Ha pasado solo una semana desde que Alberto Núñez Feijóo anunciara su equipo de campaña para las autonómicas y municipales con los fichajes de Íñigo Gómez de la Serna y Borja Sémper como bastiones de la pretendida moderación. En siete días se han materializado muchas razones por las que esa moderación es cuasi imposible a corto plazo. Hay diez al menos, diez muros, contra los que choca el Partido Popular en la pretendida búsqueda del centro.
La malversación, una acusación de doble filo. El PP mantendrá como eje electoral cargar contra la estrategia del gobierno de despenalizar el procés. Con las consecuencias judiciales de la eliminación del delito de sedición —convencido de que hace daño al PSOE en las comunidades que gobierna— y la revisión a la baja de la malversación. Un mensaje boomerang, porque mientras acusa al ejecutivo de beneficiar a corruptos, muchos de ellos serán de los suyos en Murcia, Valencia, Valladolid o a nivel nacional. Los más conocidos, previstos para este semestre, son el caso Púnica con la pieza de los trabajos de reputación online para consejeros de Esperanza Aguirre, el caso Lezo, Gürtel, el caso Rato, Zaplana, Tándem o Kitchen, entre los más conocidos.
Constitución o barbarie. Feijóo intenta colocar al PP "como el único partido constitucionalista que le queda a España", en sus propias palabras. Una ficción política y parlamentaria. Si así fuera, cualquier reforma de la Constitución, de obligada mayoría de dos tercios, saldría adelante.
Vox, fuerza de arrastre. El protocolo antiabortista de Castilla y León es el ejemplo más significativo. El vicepresidente Juan García-Gallardo anunció unas medidas claramente irregulares contra los derechos de la mujer reconocidos por ley. El presidente Alfonso Fernández Mañueco ha tardado cuatro días en aclarar la guerra interna en su coalición condicionando a todo el PP frente al partido de Santiago Abascal. Tras el comité de dirección en la sede de Génova de los lunes, las preguntas sobre Vox han copado la rueda de prensa. Si el PP pretendía colocar otro mensaje, no ha podido. Esta dinámica se repetirá en los próximos meses.
El PP ha planteado una campaña muy dura contra el adversario político, la más violenta en forma y fondo de las que se recuerdan
El silencio te salva o te sepulta. Feijóo está desdibujado en asuntos cruciales en los que debería confrontar la batalla cultural. La de Castilla y León es una de tantas jugadas de Vox para condicionar al PP donde el presidente de los populares ha perdido una oportunidad para trazar las líneas rojas en materia de derechos fundamentales. Es más, en este caso, es esclavo de sus palabras y su falta de posicionamiento. En septiembre, Feijóo aseguró que su posición sobre el aborto sería la que fijara el Tribunal Constitucional, entonces de mayoría conservadora, evitando una vez más manifestar una posición clara.
Sin rastro de acuerdos. Es muy difícil vender un programa moderado sin gestos en políticas de Estado. La decisión de consumir los próximos once meses de campaña volando todos los puentes con el PSOE puede complicar el porcentaje que necesita en transferencia de voto. Y sin pactos, no se es partido de gobierno. Tras cuatro años largos de bloqueo del Poder Judicial, el PP está dispuesto a consumir la legislatura sin acordar la renovación al margen del coste que tenga para el retraso de una actividad judicial que afecta a los ciudadanos.
Europa y el mandato de ‘no capitular’. El PP europeo rechazó el pacto con Mañueco a la espera de que solo fuera “un accidente”. Para su presidente, Donald Tusk, representaba una “capitulación” y pidió al PP que no fuera “una tendencia en la política española”. No solo formaron la primera coalición con la ultraderecha, sino que Feijóo ha admitido que él también caerá porque, aun siendo “mala para el país”, “no depende” de él, abriendo a un futuro pacto de cara a las generales.
Autocracias frente a democracias. Es la tensión en Europa y a la que el PP no termina de sumarse. Mientras Bruselas sanciona a las autocracias europeas, García-Gallardo ha presumido de copiar la medida de Hungría ante el mutis de Feijóo. Ocurrió ante el asalto institucional en Brasil y la tardanza del PP en mandar un mensaje meridiano de apoyo y acaba de ocurrir en la reivindicación de Viktor Orbán por parte de Vox.
Ciudadanos y Vox, un equilibrio imposible. Afrontar las elecciones buscando votos en ambos caladeros obliga a una incoherencia programática insalvable.
Ayuso, correa de transmisión de los mensajes de Vox. Y de los que Feijóo dice rechazar. La presidenta de Madrid calló ante los fichajes como el de Borja Sémper y mantiene los caballos de batalla contra el independentismo y el sanchismo. “Totalitario e ilegítimo”, decía este mismo lunes. O “el padre es una figura despreciada y perseguida, se criminaliza a los hombres por serlo”, ha dicho la presidenta de Madrid en consonancia con el discurso anti género y machista que defiende Vox en el Congreso. El presidente del PP cree que a Sánchez puede perjudicarle la estrategia en Catalunya en el resto de las comunidades gobernadas por los socialistas ajeno a que ser Moreno Bonilla y Ayuso al mismo tiempo es imposible. Los líderes autonómicos pueden ganar en sus territorios estando en las antípodas. Feijóo no podrá ser una cosa y la contraria sin sufrir desgaste.
La calle, jaleada por la ultraderecha. Ha pasado desde la polémica ‘foto de Colón’. También durante la pandemia y en las protestas de los sindicatos policiales afines a Vox contra el Gobierno. El PP acaba sumándose a las manifestaciones en modo telonero. Hasta ahora, quien convoca y anima es Vox, ponen el marco y acaban sumándose miembros del PP.
Diez razones, diez muros, que llevan a una conclusión. El PP ha planteado una campaña muy dura contra el adversario político, la más violenta en forma y fondo de las que se recuerdan. Con la ruptura del bipartidismo, los partidos mayoritarios necesitan ganar para después construir bloques de gobernabilidad. En las campañas multipartido, cada uno necesita la mayor fuerza electoral posible para reforzar su capacidad de negociación. Esta campaña será de casi todos contra todos. Las encuestas dan ganador Feijóo, pero sin mayorías absolutas. En la todavía lejana moderación del PP, expulsa a todos los demás. Y sin suma, no hay gobierno.