Dos botes de crema. Cuarenta euros. Eso le ha costado la dimisión a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. O eso es lo que nos han querido hacer creer.

Bueno, eso y un máster que no ha podido justificar. Un máster en una universidad gobernada por un rector en aquel momento que fue denunciado por saltarse las normas para ser rector,  y además, por intentar sobornar a otro compañero para que no le denunciara. Un rector así, que hoy se encuentra en el Tribunal Constitucional de magistrado.

Los rectores que han venido después no tienen mucho tampoco que envidiarle. El siguiente fue denunciado por una veintena de compañeros que le acusaban de haber plagiado trabajos universitarios para su propio ejercicio de cátedra. Sí, a él que fue quien estableció un sistema para detectar plagios en los trabajos de los alumnos.

Y la prensa, este gran poder, se afanó en poner el foco sobre “la rubia”.

Pasando de largo sobre el hecho de intentar averiguar quién más cursó así los cursos de máster de la Universidad Rey Juan Carlos. Ni siquiera se ha realizado una investigación exhaustiva sobre los distintos cargos públicos y sus títulos. A pesar de que algunos ya se dieron prisa en cambiar sus perfiles públicos y que se sepa, solamente uno ha dimitido por ello.

Algo raro sucede aquí cuando todos los medios se han puesto de acuerdo en acribillar a Cifuentes, que dicho sea de paso, debe dimitir por semejantes vergüenzas, mientras los que cometen burradas muchísimo mayores campan a sus anchas, moviendo los hilos de los medios para descabezar de este modo a sus contrincantes.

No, no me malinterprete. No voy a defender a Cifuentes. Pero resulta chocante que esta señora caiga de manera fulminante por cuestiones que, si bien son reprochables socialmente, en ningún caso, son del calado y profundidad de las aberraciones que han cometido sus colegas.

El vídeo de las cremas es vergonzoso. Sobre todo porque ya en aquel entonces tenía un cargo público. Sin embargo, hay una duda que plantearse: cómo es posible que, habiendo pasado tanto tiempo, alguien haya querido guardarlo justamente hasta ahora?

Eso es lo triste: quien saca a la luz esta información y quienes no quieren investigar más allá en este momento, no persigue realmente el hecho de que una política haya intentado hurtar dos cremas; sino que guarda munición contra ella para soltarla en el momento preciso. Y precisamente de las cloacas que actúan así es de quienes deberíamos estar realmente preocupados y no de quien roba de manera cutre dos botes de crema.