A la izquierda de la izquierda de Manuel Marchena ―física, que no políticamente, o sí― se sienta un juez que ríe mucho. Tiene el cabello moreno y responde al nombre de Antonio del Moral. Cuenta la misma edad que el presidente de la sala. Ambos nacieron en 1959. Así como al rey de los sinónimos se le ha caído la careta estos días, de Antonio del Moral García, que está en la sala segunda del Supremo desde 2012, le conocemos un peculiar sentido del humor. Doctor en Derecho por la Complutense, fiscal en excedencia ―tanto del Estado como del Supremo―, ha sido profesor en el Instituto de Empresa y en la propia Complutense, tiene publicaciones sobre derecho penal y participó en la comisión encargada de hacer el borrador del nuevo código procesal en los años 2012 y 2013, según la Guía para medios de comunicación, que te dan en el antiguo convento de la plaza de la Villa de París.

Del Moral forma parte de la Asociación Profesional de la Magistratura, de tendencia conservadora y de la que forma parte también Pablo Llarena, por si quieren más información. El juez que ríe, insisto, tiene sentido del humor porque siempre que puede cuenta la historia que voy a contar a continuación. La última vez que la explicó, que tengamos constancia, fue el 10 de abril de hace un año. De hecho, existe un vídeo de móvil que lo acredita (pero no lo veremos ahora, lo veremos durante las pruebas documentales). Fue participante, precisamente con Pablo Llarena ―y Enrique López, magistrado de la Sala de Apelación de la Audiencia Nacional y exmagistrado del Tribunal Constitucional, y José Luis Concepción, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León― en una jornada sobre delitos económicos y responsabilidad penal de las empresas en Salamanca.

La historia que cuenta, sin embargo, no es suya, sino de un alumno anónimo de la UNED. Pero el juez que ríe no lo esconde. Es una versión penal del cuento de Blancanieves. Y dice lo siguiente:

De entrada, el joven al que la madrastra encargó matar a Blancanieves ―madrastra a quien se podría juzgar por inducción a asesinato― para que no fuera la más bella del reino, al no tener el valor para hacerlo, la dejó huir y mató a un pobre ciervo para llevarle su corazón a la madrastra, cometió delitos contra la flora y la fauna, según el Código Penal español actual.

Después, Blancanieves huyó hasta encontrar una cabaña en el bosque... construida en suelo no urbanizado, por tanto, con delito contra la ordenación del territorio.

Además, la simple alusión a sus dueños en el título del cuento, enanos, es peyorativa e indica un menosprecio a personas de verticalidad limitada.

Un exceso legislativo puede hacer que la vida diaria y las acciones cotidianas terminen todas en la justicia

La protagonista del cuento entró en la casa, por tanto, incurriendo en un delito de allanamiento de morada.

Sus habitantes volvían a casa cantando, seguro, una canción por la que no pagaban el correspondiente canon a la Sociedad General de Autores de España (SGAE).

Al escuchar la historia de Blancanieves, les dio pena y le permitieron quedarse en la casa, eso sí, a cambio de hacer las tareas del hogar, como planchar, lavar, coser o cocinar, evidentemente sin remuneración ni contrato ni alta en la Seguridad Social, por tanto, cometiendo un delito contra los derechos de los trabajadores.

Cuando la madrastra descubrió que Blancanieves seguía viva, hizo que entrara en un sueño profundo después de comer una manzana, cometiendo un delito contra la salud pública por envenenamiento.

Letargo del que la protagonista del cuento despierta porque recibe el beso de un príncipe, que, con la ley en la mano, cometió un delito de agresión sexual al aprovecharse de una mujer privada de sentido.

Por tanto, de acuerdo con el Código Penal, todos los protagonistas del cuento de Blancanieves tendrían cuentas pendientes con la justicia y todos hubieran terminado en la cárcel.

Muy bien. Y ahora, la lección que se extrae y que explica el propio juez que ríe. Un exceso legislativo puede hacer que la vida diaria y las acciones cotidianas terminen todas en la justicia. Ahora mi conclusión: tome nota de esto también, señor juez que ríe, cuando estamos hablando de política. Lo estamos viendo esta semana en el Supremo con los guardias civiles contando cuentos de terror con el objetivo de dejar encerrados en la cárcel a los políticos catalanes.

Pero vamos, tal vez el juez que ríe, ríe porque es plenamente consciente de lo que está pasando.