“Las vacunas contra el covid-19 han salvado millones de vidas”. Seguramente esta frase la haya escuchado y leído, mi querido lector, muchas veces. Incluso, ha podido también escuchar o leer que han salvado más de 14 millones de vidas. Una afirmación contundente, qué duda cabe, y que le da al producto una suerte de fuerza, de poder, que hace casi imposible dudar de sus beneficios. 

La afirmación tiene su origen en un estudio dirigido por el Profesor Oliver Watson, y realizado por otros junto a él, como Gregory Barnsley, Jaspreet Toro, Alexandra Hogan, Peter Winskill y Ara Ghani. Se publicó en The Lancet el junio de 2022 y desde entonces, su conclusión ha sido repetida por todas partes: desde los principales medios de comunicación hasta los principales líderes políticos mundiales. Un estudio financiado por la OMS, y por la filantrópica entidad de Gates, GAVI, entre otros. 

Los resultados de su análisis apuntan a que las vacunas habrían podido evitar 14,4 millones de muertes que se registraron por COVID-19, lo que habría supuesto una reducción del 79% de las que hubo durante el primer año (18,1 millones según los datos en los que se basa el estudio). Detalle arriba, detalle abajo, el mensaje es el que con toda seguridad a usted le ha llegado. Sobre todo cada vez que se ha puesto en marcha una nueva campaña de refuerzo. 

Sin embargo, ha habido otros científicos y analistas que han querido contrastar estos datos y se han preguntado si, realmente, la vacuna ganadora del Premio Nobel realmente salvó millones de vidas. En este caso, Denis Rancourt y Joseph Hickey han analizado los datos que habían sido escrutados en el estudio de Watson y su conclusión es que los escenarios para hacer ese documento “son incorrectos”. 

En el documento elaborado por Rancourt y Hickey, mucho más extenso y detallado que el de Watson, no solo refutan la conclusión del trabajo de este último, es decir, que las vacunas habrían salvado 14 millones de vidas, sino que, además, afirman haber hallado causalidad entre las vacunas y unos 17 millones de muertes debido a su toxicidad. 

Estoy absolutamente convencida, mi querido lector, que de este estudio usted no ha oído hablar en los principales medios de comunicación, ni a los principales líderes políticos. Y estará conmigo en que, la conclusión que presenta este análisis bien merecería ser, por lo menos, tenida en cuenta. 

Por si un estudio no fuera suficiente, Rancourt y Hickey se sumaron a Baudin y Mercier para analizar los datos específicos sobre la “mortalidad asociada a la vacuna Covid-19 en el hemisferio sur”. Y su conclusión, clara y contundente, es que los gobiernos deberían poner fin inmediatamente a la política de dar prioridad a las personas mayores para la inyección contra el Covid-19. 

Resulta sorprendente que, por un lado, se le otorgue el Premio Nobel a una científica por su trabajo relacionado con las vacunas ARNm contra el Covid-19 y que, por otro lado, haya expertos que afirmen que la toxicidad de estos compuestos es extremadamente peligrosa. Ni siquiera se promueve un debate para hallar el punto medio

Mientras analizábamos esta información (el informe sobre las vidas salvadas acaba de ser publicado en el mes de octubre de 2023), han pasado cosas, hechos que por su relevancia deberían haber sido conocidos. Pero, igualmente, quedan aparcados en un rincón a pesar de la importancia que podrían tener. 

Polonia ha sido demanda por Pfizer a causa, precisamente, de las vacunas contra el Covid-19. La farmacéutica acusa al Estado de incumplimiento de contrato, después de que Polonia avisase de que no quería recibir más inyecciones. Varsovia estaba obligada a adquirir millones de dosis de las inoculaciones basándose en el contrato que la Comisión Europea había firmado con Pfizer en 2021. Un contrato que se firmó sin el visto bueno de Polonia (entre otros). 

El proceso de compra está siendo investigado y de momento ya ha sido duramente criticado por el propio Tribunal de Cuentas de la Unión Europea por sus irregularidades; la Defensora del Ciudadano Europeo se ha dirigido en dos ocasiones a Von der Leyen para que presente los mensajes que se intercambió con el CEO de Pfizer en plena negociación, y que la presidenta de la Comisión dice haber borrado; o desde el mismo Parlamento Europeo, que exigió la comparecencia de Von der Leyen para que diera explicaciones de todo el tinglado que había montado para destinar miles de millones de dinero público a una empresa privada, saltándose todas las pautas y normativas habidas y por haber. Pero la alemana ha pasado olímpicamente de rendir cuentas. Al menos de momento. El New York Times también la denunció por estos hechos. 

