Apreciada Sra. Simó,

Cojo el móvil este ratito muerto antes de que mi segundo hijo, Pol, salga del entreno de fútbol, para escribirle una carta sobre las medidas que su conselleria ha acabado tomando, después de lo que parece haber sido una larga y costosa deliberación, respecto del uso de los móviles en sus centros educativos. No querría desanimarla, consellera, porque yo le veo a usted buena voluntad, pero mucho me temo que toda esta retahíla de normas no serán más que papel mojado. Como solo tengo cinco minutos me pondré a ello, que después, con Pol, tenemos que ir a recoger a Pau, el pequeño, que sale de la extraescolar de inglés y hoy Pep, el mayor, no me lo podía ir a buscar, porque dice que ha quedado con los compañeros para hacer un trabajo de no sé qué de la asignatura "Paz, justicia y corresponsabilidad". A mí este título me hace gracia, porque yo me conformaría con que tuviera un poquito más de responsabilidad, así, a secas. Claro que, con el ejemplo de Pere, el padre de las criaturas, con quien no puedo contar nunca, quizás es pedirle demasiado... Por cierto, voy tan mareada que todavía no le he dicho mi nombre. Soy Pilar M., administrativa de una empresa de logística de contenedores del puerto de Barcelona, que, le puedo asegurar, son mucho más llevables que los hombres de mi núcleo familiar.

Mire, consellera, yo estoy muy preocupada y me veo venir el temporal, porque ayer mientras intentaba que mis hombres se comieran las coles de Bruselas al vapor para cenar, escuchamos el reportaje del Telediario que decía que a partir del próximo curso se regulará el uso de los móviles en las escuelas: que si se prohibirán totalmente en primaria; que si en la ESO, depende, que si hay una finalidad pedagógica, sí, y si no, pues no; y en el bachillerato, que si ya son lo bastante mayores y, entonces, sí, pero de hecho, no. Tendría que haber visto el hartón de reír de que se hicieron Pau, Pol y Pep y como volaban las coles de Bruselas por la mesa, y su padre, Pere, mosqueadísimo porque le habían ensuciado la pantalla del móvil cuando estaba chateando con no sé quién del trabajo. En fin, consellera, un drama. Total que me refugié en mi habitación para ver el último capítulo de la última temporada de The Crown con la tablet, porque el pequeño me había cogido el teléfono, ya hacía rato. Necesitaba un poco de evasión.

El ordenador está en casa y solo lo utiliza para encargar trabajos al chat GPT, porque cree que la inteligencia artificial piensa mejor y más rápido que él

¿Usted tiene hijos, consellera? ¿Cómo se lo monta en casa con todo eso de los móviles? Yo le explico mi caso para que vea cómo están las cosas. El pequeño, Pau, está en quinto de primaria y todavía no tiene móvil, claro, pero de hecho le da igual, porque se pasa el día birlando los de la familia para toquetear todas las aplicaciones. No sé cómo se lo ha montado, pero se sabe las contraseñas de todo el mundo y se encierra en el lavabo para jugar... Bueno, eso es lo que yo pensaba, porque el mes pasado tuvimos un buen follón en casa. Resulta que abro mi teléfono y veo que la última consulta era de una página llamada OnlyFans, en la que, al parecer, la juventud se sube vídeos subiditos de tono. Usted ya me entiende. Parece que la inspiración le vino mirando el documental aquel de TV3 sobre la "Generación Porno" que, con buena voluntad y por aquello de hacer pedagogía, habíamos visto los cinco sentados en el sofá. Pep y Pol, riendo todo el rato, mi marido y yo, sin saber qué cara poner, y Pau, me parece que estuvo tomando notas para hacer prácticas de móvil a ritmo acelerado.

