El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, está enfadadito, pobrecito. Él, que es muy culé, ha anunciado públicamente que ha tomado una terrible decisión: "dejaré de ver al Barça". Y ahora usted se preguntará: "¿qué le pasa al señor Fernández?, ¿un cuñado le ha pillado el abono de los canales estos de pago? ¿A la hora que juega el Barça, siempre le coincide con la visita al podólogo? ¿Ha perdido las gafas de mirar partidos del Barça y ahora los ve como cuando Canal+ emitía con rallitas?". Preguntas lógicas ante una decisión tan trascendental como esta, pero no, la cuestión es otra.

El señor Guillermo está molesto porque el Barça, su club "de toda la vida", "se está significando por la independencia de Catalunya". ¿Cómo? Permitiendo la exhibición "de esteladas independentistas" (atención al concepto) en el Camp Nou. Y como él no quiere ver esta imagen, pues eso, ya no mira los partidos y se ahorra el disgusto.

Y tiene razón. Lo que tendría que hacer el Barça es expulsar a todos los socios, aficionados, guiris, conocidos y saludados que van al campo con esteladas. Sobre todo los que van con "esteladas independentistas". Los que van con esteladas unionistas... bien, si acaso con ellos ya haríamos lo que diga el señor aquel que graba la cosa para la UEFA. Hombre, es que empiezas mostrando banderas legales y acabas robando los clips de la oficina... ¡Terrible!

Varios presidentes extremeños han sido proclives a distraer a los niños con declaraciones dignas de elogio. Todavía recordamos aquel mítico "si teng cuiong" de José Antonio Monago, un simpático personaje que iba a visitar a una muy buena amiga privada en Canarias (y que no era su mujer) pagando el Senado con dinero público. Y, ¿qué podemos recordar del mítico Juan Carlos Rodríguez Ibarra? "Se puede ser más cretino", le dijo con mucho amor a Pasqual Maragall. "Me importa un pepino y tres leches lo que pactan Maragall, Mas o Carod-Rovira, porque ya estoy hasta la gorra", dijo en general. "En Alemania Hitler se cargó el Estado democrático y el derecho alemán desde dentro del sistema. No entró en el Parlamento con metralletas y el ejército y se cargó la libertad, al estilo de los golpes de Estado o pronunciamientos militares ocurridos a lo largo de nuestra desgraciada y corta historia democrática. Es la democracia la que le dio a Hitler plenos poderes para convertir un Estado libre y democrático en un Estado nazi. Fue el parlamento el que le apoyó, fue el pueblo el que aplaudió", excretó sobre el proceso.

Pero ni los de las esteladas separatistas, ni los catalanes nazis han dejado nunca de ir a Extremadura por culpa de estas (y de otras) amables y simpáticas declaraciones. Entre otras cosas porque Extremadura es un gran lugar para ser visitado, como pueden confirmar miles de catalanes de origen extremeño, algunos de los cuales quizás van con una estelada al campo del Barça. Y quizás son un poquito nazis y todo.