Todo comienza en un pueblo formado por granjas llamado Sepharad. En la granja principal vivía el señor Jones, Paco Jones, y su mujer, que maltrataban a los animales de todas las granjas.

Una noche, el cerdo más sabio, a quien llamaban Isidoro, reunió a todos los animales clandestinamente en el pueblo de al lado, y les dijo que estaba harto de los hombres y que llegaría una rebelión que los echaría a todos.

Pero el propietario de las granjas, el señor Paco Jones, muere de un choque séptico, y los cerdos, autodenominados líderes por ser los animales más inteligentes, deciden que en lugar de una rebelión harán una "transición" dirigida por el cerdo Adolfo y sin echar a la familia del señor Jones, que dejan al fiel cerdo Borbón como vigilante.

Entonces, los cerdos Adolfo, Santiago, Isidoro y Manuel pactan que las dos granjas que antes de la llegada del señor Jones ya se organizaban solas, el caserío Aguirre, al norte, y la masía Tarradellas, al este, se vuelvan a gestionar solas. La del norte, con el cerdo Carlos, pacta quedarse todo lo que produce (y le dicen que sí porque allí viven unos perros peligrosos). La del noreste, con el cerdo Jordi, pacta que cada año les dará buena parte de los productos a cambio de influir en la granja principal.

Pero para que el resto de cerdos no se enfade, sobre todo los del sur, donde nació Isidoro, deciden que todas las granjas de Sepharad, incluso las que nunca lo habían hecho, tengan sus propias normas. Y se inventan nuevos himnos y nuevas banderas. Es lo que se conoce como pienso para todos.

Entonces, para que todas las granjas, dirigidas por la principal, se mantengan como pueblo, siete cerdos magníficos esculpen unas leyes en una pared:

-Todo lo que vaya sobre dos patas es un enemigo

-Todo lo que vaya sobre cuatro patas o tenga alas es un amigo

-Ningún animal llevará ropa

-Ningún animal dormirá en una cama

-Ningún animal beberá alcohol

-Ningún animal matará a otro animal

-Todos los animales son iguales

Durante años, las granjas de Sepharad prosperan mejor que cuando las administraba el señor Jones, pero con el paso del tiempo, los cerdos comienzan a abusar de su poder y manipulan los mandamientos a su favor.

Además, en la masía del este, todos los cerdos que van mandando, desde el cerdo Jordi hasta el cerdo Artur, se quejan de que envían demasiada producción a la granja principal y que no pueden atender a las necesidades de todos los animales que viven. Pero los cerdos de la granja principal y del resto de granjas los llaman insolidarios.

Un día, cuando en la granja principal manda el cerdo Mariano, el cerdo Carles, harto, decide que ya no enviará más pienso a la granja principal. Pero Mariano, con la ayuda de Borbón, que ya era el hijo del vigilante que había dejado la familia Jones, lanza los perros contra Carles, que huye de la granja y deja al inexperto cerdo Quim al frente de la masía.

A partir de este momento, Borbón se nombra líder único, manteniendo al resto de animales bajo su dictadura mediante la amenaza de los perros y, poco a poco, él y los otros cerdos terminan adoptando todos los defectos de los hombres contra los que se tenía que hacer la rebelión, modificando mandamientos a su favor y convenciendo a los animales de que los mandatos que recordaban eran falsos.

Finalmente, en la pared donde había escritas las leyes, queda una de sola que dice: Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que los demás.

Pero a pesar de esta injusticia, los caballos siguen trabajando más cada día. Las ovejas se muestran acríticas con el régimen. Los cuervos hablan del cielo, de fútbol y de Belén Esteban a los animales y reciben un trato de favor de los cerdos porque ayuda a hacer más mansos los caballos y las ovejas. Los únicos que se dan cuenta de las manipulaciones son los asnos, pero no hacen nada.

Ante el fracaso de la rebelión (perdón, de la "transición"), el cerdo Borbón permite entrar en Sepharad a los amigos del señor Jones, que llegan por la granja del sur.