En Catalunya hace unos meses que funciona un nuevo teléfono. Es el 061, una voz contra el suicidio. Es un servicio personalizado de atención especializada para personas con conducta o ideación suicida. También atienden a familiares y personas próximas. Son especialistas, enfermeros, psicólogos y psiquiatras. Naturalmente un servicio así está abierto 24 horas y los expertos escuchan y derivan los casos a emergencias o activan el código Riesgo Suicidio. También son estos expertos quienes piden a los medios de comunicación que procuremos hablar más del fenómeno del suicidio, y no de detalles de casos concretos. Recomiendan que se ponga el tema sobre la mesa, porque no estamos ante una minoría de casos sino de una realidad tabú que existe y que se ve afectada por el estigma, la falta de información y la desinformación.

Esta semana, y dentro del marco del ciclo "Los retos éticos del periodismo", el Colegio de Periodistas, el Consejo de la Información de Catalunya y la Facultad de Comunicación y Relaciones Internacionales Blanquerna han reunido periodistas, entidades de salud mental y expertos para abordar esta temática entre los cuales había Salud Mental Catalunya, Médicos de Catalunya y Asociación Catalana por la Prevención del Suicidio. Los jóvenes que escuchaban no se distraían mirando el móvil. El tema los toca y les interesa sin duda. La salud mental ha pasado a ser uno de los ámbitos que más les preocupa. El teléfono se activó en junio y en septiembre salieron los primeros datos: 1.716 consultas y 12 activaciones del Código Riesgo Suicidio. El 43% de las llamadas se han hecho por la noche, y un 61% son mujeres. Un 15,1% de los episodios de conducta suicida los protagonizan menores de edad. El dato más crudo, sin embargo, no es el telefónico sino este: en Catalunya en 2020 se produjeron 527 suicidios. Casi dos por día. Un 74% son hombres. Ante esta realidad, las administraciones han activado programas de atención a la salud mental de manera intensa, y programas de bienestar emocional y de salud comunitaria.

Los expertos aducen muchos motivos para el suicidio, y en muchos casos no es un deseo de morir, sino un deseo de dejar de sufrir y una falta de encontrar sentido al porqué de todo. Hablar no es promoverlo, ni atizar nefastos efectos miméticos

Las comunidades religiosas y las parroquias también se han ido sacando el tabú y lo afrontan, porque esconder el suicidio solo crea dolor a las familias que lo han sufrido y no contribuye a abordarlo ni a prevenirlo. Se habla de la muerte y del suicidio asistido, se discute sobre la autolesión y las insatisfacciones corporales en los adolescentes. De las crisis de ansiedad crecientes entre los jóvenes. Y también de un tema poco explorado, el suicidio entre personas mayores. Una civilización que cierre los ojos al suicidio no contribuye a la salud, ni mental ni de ningún tipo, de su gente. Los expertos aducen muchos motivos para el suicidio, y en muchos casos no es un deseo de morir, sino un deseo de dejar de sufrir y una falta de encontrar sentido al porqué de todo. Hablar no es promoverlo, ni atizar nefastos efectos miméticos. Hablar es ejercer uno de los deberes del periodismo, que protegiendo la dignidad de la persona, pone en el debate público las cuestiones, miedos, fracasos y éxitos de nuestra sociedad. No pondremos sordina ante el suicidio precisamente porque todavía creemos en la capacidad de los medios de comunicación de ser un servicio público, útiles y transformadores de nuestro mundo.