Gobierno de Barcelona. Todos los partidarios de la República queremos constituir lo más pronto posible un gobierno de la Generalitat de mayoría republicana en Barcelona, y dejar atrás de una vez la pesadilla del 155. Pero no tendríamos que cometer el error de envolver este legítimo objetivo con un relato mistificador. Es decir, no cargando este futuro gobierno de expectativas que no podrá cumplir, porque le haremos un flaco favor.

En los últimos meses se ha dicho –y ha sido un acierto- que uno de los problemas de la etapa anterior del procés ha sido el paternalismo: no hablar de manera lo bastante clara a nuestros ciudadanos, no señalar de manera lo bastante contundente los riesgos y las dificultades de lo que íbamos a hacer. Como estoy de acuerdo que, políticamente hablando, el paternalismo es una mala inversión, creo que todos los que podamos tenemos que contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, a evitar la reincidencia. Y, por lo tanto, tenemos que esforzarnos en confrontar nuestro proyecto de manera rigurosa con el principio de realidad.

El futuro gobierno de la Generalitat hará bien en estar orientado a aquellas políticas sociales que ayuden a ampliar la base de los partidarios de la República en aquellas zonas del país donde el proyecto republicano hoy es visto todavía con recelo o con rechazo. Pero a nadie se le escapa que los recursos jurídicos y los recursos financieros que se necesitan para hacer estas políticas estarán permanentemente amenazados por el Tribunal Constitucional y el Ministerio de Hacienda, respectivamente.

Entonces, ¿tener gobierno es importante? ¿Mucho, poco, bastante? Propongo que evitemos debates absurdos. Es mejor tener gobierno que seguir con el 155. Pero el gobierno de Barcelona no podrá hacer magia: no podrá ser el instrumento principal desde el cual mantener vivo el mandato del 1-O y dar continuidad a todos estos años de movilizaciones que nos han hecho llegar hasta donde estamos ahora. Tan cierta es una cosa como la otra, y que nadie se ofenda por el hecho de constatar esta doble evidencia. Hay que recuperar el gobierno de la Generalitat, fundamentalmente, para que haga una función defensiva: evitar que se dañe la inmersión, evitar que se dañe TV3, evitar, evitar, evitar... Sólo por eso ya es importante. Imprescindible. Pero no le podremos pedir que tenga una estrategia ofensiva –como sí que la tuvo el gobierno en la legislatura anterior- ni que sea el mascarón de proa de la nueva etapa. Es mejor que partamos de este reconocimiento, porque sino dentro de un cierto tiempo el independentismo estaría ahogado en un mar de frustraciones.

Entonces, ¿tener gobierno es importante? ¿Mucho, poco, bastante? Propongo que evitemos debates absurdos. Es mejor tener gobierno que seguir con el 155. Pero el gobierno de Barcelona no podrá hacer magia

Aparte -y en eso creo que también estamos de acuerdo todos los partidarios del proyecto republicano- nunca la constitución del gobierno tiene que entrar en contradicción con la defensa de nuestra dignidad y de nuestros derechos. Que un juez instructor haya impedido que sea presidente de la Generalitat alguien que cuenta con el apoyo mayoritario del Parlament y que tiene todos sus derechos políticos intactos es una vulneración grave del principio de separación de poderes y una agresión a nuestra la democracia. Eso se tiene que denunciar y perseguir hasta el final. Y tenemos que agradecer de manera incondicional al compañero Jordi Sànchez la valentía de haber estado dispuesto a ser candidato, cosa que nos ha permitido constatar hasta qué punto llega hoy la capacidad de prevaricación del Tribunal Supremo.

Espai Lliure de Brussel.les. Apostar fuerte por Bruselas es un deber de todos los que están a favor del proyecto republicano. Porque desde el Consejo de la República sí que se podrá impulsar una estrategia ofensiva, que pueda dar continuidad al mandato del 1-O y a las movilizaciones de los últimos años. Pero esta estrategia, por supuesto, también se tiene que confrontar de manera rigurosa con el principio de realidad, lo cual significa que el Consejo tiene que tener un plan de acción viable, rendir cuentas con transparencia y someterse periódicamente al escrutinio ciudadano, como cualquier otra institución democrática –por más que formalmente sea una institución privada. Un plan de trabajo centrado fundamentalmente, pero no exclusivamente, en ámbitos como: el frente legal internacional, que nos permita desmontar en los tribunales de fuera la causa general contra el independentismo que ha emprendido el Estado español a través de los tribunales de dentro; la defensa del derecho a la autodeterminación de Catalunya ante todas las esferas relevantes –estados e instituciones europeas, instituciones internacionales, mundo académico e intelectual, sociedad civil, etc.- hasta que este derecho pueda ser ejercido por parte de los catalanes de manera ya irrevocable y con todas las garantías nos faltan hoy; aportar todas las energías necesarias y todos los elementos útiles para el proceso constituyente, sin ignorar que estamos hablando de un proceso civil autoorganizado que se tiene que construir en base a la participación directa y el protagonismo de los ciudadanos; avanzar de manera decidida en el apoyo de la opinión pública europea hacia la causa catalana, que cuanto más la conoce más simpatiza con ella, por medio de una estrategia de comunicación ambiciosa y perseverante; o ejercer todas aquellas actividades de diplomacia civil que permitan sustituir la diplomacia pública que hoy el estado no le deja hacer a la Generalitat.

