Así como Marx y Engels anunciaban en el preámbulo del Manifiesto Comunista (1848) que “un espectro recorre Europa: el espectro del comunismo”, el espectro que hoy recorre la España política es el del posible sorpasso al PSOE por parte de una posible alianza electoral de Podemos más sus confluencias con Izquierda Unida.

Hablamos de sorpasso porque el término tiene reminiscencias históricas ligadas a la política italiana: durante décadas, los dirigentes del PCI alimentaron el sueño de rebasar electoralmente a la Democracia Cristiana para romper el veto insuperable que impedía que a este lado del telón de acero un partido comunista llegara al gobierno. Curiosamente, no se buscaba el sorpasso para enviar a la derecha a la oposición, sino para hacer posible el otro gran objetivo del líder comunista Enrico Berlinguer: Il compremesso storico, que era la cohabitación en el poder de comunistas, democristianos y socialistas, una especie de gobierno de gran coalición. Para ello, según Berlinguer, el PCI debía lograr el sorpasso a la DC y situarse como el partido más votado de Italia. Nunca sucedió.

Un posible sorpasso del conglomerado Podemos+Confluencias+IU sobre el PSOE en las elecciones del 26-J no es cuestión baladí. Tendría al menos dos efectos políticos trascendentales:

Sobre la configuración de la izquierda en España, porque nos encontraríamos, por primera vez en nuestra histórica democrática, con una izquierda dividida en dos bloques de fuerza pareja y no liderada por el Partido Socialista.

Y sobre la formación del próximo Gobierno: quedarían eliminadas todas las fórmulas transversales y la opción sería dicotómica: o un Gobierno de centro-derecha del PP y Ciudadanos o un Gobierno de izquierdas muy parecido al que propugna Pablo Iglesias: coalición con reparto paritario del poder, apoyo de nacionalistas…y en cuanto a la presidencia del Gobierno, ya veríamos (esta sería una cuestión peliaguda si hay sorpasso  en votos pero no en escaños).

Sería, obviamente, un enorme triunfo estratégico de Iglesias y un escenario endemoniado para el PSOE, que podría verse en la tesitura de compartir el Gobierno (incluso cediendo la presidencia) con una mezcolanza de populistas, comunistas y nacionalistas radicales o resignarse a consentir con su abstención un gobierno del PP –quizá obteniendo a cambio, como premio de consolación, la cabeza de Rajoy.

¿Es posible el sorpasso? En unas elecciones tan extrañas como estas, cualquier cosa es posible. Es verdad que la suma de Podemos+IU tendría un fuerte efecto sobre la distribución de escaños porque en numerosas provincias resolvería a su favor la trascendental lucha por el tercer puesto (el tercero entra, el cuarto queda fuera) y en algunas amenazaría incluso el segundo puesto del PSOE.

Una alianza electoral entre dos partidos nunca aglutina al 100% de los votantes de ambos: eso se dicen los socialistas para quitarse el miedo

También es cierto que una alianza electoral entre dos partidos nunca aglutina al 100% de los votantes de ambos: eso se dicen los socialistas para quitarse el miedo y, en parte, tienen razón. Pero en este caso deberíamos considerar al menos tres tipos de sumas:

  1. La suma aritmética, que, como digo, sería mucho más significativa en la cuenta de escaños que en la de votos.
  2. La suma política derivada de la sinergia entre el arrastre de Podemos en el mundo 15-M de la “nueva política”, la tradición de IU en la clase obrera organizada y en la izquierda comunista tradicional y el empuje de los nuevos nacionalismos radicales de Colau, Beiras, Oltra, etc.   
  3.  Y la suma climática: en una campaña marcada por un fétido aroma de déjà vu (mismos partidos, mismos lideres, mismas listas, mismos programas y mismos baldíos reproches), la aparición de esta alianza sería el único elemento nuevo de la elección, y podría provocar una revitalización anímica en el alicaído electorado progresista tras el gatillazo del pacto frustrado de gobierno. Para comenzar esta “suma climática”, atención al próximo 15-M en la Puerta del Sol, que probablemente será el lanzamiento por todo lo alto del nuevo artefacto electoral.