A todo este escándalo se lo ha denominado “Pfizergate” y aunque puede que no le suene, a nivel internacional ha tomado cada vez más peso. Y dicho sea también, esta semana ha aparecido muerta la eurodiputada de los Verdes encargada de la investigación de este caso, la ecologista Michele Rivasi. Por el momento se desconocen las causas de su muerte, pero lo que estaba claro es que la terrible noticia, pilló a todos por sorpresa. 

Polonia se las verá con Pfizer el próximo 13 de diciembre en Bruselas. Y aunque seguramente se cuente poco o nada de lo que allí suceda, de lo que se ventile, no estaría de más que hiciéramos un pequeño esfuerzo por enterarnos. Imagínese que es cierto lo que dicen Rancourt y Hickey. 

Esta semana también aparecía una interesante entrevista en un medio neozelandés. El entrevistado había sido el responsable único de la base de datos de Nueva Zelanda durante la pandemia, y por eso, dice que su posición privilegiada le permitió cruzar datos y sacar algunas conclusiones. Es en la entrevista donde revela su descubrimiento: el número de personas fallecidas y el lote de la vacuna contra el covid-19 que se les había administrado. Las cifras que presenta este hombre son realmente preocupantes, pues reflejan que ha habido unas dosis más dañinas que otras. De hecho, lo que presenta son los casos de muerte y los números son muy preocupantes. 

La reacción inmediata también ha tenido lugar en estos días: se ha abierto una investigación contra el protagonista de la entrevista, a quien mediante un comunicado oficial del Te Watu Ora Health New Zeland lo señalan como un auténtico ignorante que se ha dedicado a mentir y “desinformar”. Sobre todo, la responsable del organismo ha señalado que están planteándose denunciarlo por desvelar datos personales, que no son de acceso al público. 

Aunque para comunicado controvertido, si he de recomendarle uno, esta semana se lleva el premio el Ministerio de Sanidad de Colombia. Allí, el de momento ministro Guillermo Alfonso Jaramillo, se dejó llevar durante una intervención pública. En su intervención ante la Comisión Primera del Senado sobre las medidas adoptadas en pandemia, el ministro hizo referencia a las vacunas de ARNm diciendo: “Están jugando con la vida de los colombianos. No podemos ser factor de experimentación. Todos los que estamos vacunados hoy, con excepción de los que cogimos SINOVAC (yo tengo tres de SINOVAC), toda la nueva tecnología, y todas las vacunas entraron aquí sin permiso. Fuimos, nos convertimos en un experimento. Todos los colombianos que están vacunados sirvieron para el más grande experimento que se haya hecho en toda la historia de la humanidad. No podemos seguir experimentando con la comunidad colombiana. Ni menos con los indígenas, con los negros y con los más pobres de este país, como los campesinos.”  

Pues bien: tras pronunciar semejante discurso, valiente y contundente, pocas horas después el Ministerio presentó un comunicado en el que el mismo ministro redactó una carta de promoción de las vacunas señaladas en su discurso, afirmando que son seguras y eficaces. De los comentarios que se están vertiendo sobre el ministro, podrá hacerse usted, mi querido lector, una idea. 

Sirvan estos ejemplos como muestra de la brutal situación que nos ha tocado vivir. Porque nuestra salud, en definitiva, depende de ello. La decisión que uno tome debería poder contar con la mayor información posible. Sobre todo cuando hay estudios que afirman que puede estar en juego su propia vida, o su salud ante posibles enfermedades crónicas e invalidantes. 

¿Cómo es posible que pasando lo que está sucediendo, con la gravedad de lo que se está señalando, no haya un debate público y abierto, y se tomen medidas para aclarar realmente lo sucedido, evitando que esto pueda ocurrir?

Hablando de volver a ocurrir, apúntese una nota: El tratado de pandemias que está urdiendo la OMS y del que más nos vale alejarnos todo lo posible. Pero de esto ya tendremos tiempo de hablar.