Quim Torra lanzó un ultimátum a Pedro Sánchez... y en lugar de abrir las hostilidades con el presidente español, las ha abierto dentro de su propio gobierno. Hasta el punto de que en la reunión que le ha pedido al líder del PSOE ya no figura ningún ultimátum y la respuesta ha sido un desdén. Ahora mismo, en el Palau de la Generalitat cohabitan Junts per Catalunya y ERC y sus estrategias son manifiestamente diferentes, como ha quedado patente en un debate de política general donde lo menos relevante ha sido el papel de la oposición, con una minoría mayoritaria que ha tenido que remar hasta el pacto final de negociar con el Estado un referéndum vinculante... sin plazos.

Torra lanza un ultimátum mal calculado a Sánchez y ERC le responde que los ultimátums los carga el diablo. El president lanza un ultimátum y su socio niega que se haya pactado con el vicepresident Pere Aragonès. Es la visualización de un conflicto que sólo los presos y los exiliados han tapado. Los presos, los exiliados y el enemigo exterior son la cola del Govern. Pero, sin embargo, allí donde Torra y Carles Puigdemont ven una República declarada de facto, Gabriel Rufián ve "independentismo mágico" y Sergi Sabrià remata: "No estamos en la República que anhelábamos, y hacerlo ver nos aleja del objetivo".

Y ya no se puede ocultar más la discrepancia. Quizás antes habrá elecciones en Catalunya que en Madrid. Y eso que hablamos de Junts per Catalunya y ERC. De Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, que ya no tenían una buena relación cuando ocupaban los puestos de Torra y Aragonès. Porque si ponemos la lupa dentro del mundo exconvergente, también veremos diferentes familias. Como veremos estrategias diferentes si abrimos definitivamente el foco y añadimos a la lectura a la CUP (Riera: "Entre el 1-O y la ruptura con el Estado existe una barrera y son ustedes"), más cercana a Torra que al PDeCAT, o a Òmnium y la ANC, que tampoco dicen lo mismo. Y con los CDR no entramos, porque no hay una dirección orgánica.

Esta divergencia de estrategias es la que hace pensar, sin la necesidad de tener una varita mágica, que la única manera de aclarar dónde está cada uno será con unas elecciones convocadas por el president de la Generalitat

No es necesario entrar sólo en la división entre más o menos pragmáticos. Pongan la etiqueta que deseen. Ahora mismo, en el núcleo de Waterloo tenemos a Puigdemont con Josep Lluís Alay, que dirige la oficina del expresident, y Jami Matamala. Su enlace con Barcelona son el president Torra ―que a pesar de ser interino también tiene un perfil propio―, Laura Borràs, Francesc de Dalmases y Josep Costa ―los independientes de Junts per Catalunya― y la ascendencia de Pere Cardús. Pero ya no tienen la misma sintonía con una Elsa Artadi que dirigió la campaña de Puigdemont, pero que desde Presidència tiene una agenda propia, porque tiene más futuro político que Torra, y hace más viajes a Madrid de lo que gustaría a algunos. Y es evidente, porque ya se vio en las elecciones del 21-D, que el PDeCAT está en otra órbita, sobre todo la vieja guardia de Madrid con Carles Campuzano, Jordi Xuclà y Ferran Bel, que no son lo mismo que la vicepresidenta del PDeCAT tras la decapitación de Marta Pascal por orden de Puigdemont, Míriam Nogueras ―que viene del activismo―, como se vio con la famosa moción que defendía el diálogo con el PSOE. Esta Vida de Brian hace que el mundo exconvergente tenga más difícil trazar una estrategia y rearmarse de cara al futuro que lo que pueda hacer ERC, que al ser un solo partido y pese a las diferentes sensibilidades que pueda haber, tiene un plan y una disciplina bajo la batuta de Junqueras desde Lledoners, que antes se había atribuido a los convergentes.

Esta divergencia de estrategias es la que hace pensar, sin la necesidad de tener una varita mágica, que la única manera de aclarar dónde está cada uno será con unas elecciones convocadas por el president de la Generalitat, y no precipitadas como las del 21-D que convocó Mariano Rajoy Brey. Elecciones que, si no llegan antes, lo harán después de la sentencia del Supremo contra los líderes independentistas catalanes, momento en el que cada vez parece más claro que Torra llevará al Parlament una proclamación de independencia ("He venido a hacer la República Catalana y el día que vea que no puedo hacer esto me iré") y que Roger Torrent le dirá que no es pertinente vender humo y enviar más gente a la cárcel, porque, como dice Junqueras, no hay atajos que no sean un referéndum pactado. Una lógica que hace pensar que la estrategia de los de Puigdemont pueda ser devolver la moneda a los republicanos diciéndoles que ahora los traidores son ellos.

Ahora bien, todo este esfuerzo para entender algo, quizás es demasiado simplista. Admitámoslo. Nunca nada suele pasar como se prevé y menos en la política catalana de los últimos años, acostumbrados como estamos a giros de guión inesperados. El futuro, amigos, no se puede prever, como ya cantó Bob Dylan. Vivimos en un mundo de caos donde la interacción del hombre cambia las predicciones de las máquinas del tiempo. Cualquier evento condiciona el futuro como saben los fans de Back to the future.