Yo no sé si también os pasa, pero de un a tiempo a esta parte noto cómo las manías y las modas vuelven. Lo que hacíamos cuando éramos jóvenes, la ropa que nos habíamos puesto, la música que nos gustaba, después de tantos años de coger polvo en el desván de los recuerdos, ahora se sacude y vuelve con fuerza, con energía renovada.

Cuando era joven me enseñaron a hacer punto de media y ganchillo. Guiada por mi madre, a quien no le gustaba nada la gente ociosa, a ratos muertos me hice algún jersey y un chaleco de ganchillo, que entonces estaba de moda llevar sobre vestidos largos. Viví el final de la época hippy, cuando la ropa con estampado tie-dye era moderna, los tejanos de pata de elefante y las botas camperas. Los años 80 vinieron llenos de lentejuelas y hombreras cuadradas, y toda aquella ropa que tan moderna me había parecido en la adolescencia quedó arrinconada porque parecía con poco estilo. Pues actualmente, esta moda de los años 50 y 70 vuelve, y bien fuerte, aunque le llaman moda boho. Tengo que admitir que no me he atrevido a comprar pantalones de pata de elefante pero, en cambio, me acabo de comprar un vestido que hubiera podido perfectamente llevar en aquella época dorada de los vestidos vaporosos. En las tiendas tienen camisolas de ganchillo hecho a máquina que simula lo que se hace a mano. El otro día leí que se ha puesto de moda entre la gente más joven hacer punto de media, para hacer bufandas y gorros, sobre todo con agujas de madera muy gruesas, porque se avanza más rápidamente. No tienes tiempo de cansarte y en un visto y no visto lo has acabado. Me parece una idea muy buena, y creo que cuando tenga tiempo volveré a hacer ganchillo y media, esperemos que todavía encuentre el material para que se mantenga de moda.

Hace unos años se pusieron de moda los cromos de picar. Yo tenía dos cajitas de cromos de picar, los que me gustaban más y me resistía a jugármelos, y los que no me gustaban mucho y siempre los ponía en medio porque no me importaba mucho si los perdía. Ahora no veo que nadie juegue, porque supongo que eso de pegar al suelo con la mano curvada para hacer saltar los cromos y hacerlos girar, acaba rasguñando la mano. Los yoyós también vuelven de vez en cuando, hacen un boom y desaparecen. Uno de los juegos más inocentes y que todavía me embelesan es uno que permite hacer burbujas soplando por el agujero de un palito, porque me gusta hacerlas crecer y girar mientras brillan irisadas, y después tirarlas al aire. Los juegos de siempre vuelven, muchos de ellos son actividades antiguas y ancestrales, como el de ir ensartando piezas pequeñas de colores para hacer collares. Ahora tengo a mi hija y sobrinas pasando el rato de máxima canícula estival haciendo brazaletes, tal como lo hemos hecho muchos de nosotros de bien pequeños, y tal como las encontramos en muchos museos, joyas antiguas hechas de abalorios de cristal, entonces, y piedras coloridas, que se han encontrado en tumbas y ajuares mortuorios.

Todo vuelve, también la música, con canciones de las que se hacen nuevas versiones, o biopics de músicos, con quienes retornamos al pasado, o los redescubrimos. Había grupos musicales que en su momento no eran de mis preferidos y ahora, con el tiempo, me gusta mucho escucharlos. Yo era más de Supertramp (y todavía lo soy) y he redescubierto Genesis. Queen me gustaba pero no era muy aficionada, y ahora me engancho cada vez que suena una canción. Todo vuelve, y en verano parece que más que nunca, porque queremos desconectar del presente y aquello que fue un éxito en el pasado, puede volver a serlo, por unos días o unas semanas.

Muchas veces cogemos un libro pensando que la historia que nos explica será nueva. Y lo que acabamos de encontrar es una vieja historia con un nuevo vestido. Me pasó cuando se puso de moda el escritor Paulo Coelho, que a mí me pareció una mezcla más o menos lograda de Rabindranath Tagore, Khalil Gibran y Las mil y una noches. Muchas de las historias de crímenes y novela negra que ahora gustan tanto, me recuerdan la complejidad de las tramas de Agatha Christie, la oscuridad de Dashiell Hammett o los miedos irracionales de los cuentos de Edgar Allan Poe. Muchas de las películas o las series me recuerdan, en un flash, imágenes de libros o películas anteriores, quizás es un guiño a la audiencia atenta o quizás un juego de espejos con aquellos sentimientos e historias que gustan de forma transversal a todas las generaciones. Al fin y al cabo, el drama y la comedia, la venganza y la pasión, el amor y la melancolía, el miedo y el deseo son sentimientos atemporales.

Todo vuelve. En verano retomamos vivencias, pero también queremos enterrar otras. Subamos al desván de nuestros recuerdos, encontraremos un poco de todo. Os dejo con un poema de Maria Mercè Marçal, para leer y releer.

 

Subiré la tristeza arriba al desván

con la muñeca sin ojos y el paraguas roto,

el cartapacio vencido, la tarlatana vieja.

Y bajaré los escalones con vestido de alegría

que habrán tejido las arañas sin juicio.

 

Habrá amor desmigado en el fondo de los bolsillos

 

Maria Mercè Marçal