Acaba de salir un libro en el que el secretario de Benedicto XVI recuerda la sintonía que existía entre Juan Pablo II y Benedicto XVI y la pone de contraste con el papa Francisco, con quien sugiere que la relación no llegó a complicidades intelectuales ni a maneras de entender la Iglesia. El papa Benedicto ya descansa en las grutas vaticanas en la misma tumba donde había Juan Pablo II, una señal postmortem de esta continuidad que ya existía en vida. El libro es, naturalmente, un elogio a Ratzinger, sin embargo, para hacerlo lo contrasta de manera demasiado áspera con el actual (y único) papa, Francisco.

Insólitamente, es la primera vez, pues, que tenemos al papa Francisco solo, sin la presencia de otro papa en su vida. Pero la sombra de los papas es eterna, y no ha tenido tiempo de enterrar al emérito que ya tiene sobre la mesa un libro que más que destilar incienso desprende pólvora. El secretario Georg Gänswein confiesa que ha querido siempre ser un cristal transparente, un simple secretario, que no ha querido brillar ni ser protagonista. Este libro probablemente se le puede girar en contra como un boomerang, por la densidad de las revelaciones y por el regusto de venganza que puede generar.

La sombra de los papas es eterna, y no ha tenido tiempo de enterrar al emérito que ya tiene sobre la mesa un libro que más que destilar incienso desprende pólvora

En la Santa Sede, si una cosa dominan es la diplomacia, y este libro no lo podríamos situar dentro de las movidas diplomáticas. Es más una recopilación de recuerdos y algún pesar, por no decir que también es una compilación de rencores y algunos reproches contra el papa Francisco y su entorno.

Mi vida al lado de Benedicto XVI, Nada más que la verdad (Nient'altro che la verità) está relleno de los recuerdos de monseñor Georg Gänswein. Un libro negro de 331 páginas, austero y severo, como algunas de las acusaciones que encontramos. El secretario alaba al papa difunto y dispara contra el papa actual aduciendo que no le ha dejado ejercer su cargo (Prefecto de la Casa Pontificia) y lo ha redimensionado a cuidar de Benedicto XVI, hecho que le ha gustado por la proximidad con el papa emérito pero le ha quitado ocasiones de ejercer el gobierno en la curia vaticana. Mantiene el cargo sin competencias.

Gänswein confiesa haberse sentido humillado porque el papa Francisco no lo quería en algunas visitas a parroquias romanas o, en una ocasión, en una visita a Santa Maria in Trastevere. Y le dijo al papa que en una ocasión le hizo saber que de vez en cuando las humillaciones "hacen bien". Es un hecho que no corre buena sintonía entre Francisco y el secretario ratzingeriano, y el libro suministra bastantes detalles como para comprobarlo. Incluso el papa Benedicto suplicó a Francisco que le hiciera caso a Gänswein, pero el papa argentino no claudicó. Y el secretario que ahora escribe se siente humillado y castigado.

Ratzinger no quería ser papa: quería escribir, era un teólogo, y se vio limitado en este don por el gobierno de la Iglesia universal.

Gänswein no ahorra ásperos comentarios contra quien no le gusta. En el libro sale un cardenal Martini que según él no sabía escribir consistentemente, unos teólogos de la liberación que si eran excomulgados no era para ir contra ellos sino para defender la fe de los simples y preservarla. La amistad con Juan Pablo II y Ratzinger sale muy subrayada, casi haciendo notar que quien no hubiera entendido que Ratzinger sería el nuevo papa es porque no sabía leer los detalles. Eso no implica que estuvieran de acuerdo los dos papas, y de hecho recuerda que Ratzinger no quiso ir al encuentro interreligioso en Asís para que su presencia no fuera considerada una validación del sincretismo que según él podía darse en una puesta en escena de gente de fe diversa rogando juntos. Juan Pablo II con este tema era mucho menos cauto e hizo un segundo encuentro en Asís con líderes religiosos diversos. Ratzinger no estaba en la lista el día antes, pero por voluntad expresa de Juan Pablo II, fue. La obediencia por encima de todo.

La amistad con Juan Pablo II y Ratzinger sale muy subrayada, casi haciendo notar que quien no hubiera entendido que Ratzinger sería el nuevo papa es porque no sabía leer los detalles

Las miserias humanas, los documentos robados al papa, traiciones, incomprensiones, polémicas, corrupciones, decepciones de diversa índole también forman parte del relato, así como el caso reabierto y nunca aclarado de Emanuela Orlandi, hija de un trabajador de la Santa Sede y desaparecida en 1983 y supuestamente raptada.

Las mujeres que han acompañado al papa también son citadas: Cristina, Carmela, Loredana, Rossella, sor Birgit o Christina Felder han formado parte de la compañía cotidiana de Ratzinger.

Gänswein ofrece una gran variedad de detalles de la elección de Ratzinger como papa, y explica de manera cinematográfica los días y las horas antes del histórico hito, con detalles como el jersey negro que Ratzinger llevaba porque tenía un poco de frío el mismo día de la elección, y que aunque él avisó que le arremangaran las mangas para que no se viera si era escogido, fue portada de todas las revistas y diarios del mundo. Un detalle estético que se podría haber evitado si hubieran escuchado al secretario que ahora escribe sus memorias

También revela que el papa Benedicto XVI tocaba partituras de Schubert y de Mozart y que le gustaba escuchar música clásica (Mozart, Bach y Beethoven). Sabemos que Benedicto XVI desayunaba té con limón, y que los domingos se permitía una clara, cerveza con un poco de limón. También nos hace saber que España ha sido uno de los motivos de la renuncia del papa: precisamente en Madrid en la Jornada Mundial de la Juventud, mirando los ojos de los jóvenes que se habían reunido, fue consciente de que un encuentro de tal magnitud requería la presencia del papa, y que quizás él ya no tendría las fuerzas nuevamente para un acontecimiento como este. El Papa lo formuló así: "La disminución de fuerzas me llevan a renunciar al ministerio petrino". Los detalles de la muerte también son muy precisos. Ahora tendremos que ver qué hace Gänswein. ¿Renunciará como prefecto de la Casa Pontificia y saldrá de escena?