Pero con los años no crea que la cosa mejora. Hace dos cursos, cuando Pol, el segundo, empezó la ESO, nos amenazó con que si no le regalábamos un iphone, suspendería todas las asignaturas. Como no cedimos a su extorsión, nos hizo chantaje emocional, advirtiéndonos de que si no se lo comprábamos, se convertiría en el loser de la clase, porque sería el único que no tendría WhatsApp y el único que no podría mirar TikTok. Se ve que eso del móvil en primero de ESO es un auténtico ritual de paso. Total, que este curso ya he tenido que ir dos veces al instituto para hablar con la directora y recoger el móvil que le habían confiscado, porque, con respecto a mí, al niño se lo podrían haber quedado. Al muy "perla" ya lo han enviado tres veces a la "Comisión de Convivencia" porque con el dichoso iphone, que al final se lo compramos, durante las horas de clase se dedica a jugar al Call of Duty, al Zombie Survival y al Flight Simulator porque, según él, quiere ser piloto de avión. La directora está hasta la coronilla de llamarlo al orden y ya me ha dicho que a la próxima que lo pillen me lo enviará a casa unos cuantos días (¡¡horror!!) y que ya no habrá ningún indulto más ni amnistía posible. Si me lo expulsan, no sé cómo organizaré la logística, porque con su padre, Pere, no creo que pueda contar.

Y todavía me queda el mayor, Pep, que hace segundo de bachillerato y ya lo doy por perdido con respecto a eso de los móviles. Lleva cinco años de instituto con el teléfono en la mano non-stop. Mire si es perezoso que no quiere llevar a clase el ordenador aquel que ustedes dieron a cada alumno, porque dice que pesa demasiado y que con el móvil ya ha podido hacer el trabajo e ir tirando todos estos años. El ordenador está en casa y solo lo utiliza para encargar trabajos al ChatGPT, ya sean redacciones de inglés, críticas de libros, disquisiciones filosóficas o trabajos de la asignatura de Entorno Sostenible, porque cree que la inteligencia artificial piensa mejor y más rápido que él. Yo me pongo enferma, no solo porque sea tan holgazán, sino también porque en horario escolar siempre lo veo en línea en el WhatsApp. Pero cuando en casa lo riño, me dice que la culpa no es suya, que con alguna cosa se tiene que entretener porque se ha pasado tres horas seguidas rallándose y sin hacer nada. Resulta que hay muchas profes de baja —la de catalán, la de mates y la de informática— y, en estos momentos, como no se encuentran sustitutas de estas materias, la de guardia de turno hace como que no lo ve y los deja hacer. A mí eso de la falta de sustitutas y el hacer la vista gorda de la de guardia no me extraña en absoluto, porque yo con tres hijos, más Pere, con quien no puedo contar para nada, voy de culo todo el día y estoy a punto de perder los papeles.

Mire consellera, como soy una mujer informada, el otro día mirando Betevé, me enteré de que existía un grupo de familias que se llama "Adolescencia libre de móviles", y que, según parece, tienen los mismos problemas que yo. Y por eso se quejan de que usted solo se dedique a hacer "recomendaciones" a todo el mundo en vez de hacer decretos que prohíban el uso total de los móviles en sus centros educativos. Pero me parece que yo ya voy tarde para apuntarme, cuando menos con respecto a Pep, mi mayor, y con el "perla" de Pol quizás también. Porque, a ver, ¿cómo lo lleva todo eso en su casa? ¿Cómo se lo monta para controlar los móviles de sus hijos, si es que tiene? ¿Quizás también ha tenido que pasar la misma vergüenza que yo cuando la han llamado de la escuela para que vaya a recuperar el teléfono requisado? ¿Con su marido, o lo que tenga, puede contar? Porque, como ya le he dicho, yo de Pere no me puedo fiar.

Termino de escribir, consellera, que Pol sale del entrenamiento todo sudado y con el móvil en la mano. Gracias por leer mi carta. No creo que sirva de nada, pero por lo menos me he desahogado este ratito.

Atentamente,

Pilar M.