Los procesistas son ellos. Se mofan del procés, pero viven del procés y sin el procés no serían nada. No quieren que se acabe nunca. No quieren ningún acuerdo. Se llenan la boca con la supuesta falta de convivencia en Catalunya y no hacen nada para coser la sociedad teóricamente rota que tanto dicen servir. Lo hacen por odio o lo hacen por cálculo electoral. Y, francamente, no sé qué es peor. Ante la posibilidad de encontrar una salida política al actual callejón sin salida, no se sientan en ninguna mesa, sólo se comportan como quinquis de la política. Son unos irresponsables, son unos incendiarios. Y son muy previsibles.

El gran éxito de José María Aznar ha sido ideológico. Ha sido de marco mental. Ha sido imponer un nacionalismo español excluyente. Que choca en Catalunya con otra hegemonía, la del gran éxito de Josep-Lluís Carod-Rovira, la de un independentismo en construcción. Por cierto... se ha escrito, seguramente con razón, que Vox es fruto del independentismo. Que es una reacción. De acuerdo. Pero no se dice, en cambio, que la hegemonía independentista en Catalunya también es una reacción al relato del aznarismo. Bueno, sea como sea, la situación actual es fruto de lo ocurrido en Catalunya y en España en los últimos 25 años. Desde que ERC hace la apuesta independentista en 1992, que coincide casi con el momento de la irrupción de Aznar. No es casualidad que ambos movimientos tengan lugar en el tramo final del felipismo y del pujolismo. El autonomismo eran ellos. El choque hubiera llegado antes si no fuera que en 1996 Jordi Pujol pactó con Aznar y el Majestic fue una prórroga. Y hubiera empezado antes si no fuera que en 1999, el PP alargó el pujolismo hasta 2003. Segunda prórroga. Y una tercera. Cuando Pujol lo deja, Pasqual Maragall plantea el nuevo Estatut contra Aznar, pero las mentiras del PP hacen que Zapatero llegue al poder. Y se ensaya, entonces, la estación federal. ZP habla de España plural e intenta la paz en Euskadi y el nuevo Estatut, reconvertido en un café para todos. Pero la crisis económica hace caer a ZP y los tripartitos. CiU y PP vuelven a aplazar en un primer momento, por cuarta vez, un choque inevitable a partir de 2012. Las dos hegemonías han ido haciendo chup-chup y ya están a punto.

Cada vez pasa igual. Cualquier propuesta que sale de Catalunya rompe España

Las dos hegemonías, pues, están claras. Y son incompatibles. Por lo tanto, es evidente que no será el Tribunal Supremo el que las hará convivir. Es evidente que hace falta una solución política. Y si tiene que pasar por una mediación, bienvenida sea. Incluso alguien podría pensar que el propio Zapatero podría desempeñar ese papel de mediación. Pero tiene una rémora. Le dirán que no se pueden fiar de él porque es el del "apoyaré". Pero también es verdad que él y Arnaldo Otegi estuvieron hablando largamente hace unas semanas en el caserío de Txillarre, donde Jesús Eguiguren y el líder abertzale tejieron la paz bajo la protección del Mister Magorium de León. Otros dirán que el mediador podría ser Antonio Garrigues Walker, el hombre que ya ha dicho que "para solucionar el tema catalán hacen falta buenos mediadores", que Catalunya nunca abandonará su reivindicación y quien ha pedido un gesto de grandeza.

Ahora bien, el PSOE no debería cometer el error del segundo bienio de Zapatero: caer en el marco mental del aznarismo, ahora reconvertido en tripartito de derechas. Cada vez pasa igual. Cualquier propuesta que sale de Catalunya (sea un nuevo Estatut, sea un pacto fiscal, sea un referèndum, sea una mediación) rompe España. Y al PP (y ahora a Ciudadanos y Vox), se suman invariablemente los barones socialistas. Y cada vez que gobierna el PSOE (ahora con Podemos) con lo que ellos llaman "nacionalismos periféricos" (sea CiU, ERC o quien sea), la derecha monta manifestaciones en contra. Son, ya lo he dicho, previsibles. La única solución que tiene el PSOE es entender de una vez que no puede hacer política con el marco mental de Aznar. Si la vicepresidenta Carmen Calvo quiere hacer una rueda de prensa para hablar de la mediación lo que no puede hacer es explicar que sólo quieren un secretario que convoque a los partidos catalanes en Barcelona para que hablen entre ellos. Lo que tiene que hacer es decir sin complejos que sí, que quieren un mediador, que qué se han creído que es eso de querer resolver los conflictos políticos con los tribunales, con la represión y la testosterona. Que qué demonios se han creído ese atajo de hooligans y que "e pur si muove". O lo que es lo mismo: "ladran, luego cabalgamos".