El president Puigdemont, además de presidir el Consell de la República, tiene que mantener vivas las opciones para ser investido president de la Generalitat, mediante las reformas legislativas necesarias 

El Consell de la República, pues, es imprescindible para todos aquellos que creemos que el 1-O los ciudadanos nos dieron un mandato del cual hoy no tenemos derecho a desentendernos. Después del 27-O, fueron muchos los ciudadanos y periodistas que pusieron sobre la mesa una pregunta clave dirigida al gobierno: ¿"Por qué no sostuvisteis la Declaración? ¿Por qué no permitisteis que los ciudadanos lo hicieran"? Hasta ahora, muy probablemente, todavía no hemos acertado a dar una respuesta lo bastante clara y eficaz a esta cuestión. Respuesta que tiene que empezar negando la mayor: sí que se ha "sostenido" la Declaración, porque el exilio es precisamente eso, el único lugar desde donde "sostener" el sentido político de la Declaración con libertad. Quien lo intente desde el interior –a pesar de hacerlo de manera absolutamente pacífica- será objeto de la furia represiva del Estado. Desde el Espai Lliure de Brussel·les podremos "sostener" la Declaración, en la medida en que el Consell de la República sea un instrumento institucional eficaz que nos permita avanzar para acabar dando pleno cumplimiento al mandato del 1-O.

Por eso hay que blindarlo políticamente. Y este blindaje, ahora, a corto plazo, pasa por garantizar algunos elementos que no son meramente simbólicos: que se constituya de manera pública y formal este Consell y su Assemblea; que, de acuerdo con el principio de restitución, quien quiera pueda ser conseller o consellera de las dos instituciones –del Govern de la Generalitat y del Consell de la República- con el fin de asegurar la coherencia política entre ambas; o que el presidente Puigdemont, además de presidir el Consell, mantenga vivas las opciones para ser investido presidente de la Generalitat, por medio de las reformas legislativas necesarias. Son garantías del blindaje político del Consell de la República que me parecen incuestionables.

Sí que se ha "sostenido" la Declaración [de la República], porque el exilio es precisamente eso, el único lugar desde donde "sostener" el sentido político de la Declaración con libertad

Es para asegurar esta última garantía que hace falta un acuerdo con la CUP, de cara a la investidura. Pero sería un error de visión importante pensar que el acuerdo con la CUP sólo importa por este motivo. No, la alianza estratégica con la CUP la queremos también por razones todavía más de fondo: porque la CUP ha pasado a ser, desde ahora, un actor relevante en la estrategia de internacionalización, porque puede jugar un papel clave con respecto al impulso del proceso constituyente, porque la transversalidad ideológica del independentismo es una de las condiciones de su éxito y sin el relato político de la CUP esta transversalidad se vería fuertemente disminuida, y porque articula una energía política y civil imprescindible a la hora de constituir una gran coalición republicana para los próximos años.

Si no apostamos por Bruselas, si no acordamos todas las garantías que tienen que permitir que el Consell de la República nazca políticamente robusto, entonces estaríamos poniendo todos los huevos del proyecto republicano en un único cesto: el gobierno de la Generalitat. Y en este caso -quizás sin atrevernos a decirlo abiertamente- estaríamos convirtiendo la Declaración del 27-O en un acto innecesario y convertiríamos en inútiles todos los sacrificios personales y colectivos que de aquella Declaración se han derivado.

Todos los que, desde posiciones de responsabilidad, optamos por hacer la Declaración del 27-S ahora tenemos el deber político y moral de ser coherentes y consecuentes con la decisión que tomamos. Y eso quiere decir, hoy, ir más allá de la constitución de un gobierno autonómico –por más que este tenga vocación republicana- y hacerlo desde donde se puede ir más allá sin poner en riesgo a nadie, que es el Espai Lliure de Brussel·les. La Declaración, al fin y al cabo, sólo habrá tenido sentido si ahora articulamos una estrategia ofensiva que sin la Declaración hubiera sido impensable –y nos dotamos de los instrumentos necesarios para sacarla adelante. En síntesis, son las decisiones que tomemos ahora las que estarán convirtiendo en necesaria o innecesaria la Declaración. Y en consecuencia en útiles o inútiles todos los sacrificios que han venido a continuación.

La alianza estratégica con la CUP la queremos también por razones todavía más de fondo: porque la CUP ha pasado a ser, desde ahora, un actor relevante en la estrategia de internacionalización

Por eso, ahora hay que seguir trabajando de manera incansable para acabar de cerrar el acuerdo con la CUP, tan necesario. Y para ligar todas las garantías antes señaladas, aquellas que nos tienen que asegurar que el Consell de Brussel·les será una realidad comprendida y respetada, bien acompañada y fuertemente impulsada, por parte de todos los actores del interior partidarios de la República.

No caigamos ahora en una nueva versión del "tenemos prisa". ¿No habíamos quedado en que el "tenemos prisa" había sido el otro error –al lado del paternalismo- de la etapa anterior? Pues no reincidamos en ello, tampoco. Queda margen para asegurar que la nueva etapa empieza sobre bases sólidas. Tomemos perspectiva. Alemania, sin ir más lejos, ha tardado 6 meses en formar gobierno. Y tampoco olvidemos que el 155 a nosotros nos pesa como una losa, pero a Rajoy –que sin el PNV no tiene ley de presupuestos- le quema en los dedos.