre Risto se le escapa el terror en frases que presagian el dramático final, el de que Laura lo va a dejar. Él lo sabe, yo lo sé, Laura todavía está ocupada con sus mechas pero pronto lo sabrá también. El día que se vaya de Erasmus y se quede sin saldo para el resto de su vida. 

La sobreexposición es un mal terriblemente común de nuestro tiempo. Todo el mundo cree que su historia merece ser contada, retransmitida, propagada por las redes con fotos, videos y declaraciones de amor porque nunca, nunca nadie jamás, había amado así antes. Nunca nadie había estado así de triste por desamor. Nunca, nunca nadie se había declarado, prometido, casado. Y nunca nadie había estado tampoco ingresado con una sonda nasogástrica. Qué asco, joder.  

El problema real de la gente que es capaz de elevar el ridículo a la categoría de arte, es que no tienen padres

Creo, sinceramente, que el problema real de la gente que es capaz de elevar el ridículo a la categoría de arte, es que no tienen padres. No padres en plan físico –mis condolencias a todos los huérfanos– sino padres en el sentido más espiritual de la palabra. Un concepto de padres que fomenta el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. La figura de esos padres que mantienen el sentido del ridículo como algo necesario para la convivencia. Padres como mi madre que me metería una hostia que haría que me saltase hasta el último molar si hago un vídeo en plan Risto. Familias que repudien y que destierren. Amigos que se desetiqueten de tus fotos en Facebook. Jefes que te echen del trabajo porque das mala imagen a la empresa. Nuevos novios y novias que salgan corriendo cuando vean lo que esconde tu youtube. Esos padres que Risto y Laura, obviamente, necesitan.