 Pero las cosas no son tan sencillas como parece:

En cuanto a Podemos, lo que hemos llamado “suma política” en realidad es un quilombo de manejo cada vez más difícil.

Hay problemas evidentes dentro del propio partido de Pablo Iglesias, sometido a una purga interna de la que no saldrá indemne. Una purga en la que no sólo se solventan cuestiones de poder orgánico, sino también diferencias estratégicas de fondo.

Lo de las confluencias en esta ocasión va a ser un mejunje difícil de ligar. Primero, porque para tener sus propios grupos parlamentarios tienen que encontrar un artificio jurídico que les permita aparentar que se presentan por su cuenta y no asociados a Podemos. Y segundo, porque cada una de ellas muestra crecientes tendencias centrífugas:

Se ha querido comparar la futura relación entre En Comú y Podemos con la que mantiene el PSC con el PSOE. Poco que ver, a mi juicio. El PSC es un partido distinto del PSOE, pero está integrado en su estructura: participa en sus congresos y en sus órganos de dirección y una militante del PSC estuvo a punto de convertirse en secretaria general del PSOE. Nada más lejos del modelo de Iglesias y de Colau. A mi entender, lo que la alcaldesa de Barcelona está intentando montar en Catalunya se parece mucho más al recuerdo del antiguo PSUC, pero sin vínculo orgánico alguno con una organización de ámbito español.

Compromís ya ha demostrado que su compromiso con Podemos es tenue y puede ser revisado en cualquier momento

Compromís ya ha demostrado en esta efímera legislatura que su compromiso con Podemos es tenue y puede ser revisado en cualquier momento. De hecho, en la Comunidad Valenciana Compromís comparte con el PSOE un gobierno en el que no participa Podemos -aunque lo apoye desde fuera.

En Galicia hay elecciones a la vista, y si el PP no alcanza la mayoría absoluta se abrirá inmediatamente el horizonte de un acuerdo de gobierno entre el PSOE, En Marea y el BNG. Eso determinará las decisiones de En Marea más que ninguna otra consideración. Y no olvidemos que el socio preferente de Podemos en Galicia es Beiras, un personaje atrabiliario y cambiante donde los haya.

A mi juicio, Podemos siempre ha sido un partido de 15%. Para superar el 20% en el 20-D tuvo que inventarse lo de las confluencias, lo que supuso una primera mutación en su identidad política: un partido populista de raíz asamblearia confederado con una colección de organizaciones nacionalistas. Y ahora, para sostener ese mismo resultado y aspirar al soñado sorpasso necesita tirar de IU, a quien antes despreció. Lo que equivale a abandonar para siempre toda ensoñación de ser un movimiento ideológicamente transversal y lo restringe a la lucha con el PSOE por la hegemonía en el espacio de la izquierda –lo que no es poca cosa.

En todo caso, tanto las confluencias en diciembre como el acuerdo con IU ahora son decisiones dictadas por la necesidad de compensar el progresivo desinflamiento de Podemos como alternativa política autónoma. Lo que marca su política de alianzas no es la fortaleza, sino el declive. Y cada paso que da desnaturaliza su espíritu fundacional y lo va transformando en un producto político mucho más complejo, pero distinto. Busquen ahí la raíz de las actuales disensiones entre sus dirigentes.

En cuanto al PSOE, en estas elecciones puede tomar dos caminos:

Uno es el del miedo: protegerse del sorpasso de Podemos y sus aliados y defender con uñas y dientes la segunda posición para que Sánchez salve el pellejo y pueda seguir especulando después de las elecciones con un acuerdo a varias bandas que ya se ha demostrado impracticable.

Y el otro consiste en reencontrarse con su código genético, volver a creer en sí mismo  y luchar con fe por el único sorpasso que puede ser remedio para sus males: sobrepasar al PP. Convencerse de que sólo regresarán al gobierno si dejan de imaginar combinaciones imposibles, no convierten la campaña en un lamento de la negociación pasada ni en un anticipo de la futura y se van  directamente a por la victoria electoral.

¿Qué debería hacer el PSOE? A mi juicio, claramente lo segundo. ¿Qué es más probable que haga? Conociendo el paño, casi seguro lo primero. Y es que de donde no hay, no se puede sacar.