EN ERC tienen algunas cosas claras. Son conclusiones que han ido alcanzando mediante un proceso interno de reflexión y decantación. Estas conclusiones, convertidas en premisas, los han llevado a hacer una serie de movimientos y cambios que se han concretado de forma muy seguida, a chorro. Estas cosas, una vez decididas, hay que ejecutarlas lo más rápido y limpiamente posible. Intentamos, primero, repasar estas premisas de las que parte Esquerra y, a continuación, veremos los movimientos y cambios resultantes.

Las premisas de las que parte ERC son fundamentalmente: a) El año que queda antes de las elecciones no será un paseo triunfal ni estará exento de dificultades, empezando por el problema de la sequía. Sin embargo, hay que aprovechar la gran plataforma de poder que es el gobierno de la Generalitat para ofrecer cosas tangibles a los catalanes, pero sobre todo para reforzar el discurso y mejorar la imagen, especialmente del president Pere Aragonès; b) Del mismo modo, hay que recuperar el terreno perdido ante Junts per Catalunya en la negociación en Madrid. ERC tiene que dejar de ser percibida como blanda o conformista, o demasiado en sintonía con el PSOE. Es necesario dejar de estar a la sombra de Junts y reforzar el perfil soberanista, y es muy conveniente que existan avances tangibles que se puedan rentabilizar electoralmente (Rodalies, por ejemplo); c) Existe el peligro de que la amnistía no llegue para Oriol Junqueras antes de las elecciones al Parlament, previstas, en principio, para febrero de 2025. Esta incógnita hace inviable la sustitución de Aragonès por Junqueras como candidato. La discusión en el interior de ERC y entre los periodistas sobre quién sería mejor presidenciable era nociva y amenazaba con ir a más; d) Es bastante probable, en cambio, que Carles Puigdemont sí pueda presentarse a los comicios, una decisión —presentarse o no— que Junts ha dejado exclusivamente en manos del expresident de la Generalitat. Si Puigdemont finalmente fuera candidato, sin duda el impacto electoral sería grande; e) El PSC va por delante en las encuestas. Aragonès tiene que quedar primero en las elecciones. Eso no le garantiza la presidencia, sin embargo, si queda segundo, las opciones serán escasas. Hay que confrontar con el PSC, hay que diferenciarse, sabiendo que Salvador Illa quizás no sea un jugador vistoso, pero es consistente y no suele cometer equivocaciones. Los malísimos resultados de ERC en las elecciones municipales y españolas de 2023 constituyen un mal augurio que debe desmentirse.

Ante este panorama, ERC, como decíamos, ha tomado una batería de decisiones. La reacción era prácticamente obligada, dado que hasta ahora los republicanos no ha logrado rentabilizar lo suficiente ni el hecho de tener el gobierno catalán —gobiernan en solitario y en minoría desde el pasado octubre— ni la posición en Madrid. La sensación de que o se reaccionaba ahora o no habría nada que hacer ha influido también en la cúpula republicana. Había que empezar la campaña.

Aragonès carga ahora sobre sus espaldas con la responsabilidad de lograr la remontada política y electoral de Esquerra

¿Cuáles han sido las decisiones tomadas en los últimos días? Lo más relevante, seguramente, ha sido la de cortar las especulaciones sobre si Aragonès o Junqueras. Para hacerlo, la dirección de ERC convertía Aragonès en presidenciable 'in pectore', eso sí: al precio de evidenciar que en este partido los dirigentes creen en las primarias tan poco o incluso menos que en el resto de partidos. Al mismo momento, Aragonès volvía a dejar claro que las elecciones serán "cuando toca", es decir, dentro de aproximadamente un año (adelantarlas ahora sería un suicidio). Junqueras ha dado un paso atrás y, de momento, seguirá controlando el partido, en un esquema que recuerda al del Partido Nacionalista Vasco. Como allí, el partido intentará centralizar el poder. ¿Junqueras ha renunciado definitivamente a volver a ser candidato? Diría que no.

Otro movimiento ha sido convertir a Laura Vilagrà en vicepresidenta. Con eso se pretende darle más ascendente en el gobierno, pero sobre todo reforzarla como negociadora con el gobierno de Pedro Sánchez. A Vilagrà el desastre de las oposiciones del pasado mes de abril parece que no le ha pasado factura entre los suyos. En todo caso, se puede decir que Vilagrà ya actuaba 'de facto' como la número dos de Aragonès.

Más importantes resultan los cambios en las áreas de comunicación tanto del partido —con sustituciones y reorganización— como en el gobierno de la Generalitat, donde se ha elevado a Sergi Sabrià, hasta ahora en la sala de máquinas, a viceconseller de Estrategia y Comunicación. Sabrià, que también ha dirigido las últimas campañas de ERC, tiene el encargo de solidificar y fortalecer al relato republicano. Y de repartir tortas cuando convenga. En este sentido, recuerda un poco al ministro de Transportes y exalcalde de Valladolid, Óscar Puente. Así, la portavoz del gobierno, Patrícia Plaja, seguirá en su rol institucional, mientras que quien hará el discurso político y de confrontación será Sabrià, que ya demostró sus aptitudes pugilísticas en el Parlament de Catalunya, donde el exalcalde de Palafrugell se especializó en azotar a los posconvergentes.

¿Y Pere Aragonès? Aragonès también tiene su reto particular en el campo comunicativo, que no es otro que dejar de obsesionarse por no cometer errores. Aragonès debe abandonar de una vez los manuales de comunicación para empezar a mostrarse más tal como es, de forma más auténtica, aunque sea al precio de tomar riesgos. Debe huir de la monotonía en la forma y del vacío en los contenidos. Debe ser más natural y espontáneo, lo que no es nada fácil. El objetivo es conectar emocionalmente con los ciudadanos. Sin eso, lo tiene difícil para ganar las elecciones. El otro reto, más político, es hacer que el gobierno de la Generalitat funcione de verdad a ojos de los ciudadanos y, como también se ha dicho, sacar rendimiento a las negociaciones con Madrid (por cierto, ¿dónde anda Rufián?). Al sumar a su rol como president el de candidato, Aragonès carga ahora sobre sus espaldas, a ojos de propios y extraños, con la responsabilidad de lograr la remontada política y electoral de Esquerra. No lo tiene fácil, porque el camino es cuesta arriba. Alcanzado este punto, no puedo dejar de recordar a Carlos Sainz, cuando en 1998 su Toyota se detuvo a solo quinientos metros de la meta. Los ruegos desesperados del copiloto, Luis Moya, pasarían a la historia: “¡Trata de arrancarlo, Carlos!, ¡Trata de arrancarlo, por Dios!”