Si en algo puede identificarse el triunfo del independentismo en Catalunya, que no del soberanismo, ha sido por su unidad. La muestra más evidente fue el 1 de octubre, cuando millones de personas se pusieron de acuerdo en acudir a votar independientemente de sus opciones políticas. Eso es, precisamente, lo que les hizo grandes. Y ahí es donde desde el Estado español quiere atacar.  

Romper esa unidad es clave para el nacionalismo español, y esa es su hoja de ruta.  

Vimos cómo el viernes el presidente Torra salía de la mano del vicepresidente Pere Aragonés para dejar constancia de que, a pesar de sus evidentes discrepancias, se mantenían unidos. Y esta imagen era necesaria. Sobre todo para la población independentista y también para parte de los soberanistas.  

Se acercan las elecciones (de nuevo) y vemos cómo se aliña una ensalada que cada día se nos atraganta más. Porque cuando uno pide ensalada no quiere los ingredientes por separado: los quiere todos juntos.  

Cuando uno pide ensalada no quiere los ingredientes por separado: los quiere todos juntos

El mandato de este Govern es el de hacer república y poner en marcha el camino hacia la independencia. Era su promesa electoral: hecha desde formaciones políticas perfectamente legales y con un programa que la junta electoral dio por bueno. Es importante recordarlo porque aquí, según el relato falso que se quiere imponer desde España, no dejan de hablar de golpes de estado, cuando lo cierto es que jamás se dio tal cosa por parte del independentismo.  

La unidad de acción sin fisuras, la absoluta ausencia de violencia en sus proclamas y la democracia por bandera ha sido capaz de plantear una opción para la ciudadanía que ha sido un éxito. Si bien es cierto que hubo mucha gente que lo tuvo difícil para votar en las ultimas elecciones al Parlament, porque iban por separado los ingredientes de la ensalada Republicana, también lo es que para esos comicios era más inteligente plantearlo así y crear alianzas después. En el Parlament no decide la lista más votada, sino que la fuerza se conforma después, sumando escaños. No ocurre lo mismo ni los votos suman igual para las municipales, donde la presentación de candidaturas unitarias será la clave para poder mantener la fortaleza republicana.  

Y precisamente desde España lo saben. Y por eso la estrategia fundamental en Madrid es dinamitar la unidad independentista. Y se valen para ello de todo lo que tienen a su alcance: medios de comunicación,  fuerza, y la administración de justicia.  

Para los comicios del 21-D era más inteligente plantear listas separadas y crear alianzas después

Esta semana hemos visto tensiones por la suspensión que dicta un auto de Llarena. Otro esperpento más que formará parte de la colección de ficción jurídica. Porque esta medida cautelar no se sostiene por ningún sitio: los diputados no pueden ser apartados de sus cargos sin una sentencia firme; y la ley que regula la suspensión que Llarena quiere aplicar, no tiene cabida en este caso puesto que habla de delitos que en ningún caso se han cometido (terrorismo o violencia).  

Desde Madrid llevan meses hablando de “golpistas”, y si nos ceñimos a los hechos, lo que más se parece a un intento de golpe es, precisamente este afán de un juez instructor por intervenir en la formación de un parlamento democrático. Primero con el reiterado incumplimiento de la ley en lo que a los candidatos para ser investidos se refiere; y ahora, una vez firmado gobierno, para tratar de aniquilar las mayorías parlamentarias haciendo todas las trampas imaginables.  

No deja de sorprendernos Llarena con cada intento de socavar las decisiones democráticas del pueblo catalán. Y por ende, y según su prisma, del pueblo español, porque no parece tener inconveniente en poder estar vulnerando los derechos fundamentales de sus compatriotas (según él).  

Y poniendo bombas en todas partes (metafóricas, claro), se pretende que la unidad independentista salte por los aires. Cualquier intento por conseguirlo se pone sobre la mesa

Y poniendo bombas en todas partes (metafóricas, claro), se pretende que la unidad independentista salte por los aires. Cualquier intento por conseguirlo se pone sobre la mesa. Y contra viento y marea están luchando por mantener las instituciones catalanas, con sus dirigentes en prisión y en el exilio; con una intoxicación mediática sin precedentes, con una justicia que reinterpreta las normas a su albur generando tal inseguridad que los códigos nunca volverán a ser los mismos después de esta borrachera.  

Torra no es un hombre de partido. Es un hombre que se ha sacrificado para conseguir unos ideales, y que sabe bien que en esta batalla se trata de resistir, de seguir empujando y no caer en provocaciones. Tiene todas las dificultades imaginables para poner en marcha un proyecto ilusionante que se ve dinamitado en cada paso que da. O que al menos intentan dinamitar.  

El pueblo independentista catalán, y gran parte del soberanista, pide dos cosas: unidad y República

El pueblo independentista catalán, y gran parte del soberanista, pide dos cosas: unidad y República; pues es sabedor de que esta sin aquélla no será posible.  

Se anunciaba también el viernes una carta de apoyo a la Crida Nacional por distintos perfiles de izquierda. Y me pareció una interesante noticia. Porque es tiempo de hacer llamamientos a la unidad, más allá de las siglas de los partidos políticos. Es evidente que nada tiene que ver un planteamiento liberal con uno socialista; pero para poder ser desarrollados, cualquiera que sea el ideario, han de poderse permitir un espacio que garantice las libertades y la justicia. Y esto solamente podrá darse en un marco nuevo: la república. Una vez conseguida, será hora del despliegue multicolor en el que cada cual podrá situarse en el punto que mejor considere. Tratar de hacerlo al revés dejará la República donde siempre estuvo: en un lugar inalcanzable.