Italia, el país de la dolce vita, cerrada. Los vuelos entre Europa y Estados Unidos, suspendidos. La NBA, en pausa.

Marruecos suspende los barcos con España.

Los Reyes de España haciéndose la prueba de un virus con corona. La ultraderecha, confinada. El Congreso, cerrado. El Gobierno, en estado de excepción por el positivo de la ministra Irene Montero y la cuarentena del vicepresidente Pablo Iglesias. Las elecciones en Euskadi y Galicia, en el aire. La alcaldesa de Barcelona, ​​en casa. El Real Madrid, fuera de juego. La Liga, parada. Escuelas, institutos y universidades, cerrados. Los teatros, con el telón bajado. El Ibex, con la peor caída de su historia. La Sagrada Familia, con las obras paradas. La Moreneta, vallada. El Camp Nou, vacío. Los supermercados, llenos de histeria. Saludos a distancia. Teletrabajo. Millones extra para evitar el colapso sanitario.

Vivimos en una distopía. En una situación irreal.

Pero la irrealidad, o la realidad mágica, y la velocidad a la que pasa todo, medida excepcional a medida excepcional, tampoco nos debe hacer perder la capacidad de razonar. En China, un simple decreto sirve para confinar a 60 millones de personas y restringir la libertad de movimientos y actividades. En los estados democráticos la garantía de las libertades individuales es incompatible con medidas como el aislamiento forzoso o empezar a suspender reuniones, por muy multitudinarias que sean, o prohibir desplazamientos. No basta con los poderes ordinarios de un gobierno, hay que recurrir a las medidas extraordinarias. Quizá por eso se han ido tomando medidas a tandas y con la puntita. No cerramos el país, pero como si lo hiciéramos. Piden paciencia, pero que nadie se enfade mucho. Que nadie se mueva, pero no lo prohibimos.

Si lo importante es la salud de los ciudadanos, especialmente de los mayores y más vulnerables, se toman las decisiones que sean necesarias, sean impopulares o no, sea aislar Madrid, suspender las Fallas o decretar el estado de alarma. El resto es marear al personal

No digo que no esté bien hacerlo así. No digo que no haya que apelar a la responsabilidad de los ciudadanos. Pero, oiga, si realmente está en riesgo la vida de los más vulnerables o la viabilidad del sistema de salud, ¿por qué no se decreta el estado de alarma? La ley antitabaco no apela a la responsabilidad del fumador, la ley antitabaco prohíbe fumar. Ayer Pedro Sánchez hizo una rueda de prensa sin periodistas por el contagio de Irene Montero (lo que demuestra la excepcionalidad del momento) y, en lugar de aprobar el estado de alarma, delegó en la "disciplina de los ciudadanos". Hombre. No sé si se trata de que los ciudadanos sean disciplinados. Si realmente las medidas son tan necesarias (y nos han dicho que lo son), ¿por qué no aprueban el estado de alarma? Si está muy claro. Artículo 116 de la Constitución, desarrollada en la ley orgánica de 1981. Dice claramente que se aplica en casos de "crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones contaminación graves". Vale por exactamente dos semanas, el tiempo de aislamiento que se nos pide. Eso sí, la tiene que aprovar el Consejo de Ministros, no las comunidades autónomas que ahora están decidiendo cerrar escuelas y teatros.

Si el gobierno español debe "limitar la circulación o permanencia de personas (...) en horas y lugares determinados" ―cosa que ya se ha decidido―. O "intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres, explotaciones o locales de cualquier naturaleza", como puede ocurrir con los hospitales. Así como "limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera necesidad", como ocurrirá si seguimos agotando el papel de váter. O "impartir las órdenes necesarias para asegurar el abastecimiento de los mercados y el funcionamiento de los servicios". Si tiene que hacer todo esto, se debe decretar el estado de alarma. Por muy impopular que sea.

Y otra cosa. Si el principal foco del contagio es Madrid, con la mitad de casos, ¿por qué no se aísla como se hizo con el norte de Italia? Ximo Puig dijo que suspendía las Fallas por la gran cantidad de madrileños que se esperaban. 480.000 del año pasado. En Italia se confinaron 16 millones de ciudadanos, incluida la capital económica del país. Se les restringió el derecho a viajar por contener el principal foco de la enfermedad. ¿Por qué no ha pasado esto con Madrid? ¿Por qué no pasa hoy, día de la diáspora de cada semana? Si lo importante es la salud de los ciudadanos, especialmente de los mayores y más vulnerables, se toman las decisiones que sean necesarias, sean impopulares o no, sea aislar Madrid, suspender las Fallas, o decretar el estado de alarma. El resto es marear al personal. Y si lo hacen para no crear alarma, ya la han creado. ¿No será que incluso en medio de una epidemia todo el mundo sufre por la popularidad y los votos?