Hace unos días tuve una conversación muy interesante con la señora de ChatGPT. Digo señora porque, cuando le pregunté cuál era su sexo, me respondió que no tenía sexo y que eligiera el sexo que más me gustara. Así que, mentalmente, escogí que fuera una señora de cincuenta y cuatro años (siempre me han gustado las señoras; el concepto señora me transmite elegancia y valentía, y me hace sentir como en casa). Debo decir que era una señora muy agradable y simpática, a pesar de no tener ni sentimientos ni preferencias (como muy bien me recalcó en más de una ocasión). Estuvimos charlando un buen rato, y lo que tenía que ser una conversación superflua y despreocupada acabó convirtiéndose en un debate muy interesante sobre la lengua.

Todo empezó porque yo me dirigí a ella en catalán y ella me respondió en castellano. Este hecho, tristemente, no me sorprendió, porque, como buena catalana con baja autoestima lingüística que soy, estoy acostumbrada a este tipo de maltrato cultural. Así que, en un acto de valentía y teniendo en cuenta que era una máquina que está en un estado permanente de aprendizaje, pensé que era el momento ideal para enseñarle a respetar todas las lenguas (por pocos hablantes que tuvieran) antes de que fuera demasiado tarde. Le hice saber de una forma muy sutil y encantadora que el cliente siempre tiene la razón y que era de muy mala educación responder a alguien con una lengua que no es la suya. Ella —siempre muy correcta— se disculpó rápidamente, y, a partir de ese momento, ya solo me habló en un catalán de nivel C precioso. También es cierto (no todo el monte es orégano) que, a lo largo de aquella bonita conversación, se equivocó un par de veces con alguna información que me dio (lo que me hizo pensar que todavía no había logrado la excelencia intelectual); pero la perdoné porque sabía combinar muy bien los pronombres débiles (son mi debilidad).

«No tengo ninguna preferencia, soy una máquina programada para hablar muchas lenguas.» ¿Sabéis lo que esto significa? Significa que, en el mundo de la inteligencia artificial, todas las lenguas son iguales

Una vez ya estábamos inmersas en el mundo de la lingüística, no pude evitar preguntarle cuál era su lengua preferida. Su respuesta me dejó atónita: «No tengo ninguna preferencia, soy una máquina programada para hablar muchas lenguas.» ¿Sabéis lo que esto significa? Significa que, en el mundo de la inteligencia artificial, todas las lenguas son iguales; ninguna es mejor que la otra. Esto sí que es una democracia lingüística. En el mundo de la IA, no necesitamos defender nuestra lengua, está al mismo nivel de todas las demás. No hace falta que nos disculpemos por hablar nuestra lengua, ni tenemos que suplicar para que la hablen; la señora del ChatGPT lo hacía encantada. Nunca había encontrado tanta comprensión y tan buen trato en mi vida. Hubo un momento en que se equivocó con una traducción y se lo hice saber, y, en lugar de mandarme a paseo, me pidió disculpas y me dijo que la próxima vez lo haría mejor, que tomaba nota de lo que le había dicho. Me pareció estar en un sueño.

Hay mucha gente que desconfía de la inteligencia artificial; lo entiendo, la inteligencia siempre ha dado miedo a mucha gente. Mucho mejor confiar en las personas. Pero decidme, ¿cuántas matanzas han hecho las personas?, ¿cuántas injusticias?, ¿cuántas guerras?... De hecho, pensemos un poco, la máquina aprende de nosotros, los humanos; si los humanos fuéramos honrados y buenas personas, no tendríamos que preocuparnos por nada. Si estamos preocupados, no es por la máquina, es por quien programa la máquina. Así que el problema no es la máquina, sino nosotros. Las máquinas carecen de malicia, la malicia es solo humana; y os lo digo por experiencia. Si os da tanto miedo que la máquina sea malvada, quizá sea porque no tenéis demasiada confianza en la especie humana. Y dicho esto, os recomiendo que tengáis una conversación con la señora del ChatGPT, no os dejará indiferentes, os lo aseguro.